miércoles, enero 25, 2006


¡Che Telefonito!
Durante la década del 90' irrumpió en nuestras vidas el teléfono móvil, devenido en el hoy maldito celular.
Recuerdo los primeros modelos de Motorola, unas valijas rectangulares, con un peso considerable. Luego mejoraron, y aparecieron los ladrillos que paulatinamente disminuirían de tamaño. Tal como el que observamos en la fotex.

La irrupción de Nokia que aparece en el mercado junto con Unifón [devenida en MoviStar], puso un poco de aire en el hermético mercado de las telecomunicaciones.
Sus aparatos siempre gozaron de un bellísimo y sencillo diseño, además de ser durables.
Allá por el 98' estos aparatejos venían en su menú de configuración con la opción de "Mensajes". Los que vivíamos por estos lares, no comprendíamos cabalmente de que se trataba esto.
Primero que hasta fines de los 90', estos aparatos eran bienes suntuarios, destinados a unos pocos.
Con la aparición del sistema prepago, o de tarjeta, y junto a la menor cantidad de requisitos y baja en el precio de los terminales [aparatos telefónicos], la cosa se masificó.
Digamos que hablar por celular requería de un esfuerzo adicional en cuanto a poder de síntesis en las comunicaciones, ya que los precios siempre fueron siderales.
La diferencia radica en que hoy casi todo el mundo tiene uno de estos aparatejos.
La gran revolución se generó cuando se liberó el servicio de los mensajes de texto.
Esto puso algo de aire fresco dentro del atiborrado sector de las telecomunicaciones.

Pero lamentablemente pocos son discretos al usar el TE móvil, hay infinidad de molestos que le ponen unos ringtones que aturden, y para colmo suenan en el colectivo que nos trae al laburo. No es muy agradable sentir sonar un TE a eso de las 6:30, cuando uno viene dormitando en el bondy, y para colmo de males lo dejan sonar una eternidad.
Lo cierto es que esto cambió las costumbres habituales en las comunicaciones. Antes era impensado que el fono sonase antes de las 10 horas, jamás entra las 13 y las 16, y tampoco pasadas las 22 hs.
Hoy los timbrecillos suenan a toda hora, y en los lugares mas incómodos: autos, quirófanos, baños y hasta en los AVIONES. En mi obtusa visión, esto no siempre ayuda a la comunicación, sino que en varias ocasiones mete ruido. ¿Será así?

lunes, enero 23, 2006


¡Vértigo Internetiano!

De un tiempo a esta parte, cada vez que quiero acceder a los servicios de la red de redes, me topo con un problemilla: la velocidad de acceso.
Primero lo atribuí al tipo de vínculo defectuoso desde mi anterior puesto de combate, luego al sufrir tortuosas esperas desde mi hogar, hube de autojustificarme con excusas del tipo "claro el acceso vía modem dificulta las cosas", pero cuando uno se harta de probar todo tipo de hard, y conexiones de las mas variadas, detecta una falencia infernal en cuanto a la posibilidad de acceder a Internet.
Para colmo de males, uno se torna mas dependiente del acceso a la web, ya que hasta los correos que uno mas usa son los de gmail, yahoo o hotmail. Y como es de suponer, para usarlos necesitamos de los servicios de Internet. Entonces la falta de acceso a una velocidad adecuada, genera la cada día mas habitual "ansiedad digital" [que no es la de tenerte en mis brazos, tal como reza el bolero].

Estas barreras obstruyen la construcción de una internet mas accesible, con un contenido realmente elaborado en forma colectiva.
Pese a todo, habremos de seguir intentando.
Si alguno tiene sugerencias para mejorar el acceso, a través de triquiñuelas que usualmente funcionan, sírvanse compartirlas a través de los comentarios.

Preparados, listos, ¡ya! ...

Sorpresas

Es lo menos que uno puede hacer, cuando luego de publicar una nota en la bitácora recibe sugerencias, o datos mas precisos.

Esto sucedió con un opúsculo referido a la sede del IIPE.
Digo, era un post de color referido a un bello edificio porteño.
Pero Aninés Heras Monner Sans, hubo de leerlo, y al detectar varias imperfecciones, gentilmente ofreció su testimonio y documentación fidedigna para subsanar el problema.

Estas son gratas cosas que suceden [aún en Internet]. Hay gente de buena voluntad, que además tiene el afán de corregir aquellas cosas que sabe son inexactas.
Quizá no por mala voluntad, sino por aquello de "errare humanum est".
Y si lo podemos corregir, tanto mejor.

¡Nuestro aplauso para Aninés!

jueves, enero 19, 2006


La sátira
Otra mirada sobre la realidad. La importancia de los dibujantes y su poder de reforzar el texto escrito.



