Un día el corazón deja de latir. El mundo se apaga y se lleva con el a grandes seres.
Roberto De Vicenzo contaba con 94 años, la vida siempre nos avisa que tendrá fin, la mente lo acepta, pero no así el cuore, con personas especiales.
En nuestro golf vernáculo, al decir Roberto, todos sabemos que se alude a De Vicenzo. Es el “golfista tácito”.
Fue (¡cómo me cuesta conjugar el verbo en tiempo pasado!) el tipo que hizo despegar el golf, difundirlo y darle polenta por estos lares.
Se inició ni siquiera como caddie, sino como lagunero en el club de golf de Migueletes, cerca de su casa en el conurbano bonaerense. Esa fue su inmersión, literal, en un mundo del que nunca saldría.
A los 10 años tenía responsabilidades varias en su casa, porque su madre había fallecido al dar a luz a mellizos, y Roberto cocinaba el puchero, para darle el almuerzo a sus hermanos menores, mientras su padre laburaba como pintor de brocha gorda..
Quiso probar suerte como futbolista y como boxeador, pero su fino instinto supo que la cosa iba por el golf. La cosa no era fácil en la década del 40, cuando el golf a nivel local no era demasiado remunerativo, y Roberto siempre fue un tipo hipercompetitivo.
Del 55 al 61 vivió en México, para granjearse una buena oportunidad económica por aquellos lares, y además estar mucho mas cerca de Estados Unidos y de Europa para competir, y olfatear el desarrollo que se venía con la televisación del noble deporte.
Esto marco otro hito. El golf estaba por cambiar, y Roberto tenía un instinto envidiable. En eso se distinguía y le sacaba infinidad de yardas al resto.
Un “vero furbo”, para prever escenarios a futuro. Además de su intuición y olfato agudos, sabía darles bolilla.
Amén de esto, tenía una fortaleza mental, que en golf, como en la vida, lo es todo, y un swing envidiables. Invito a la audiencia a ver a Roberto pegando un drive en YouTube, aún cuando uno sea lego en la materia, percibirá un halo misterioso y armónico en su estilo. Por eso declaraba, que había que encontrarle el corazón a la pelotita para golpearla. Simple y contundente.
Títulos? Cientos. Algunos de ellos mas rimbombantes que otros. Pero poco se sabe que Roberto compitió el British Open, desde la década del 50' y fue top ten en varias oportunidades. No se achicó, sabía que triunfaría, y eso sucedió en julio de 1967. Luego vendría un hito que lo pintaba de cuerpo entero, y ratificaba su enorme compromiso con el deporte y con la verdad.
En abril de 1968, llegaba al Masters de Augusta como el campeón del último British Open. Estaba en su esplendor, su juego fue espléndido. El problema se presentó al firmar la tarjeta, donde convalidó un golpe adicional que le había registrado su oponente. La culpa, golfísticamente hablando, fue de Roberto, por no verificar adecuadamente su registro. En esto, el noble deporte, no se anda con el chiquitaje.
Roberto fue coherente a rajatabla. Ni se le ocurrió echarle la culpa al oponente, su comentario fue contundente: “cuán estúpido he sido”, y mutis per il foro. S
e perdió la oportunidad de ir al desempate por el primer puesto, pero esta gesto fue captado por todo el mundo. En realidad fue una de las tantas cuestiones que hizo Roberto por el golf, y por mostrar tantas pequeñas cosas que en una columna no alcanzo a enumerar.
Muchos empezamos a pegarle a la pelotita, emulando su figura, y su picardía para ganar siempre. Roberto lo logró.
Muchos acusamos cierta mezcla de orfandad y orgullo, por el impacto del Maestro que se nos fue ...
Excelente nota, Kikillo!
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