viernes, noviembre 20, 2009

Lentamente

La vida se hace de a poco, paso a paso, minuto a minuto, y día a día. 
Saboreando a Dios, caminandolo a lo ancho y a lo largo.
Contemplándolo desde sus colores (que son todos), oyéndolo a través de sus sonidos y deleitándose de su perfección.

La vida se hace agitando el mundo que llevamos dentro, y descubriendo el mundo que llevan los demás. 
Respirando a Dios con la fuerza de la naturaleza, con la sabiduría de su gracia y con el impulso de sus pasos, que van tras nosotros para que no perdamos el camino, ni se nos distraiga la luz, aunque a veces nos extraviemos en reiteradas oportunidades y debido a una misma causa.

La vida se hace sufriendo, pero sin apagar nunca la velita encendida de la fe.
La vida se hace amando, porque el amor tiene tanto que hacer en el mundo, que no da tiempo para odios ni rencores.
La vida se hace en el espacio de lo cotidiano, en pequeños ratitos del día, donde encendemos de pasión, en vuelos que se emprenden con besos y sueños.

Velar y dormir, soñar y despertar, llorar y reír, creer y dudar, caer y levantarse: eso es hacer la vida.

Cumplamos nuestra misión, que es la de dar. 
Dejémosle a Dios el balance de lo que debemos recibir.
Porque en ese libro de la generosidad, el esfuerzo y la entrega, se hace la vida.

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