En Argentina, la sátira política tiene gran importancia desde los tiempos del virreinato.
Durante el siglo XIX en el “Telégrafo mercantil, político, económico e historiográfico del Río de la Plata” [dirigido por Francisco Cabello], entre 1801 y 1802 aparecerán las primeras sátiras que ridiculizaban los problemas de la época.

En 1820 aparece en Buenos Aires un periódico llamado “El Americano”, dirigido por Francisco Castañeda, sacerdote franciscano opositor al ministro Bernardino Rivadavia, promotor de las reformas seculares durante el olvidado e inadvertido gobierno de Martín Rodríguez.

La caricatura argentina [y en particular la sátira], tenía gran influencia francesa. Hubo una línea que siguió a Daumier, y fue la mas influyente en nuestro país.
El 11 de noviembre de 1830 [durante el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas], apareció “El Toro de Once”, publicación rosista que se mofaba de los unitarios. Ya en el segundo período de Rosas, los unitarios publicaban sátiras desde Montevideo, donde lo mostraban como un tirano sanguinario.
Después de la batalla de Caseros en 1852, y tras 17 años de gobierno rosista, aparecieron diversas publicaciones políticas que utilizaban la sátira como forma de manifestar y difundir sus ideas.
En marzo de ese año, Eusebio Ocampo, Benjamín Victorica y Miguel Navarro Viola publicaron “El Padre Castañeta” [en remedo del periódico publicado por el fraile franciscano], autodenominado periódico crítico, burlesco, literario, político y de costumbres.

El 24 de mayo de 1863 aparecía “El Mosquito”, primera publicación que hacía humor con los sucesos del quehacer cotidiano.
En 1870 durante la campaña entre Alsinistas y Mitristas, Mitre quería volver a la presidencia y Alsina estaba muy interesado en llegar a ser presidente. En ese período, todo un grupo de colaboradores de la redacción [del Mosquito] estaba del lado de Alsina.
Un día va un mitrista a ver al propio Stein [dibujante en jefe del Mosquito], y le presentó su queja:
- “Vds.pueden hacer bromas con nosotros, porque está Vd.como dibujante, pero nosotros no tenemos ningún caricaturista”.
De esta forma Stein aceptó el ofrecimiento de dibujar para el periódico mitrista llamado “El Presidente”, pero firmando bajo el seudónimo de “Carlos Monet”.
Este suceso de trabajar en simultáneo para ambos candidatos se mantuvo en secreto por muchos años, cosa impensable para nuestro chismoso siglo XXI.

Desde el punto de vista gráfico, El Mosquito consistía de una gran lámina [generalmente central], que se hacía en piedra litográfica, y se caracterizaba por retratar irónicamente a los políticos de la época: Roca, Sarmiento, Mitre, Avellaneda fueron algunos de los que desfilaron por sus páginas.

Cuatro años mas tarde [1867] se convertía en diario, y se popularizó con la incorporación del caricaturista francés Henry Stein, quien se especializó en retratar al presidente Domingo Faustino “el infaltable” Sarmiento .
Recordemos que por aquel entonces, la difusión de los rostros de las figuras públicas, era algo realmente excepcional. Por ende, los gobernantes no tenían la “cinta azul de la popularidad” que los [y nos] estigmatiza hoy en día. Esto les permitía poder viajar en tren o entremezclarse con la gente sin demasiados inconvenientes. Lo curioso, es que la irrupción de la imagen, pero no desde el retrato vívido, sino desde lo burlesco, es lo que arranca el afán de figurar, y justifica el insólito pedido de Sarmiento al propio Stein, o la posterior contratación casi súplica para que dibuje para los mitristas.
El propio presidente, al ver que durante el lapso de una semana no aparecía retrasado, pasaba con su carroza por la redacción [Piedad 255], y le reclamaba al propio dibujante que lo dibujara, “aún cuando fuera para desagradarlo” .

Avanzando un siglo, la aparición de Satiricón primero, luego convertida en Humor, tuvo en la figura de sus dibujantes un poder de resumen y expresividad que bastaba tan solo ver las tapas en los escaparates de los kioscos, para prefigurarse muchas de las cosas que estaban queriendo decir la genial dupla Andrés Cascioli – Izquierdo Brown, letrista y dibujante respectivamente.
La gente de la actual Caras y Caretas, comprendió cabalmente, y pone grandes esfuerzos en cuidar la estética y expresividad de sus viñetas.
Pero, no hay como lo realizado durante el siglo XIX.

