sábado, junio 20, 2020

About time

La cercanía del día del padre es inminente. Es una fecha que se repite año tras año, y siempre interpela. Somos hijos en aprendizaje eterno. Algunos somos padres, otra divina construcción a lo largo de la vida. Pasan los años, y actualizamos nuestra forma de ver la vida. Avanzamos en la línea del tiempo. Buscamos enfocar mejor. A veces corregimos astigmatismos o miopías, tantas otras nos negamos a los lentes de la vida. Es un ejercicio de corrido, y diario. Vemos con otra óptica nuestro recorrido.
Basta que un día cualquiera percibamos un olor a sopa casera, y el aroma nos traslade a nuestra niñez. Un flashback cinematográfico a domicilio. Las fotos se arriman, conversan. Cobran vida seres queridos que subieron tiempo ha. Aparecen vívidamente escenas guardadas en la nube de nuestra mollera. Nos vemos pequeños, cuando percibiamos como enormes ciertos lugares. Una cuestión de perspectiva, y de ciertas tretas que nos juega la memoria. Enfocamos ciertos capítulos de la vida, y bajo la etiqueta “Viejo”, aparecen escenas y/o momentos recorridos. Algunos tendrán un padre con el que compartían la pasión futbolera, de la música, la tele, o algún otro deporte. Al Viejo lo recuerdo como un lector voraz, un cazador de historias, un indagador de bodegones, sommelier del vino de la casa, o un fanático de los crucigramas. De hacer el mismo recorrido hacia un lugar, ensayando n calles distintas a lo largo del tiempo. De viajar hacia lugares queridos, siempre que el tiempo y la guita lo permitieran.

El tiempo pasa, a Dios gracias. No nos quedamos en ese lugar común acerca del tiempo que sucedió. Simplemente adherimos a que todo tiempo pasado, ya pasó. Intentamos que el presente y el futuro sean mejores, para nos y pa la humanitas toda. Sabemos que no es (ni fue, ni será) fácil. De allí que necesitemos un esfuerzo físico, mental y de perseverancia. Con mucho humor y espíritu deportivo. ¿Será posible?

Creo que si. Eso va por cuenta del lector, de su historia, de sus creencias, de su contexto, y del alimento con el que se nutra a diario. Vaya, vaya. Diría que es casi una cuestión química. Somos lo que comemos, lo que pensamos, la bendita gente que nos rodea. Vaya, vaya. Menuda tarea. Si, si, también lo que vemos en TV, escuchamos en radio, navegamos en la güeb, o la música que escuchamos (probad con Accuradio.com, un sitio y una aplicación magnífica que no defrauda. Si os animáis, hasta contiene un subcanal de canto gregoriano). Hasta los teléfonos que usamos o los sistemas operativos que nos operan también nos van dejando huellas, amén de cookies.

Vuelvo al Viejo, un ser que me hizo seguir a Charles Chaplin, los tres chiflados, los Locos Adams, el show de Jerry Lewis, viaje al fondo del mar, o el túnel del tiempo. Me hizo ver las bondades del ajedrez, compartir la pasión por determinados acertijos y cultivar la comunicación postal, aún en tiempos de telefonos varios, interné y mail.
Ahora vuelvo al título del posteo y enhebro al Viejo con una peli, que precisamente es la de “About time” (Una cuestión de tiempo). Un delicioso film que trata de la vida misma, de los seres queridos, del paso del tiempo, de ciertos detalles queribles, y de la imaginación.
Ahora que repaso el bendito film dirigido por Richard Curtis, viene a la mollera el recuerdo de algunos partidos de ping pong jugados con el Viejo. Algo que estaba en el fondo del disco rígido. O su costumbre de salir a caminar en verano post morfi. Algo poco vigente en este tiempo pandémico, pero ideal para recordar, imaginar, soñar y escribir.

Vuelvo a About time. Es una cuestión de tiempo, pero a los viejos se los va percibiendo de a poco y mejor con el paso del tiempo. Estén físicamente con nos o no, en este último caso nos habitan, y uno se asombra mirándose al espejo o en algunas muletillas. Es lo que nos decía el buen Mendel no? El tema es registrarlo e intentar mantener algún diálogo imaginario, frente a ciertos interrogantes que nos van surgiendo. Es el misterio de la vida misma.

Quizá viendo la peli, uno la ponga en pausa y ensaye irse a un armario, cerrar los ojos, apretar los puños, e imaginar un determinado momento de la vida, como para transportarse allí. Probablemente lo logre, y en tal caso se confundirá en un bendito reencuentro justo y necesario como para estrecharse en un abrazo que nos reconforte. Sea!





¡Feliz y paternal domingo!

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