martes, agosto 11, 2009

Mauricio Rosencof, un Gran Escritor (si, con mayúscula)

Mauricio es un ex tupa(maro) que estuvo preso como once años en la ROU República Oriental del Uruguay. En este fragmento habla sobre como hizo pa' sobrevivir.

¿El sentido del humor le sirvió también en prisión?
"En prisión claro que ayudó. El 'Ñato' (Eleuterio Ramírez, actual senador) que un tiempo estuvo en la celda del lado, también lo tenía. Hablábamos a través del muro. Mucha literatura quedó entre los ladrillos. Inventamos una clave morse especial. Una vez que nos llegó un envío de útiles de aseo él me dijo que chupara la barra de desodorante. Yo no entendía nada. Y entonces me explicó: '¡No ves que tiene alcohol!...' Y fue una buena curda aquella".
¿Qué le ocurre por dentro cuando ve representar "Bataraz" (broli de su autoría)?
"Trece años estuve en prisión y diez meses en interrogatorio. Eramos nueve rehenes del MLN. Habían dicho los militares: 'Ya que no pudimos matarlos, los vamos a volver locos'. Dos de los nueve enloquecieron y uno murió en el calabozo. Nosotros vivimos en condiciones durísimas, en calabozos de menos de 2 m2. Por la sed, reciclábamos nuestra orina, comíamos insectos... Colgábamos un hilito en la celda para tener la ilusión, si se movía, de que había aire. Sin embargo, ver la representación de esa situación no me provoca ningún desquicio emocional. Las vivencias las puedo manejar como material de archivo y de lucha social. He trabajado mucho el tema de los desaparecidos, estos temas son parte de uno. Hubo en nuestros países una guerra, pero el botín de guerra incluyó la no devolución de los compañeros. Frente a lo que viví no tengo odio ni rencor, ni deseo de venganza, pero sigo siendo un militante político, social y un escritor.
Cuando salimos en libertad, aceptamos una invitación de un convento franciscano. Hay que recordar que muchos de los franciscanos, y otros curas y monjas, fueron parte del MLN. Allí me dieron una pieza. Luego me llevaron a ver a mis padres, a mis viejos, que después que les destrozaron su casa, debieron irse a un hogar de ancianos. Habían recibido amenazas de que lanzarían una bomba si íbamos allá. Entré, los vi, y parecía que yo había faltado de mi casa apenas un fin de semana.
Mamá me mira y me dice lo que dicen todas las madres: '¿Comiste?' El viejo, medio sordo, 80 años, me hace una seña.
En todo el tiempo que milité, nunca me dijo nada sobre mi opción política. Entonces me habla:
'Ahora que saliste me vas a contestar: ¿qué diferencia hay entre un comunista y un tupamaro?' Los tupamaros somos los comunistas, le contesté..."
Háblenos de su libro "Las cartas que nunca llegaron (un librazo)".
"Me di cuenta que no había hecho aún el descubrimiento de que uno es uno y todos los demás. Es su padre, hijos, compañeros, su patria y su perro. Entré a pensar a mi padre, que ya no está y lo tenía como desconocido. La historia comienza en la infancia. Se me reactualizan así elementos ya olvidados. Hay personajes de entonces que adquieren una significación, como el cartero. Yo era un niño de barrio, amigo del hijo de un italiano, Fito. Recuerdo haber visto a mi madre, Rosa, tejiendo calcetas para las Brigadas Internacionales. Mi viejo, Isaac, era un sastre bolche (comunista), venido desde Polonia, fue fundador del Sindicato de la Aguja. La llegada del cartero al inquilinato donde vivíamos era un acontecimiento. Recuerdo que papá lo hacía pasar al patio y le daba una copa de enguindado. Eran cartas trabajosamente escritas en un pueblito perdido de Polonia, que atravesando mares y confusiones geográficas lograban llegar a Montevideo. Por eso la carta podía esperar al domingo, para ser leída en la mesa familiar, como un rito. Pero de repente las cartas empezaron a dejar de llegar. Yo le decía a Fito: 'Mis tíos están en la guerra' y Fito, mi gran amigo hasta hoy, respondía 'Los míos también'.
Entonces los domingos se leían las cartas viejas. Las cartas que no llegaron más yo las escribí, de ahí en adelante, para contar su historia desde Auschwitz".

Si esta nota te emocionó, te aconsejo buscar en las librerías Piedritas bajo la almohada (de Mauricio), una perlita.

A modo de intro, va este fragmento:


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