Dice Miguelito Rep: “eran caricaturas terriblemente zarpadas. Comparaban a los políticos presidentes y demás funcionarios con bichos. Esto se fue perdiendo, porque los dibujantes dejaron de ser underground, comenzaron a convivir con los políticos, a tener mas protagonismo. Cosa que los llevó paulatinamente hacia el centro, a trabajar en el Tortoni, y cruzarse con Alvear, Irigoyen o Sáenz Peña, y a medida que se democratizaba nuestra sociedad, el humor fue perdiendo fuerza”.

viernes, enero 06, 2006

Algo sobre un enorme escritor como Roald Dahl


Roald Dahl: “Un buen libro infantil debe deleitar y empujar a bucear dentro de una historia”

Nació en Gales en 1916, en Llandaff, un pueblito cercano a Cardiff. Su padre de origen noruego, era abastecedor marítimo.
Desde los 9 hasta los 18 años, Roald estuvo pupilo en un colegio de rígida formación inglesa. A tal punto que para escapar del hostil ambiente debía refugiarse en sus sueños.
Sediento de aventura, en 1938 viaja al Africa a la edad de 18 años y trabaja para una petrolera en Tanganica.
En su tiempo libre vuela biplanos.
Estalla la segunda guerra. Lucha en los cielos de Libia, convirtiéndose en héroe de la Real Fuerza Aérea.

Después se casaría con una estrella de Hollywood y regresaría a Inglaterra en la década del 50’. Halla paz en un pueblo al oeste de Londres: Great Missenden, donde escribirá por el resto de sus días, allí en “Gipsy House”, tal el nombre de su casa, típica de la campiña inglesa.

Dahl tuvo cinco hijos. Ophelia, la tercera de ellas es su biógrafa.
Cuando era niña, el escribía para ella. Hoy es ella quien escribe para el. Vueltas de la vida.

El editor parisino de Dahl compara su obra con otro francés disconforme: Marcel Aymé [La yegua verde, La mesa de los cadaveres, La granja maravillosa].

Roald era un excelente jardinero. Adoraba plantar y cultivar sus legumbres.
Empezó a escribir a una edad temprana.
Siendo pupilo, las cartas eran el lazo con su madre. Le gustaba pintar para ella retratos de sus maestros. Escribía no menos de dos cartas semanales desde el colegio (¿Por-que no hacemos esto siendo tan pero tan bello escribir y recibir cartas?).
Y siguió escribiendo desde Africa y por su puesto durante la guerra [aunque llegaran muy espaciadas]. Su madre guardó todas y cada una de las cartas enviadas por Roald. Medio siglo mas tarde Dahl compiló recuerdos de su juventud en base a estas misivas, escribiendo “Boy” y “Going solo”.

Su madre jugó un papel fundamental: generosa y sensible, le transmitió su amor a la naturaliza, llevándolo cada año a su tierra natal: Noruega. Allí le mostró lagos y fiordos a su joven hijo, abriéndole los ojos a la belleza del mundo. Era una costumbre del padre de Roald, quien llevaba a su esposa embarazada a bellos lugares, haciéndole escuchar a Beethoven, para que el niño manifestara sentido por la belleza.
En 1925 debe dejar a sus hermanas y madre, para ir a la escuela Repton, un colegio en Midlands de estricta disciplina. Extraña a su madre. Sufre la nostalgia. Para colmo, un bruto llamado Wilbeforce lo persigue, obligandolo a calentarle la tabla del inodoro en los helados inviernos, durante quince minutos previos a su utilización. Este sujeto usaba a los de nalgas calientes. E inspiró a la Sra. Cachiporra de su obra “Matilda”.

Roald recuerda: “Siempre tenía un libro en el bolsillo de mi saco para leer en las largas sesiones de calentamiento. Debo haber leído las obras completas de Dickens durante mi primer invierno en Repton”.
A Dahl no le había gustado su época. Con el tiempo se volvió famoso y gruñón. Especialmente cuando se lo consideraba sólo como autor para niños. Quizá por eso declaraba en 1990:
Escribir para adultos es intentar entretenerlos. Pero un buen libro infantil debe enseñar palabras, deleitar, empujar a bucear en una historia. Para tener éxito en la vida ellos [los niños], no deben temer a los libros. Si mis historias logran que los niños lean, entonces sentiré que hice algo importante”.

Y los chicos no se equivocan. Su éxito creció en forma ascendente con cada uno de sus libros. Después de “James y el melocotón gigante”, publicó “Charlie y la fábrica de chocolates”, “Las Brujas”, “Matilda” [adorable con las ilustraciones de Quentin Blake].
Y mucho más, escribió para la revista Play Boy, como así también novelas para adultos. Pero parte de su obra pasó inadvertida por esta maldita costumbre de encasillar. Dahl es un soplo de aire fresco, e invita a los escritores a pensar a escribir para públicos diversos.
Entre los jóvenes escritores de la actual literaturar infantil-juvenil hay claros ejemplos de amplitud de escritura: Luis María Pescetti, Pablo de Santis y Guillermo Saavedra son sólo algunos de ellos.

Tan solo es cuestión de dejar volar la imaginación tal como hacían Dahl y Saint Exupery desde sus aviones y también desde sus mentes.