Habitualmente la felicidad es esquiva, o al menos escurridiza. Digo, no solemos ser conscientes de esos momentos precisos e imborrables, a medida que los transitamos.
Afortunadamente, y merced a mi gran amor, mi genial Cristina, pude ir viviéndolos profundamente despacito, desde el pasado miércoles, hasta ayer domingo. Porque el festejo cumpleañero familiar tuvo lugar en el camping de Punta Cuevas, por motivos que no se como se nos ocurrieron. Dimos con el lugar preciso, la gente justa y la pasamos joia, sin cuestiones rimbombantes.
El asado fue la excusa, pero no el centro. Simplemente juntarse en familia a pasarla bien. Dios nos iluminó, nos alimentó. También nos hizo reir, por cosas simples. El centro no fueron el morfi, ni el alcohol, sino algo mas complejo de captar, la trama de la vida. Ese milagro que pasa rapidito, y que uno solo contempla y disfruta, cuando logra bajar la velocidad del cuadro, algo que suele ejercitar mi compañero RadioViajero, el monje zen Fernando.
Gracias por urdir la trama de un festejo, tan simple como luminoso. Lukitas comentó que hasta el Indio (del monumento madrynenses cercano), miraba de reojo nuestra parrilla, y se salía de la vaina por arrimarse a la animada mesa. Casa cosa!
Gracias Quique por compartir este encuentro con los íntimos, y en la paz generada de tan bello lugar...siempre con la custodia de nuestro tehuelche, feliz cumple... Fernando
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