Bitácora devenida Golfista, temporal y afortunadamente. La sabiduría es ante todo conocimiento de si - proverbio chino.
martes, julio 26, 2005
Distintas formas de abordar una historia
En la novela "La Hermana" Paola Kaufmann aborda la figura de Lavinia Dickinson, hermana de la poetisa Emily.
El relato es atrapante, y demuestra la construcción de una trama conducente a partir de cuestiones domésticas (en apariencia), por debajo de esto se muestran las costumbres de la época, y como personas con inquietudes debieron (y deben) luchar para no sucumbir en el intento.
Mas interesante aún, la novela fue galardonada con el Premio Casa de las Américas en el 2003, al igual que Haroldo Conti en 1975(Mascaró, el cazador americano), y Luis María Pescetti en 1997 (El Ciudadano de mis zapatos).
Ojalá nos guiásemos por los títulos que premia el jurado de Casa de las Américas. Hacerlo nos garantizaría una lectura amena.
De yapa va el prólogo:
Amherst, Massachusetts
Agosto de 1999
"Hasta hoy, cuando llegan al lector de este libro, los manuscritos de Lavinia Dickinson, hermana menor y única de la poeta Emily Dickinson, pasaron inadvertidos. Estos documentos, dispersos en varias bibliotecas públicas y privadas de Nueva Inglaterra, constituyen lo único que queda de Lavinia, ya que sus diarios de juventud se perdieron en una inundación, y toda su correspondencia, por una costumbre de la época, fue incinerada después de su funeral. Curiosamente, su testimonio ha sido postergado en favor de las voces de otros personajes a quienes se les ha adjudicado un rol predominante en el universo de Emily Dickinson, rol que de un modo inexplicable le ha sido negado a su propia hermana.
Mi trabajo consistió en ordenar y traducir esos manojos de papeles amarillentos, la mayoría de ellos sin fecha y escritos probablemente en los últimos años de vida de Lavinia. Lo que sigue es en parte una reproducción textual de esos documentos, y también situaciones reconstruidas en base a cartas, artículos del Springfield Republican, archivos del Museo Histórico y la Corte Judicial de Northampton y obras que detallo al final de este libro".
Aclaro que la autora, es (entre otras cosas) bióloga y con un posdoctorado en neurobiología. Durante su posdoc, dedicose a recopilar info sobre Lavinia, al mismo tiempo que completaba su especialización.
lunes, julio 25, 2005
Juancito, el Caballero Radial
Trabajo del concurso "Historias de Vida - Un Quijote en Trelew"
Siete de la tarde de un viernes. Esa rara hora del día, que no podemos llamar tarde, ni noche.
Deambulo por el dial de la radio, en busca de algo que apacigüe mis ánimos: predicadores que gritan, emisoras que pasan el estado del tránsito en Buenos Aires (algo decididamente útil para nos los chubutenses) o cumbi-radios.
En el tercer giro de la gastada perilla, capto una voz sin estridencias, pausada. Comienza un tango. Estaciono el dial.
Reconozco una “melodía grosa”. Pero no recuerdo a ciencia cierta el autor. El tema se pasa íntegro. Primera sorpresa.
Acto seguido, el “speaker” lee mis pensamientos a través del eter, y aclara:
- Hemos escuchado La Trampera, una pieza magistralmente ejecutada por Aníbal Troilo, eximio bandoneonista, apodado Pichuco.
¡Como no reconocer la impronta de Pichuco! En fin, errare humanum est. Pero gracias al conductor, corrijo mi laguna temporal. Peleome con mi memoria, y sigo asombrándome con el tempo del programa que aún no se como se llama.
La audición continua. La radio en la cocina de casa queda encendida, pero mi atención se aboca a cuestiones domésticas y conversaciones familiares.
Puntualmente una hora mas tarde, escucho la voz del locutor que cierra el programa.
¡Pucha!, no capté el nombre del conductor, pero si el nombre de la audición: “Ritmo de Tango”.
Si recuerdo que se despide, pero hasta el martes. No comprendo por-que no dijo hasta el lunes. Tendré que esperar unos días...
Llega el fin de semana, y un ritmo algo mas relajado se instala en nosotros. Pero la radio tiene mas laburo, ya que la escucha es mas atenta y compartida.
El domingo, mientras enciendo el fuego para un asado, nuevamente me acompaña la radio. Esta vez suena una voz televisiva. ¡Ah si, es Mariano Grondona! Despotrico contra escuchar un programa de noticias un domingo, pero no lo cambio. Mientras junto las ramitas y me aboco al fatuo fuego. Tarea importante.
A las 12 en punto el carbón está encendido, y se viene la picadita. Se va Mariano. ¿Cambio? No, deja.
Pero ¿que pasa? Otra vez la voz del misterioso speaker (inesperada sorpresa 3).
Sin embargo la estación del dial es otra que no tiene nada que ver con las radios comunitarias, como era el caso del viernes.
Pienso, “será otro programa de tango”. Allí el conductor se identifica “Juan”, pero prefiero darle un mote mas cálido. Juancito está bien.
Suena la cortina, pero lejos de un gotan, suena un foxtrot. ¡Eeeepa, la orquesta cambió de repertorio! ¿Cómo es esto?
Juancito aclara “Jazz en el tiempo”, el programa mas antiguo en la radiofonía universal, ya que se transmite en forma ininterrumpida desde 1940 (sopresa 4).
Salamos la carne y la disponemos sobre la parrilla. La picada ahora es con Juancito, yo lo convido con unos quesitos, y el pasa unos inusuales discos de Dyango Reinhardt. Mientras habla del origen gitano del inigualable guitarrista, y que pese a tener tres dedos en una de sus manos, toca como pocos. Es cierto.
Me llama poderosamente la atención, esta versatilidad manifiesta del conductor, como te arma el escenario de la mente, ora con un tango, ora con el jazz.
¿Son cosas incompatibles? Ciertamente no, digamos que son géneros musicales emparentados. Pero no todo el mundo lo ve así. Juancito resulta ecléctico.
El asado se va haciendo, y como todo la audición llega a su fin.
Supongo la carne habrá de tener un gusto peculiar, un “asado musical”.
La pausa de rigor, nuevamente noticias provenientes de Buenos Aires. Entre otras, el estado de la Panamericana (cosa elemental a 1460 kmts.de distancia, máxime para un domingo). Me pregunto con que me sorprenderá ahora Radio Diez, veamos.
Suena la cortina del programa vecino, y al anunciarlo ¿quién aparece? Nuevamente Juancito (sorpresa 5).
Esta vez con el “Disc Jockey del recuerdo”, un programa dedicado a la buena música que recorre el siglo XX hasta la década del 70´.
Esto ya tiene menos relación con el gotan. Juancito conserva su peculiar forma de hablar. Su estilo me recuerda a los libretos de la radio hecha por profesionales: el inolvidable Jorge Cané (aquel genial director de LU 20 Radio Belgrano y conductor de “Radioterapia para jóvenes adultos y viceversa”), Guillermo Fuentes Rey (“La Ventana” por LRA), o Norberto Talión (“Comunicación 1190” en la trasnoche de los sábados por Radio América).
Con la mesa puesta, nos disponemos a compartir el rico vacío.
- Salió bueno, tiene un gustito especial. ¿Qué le pusiste? –señala Cristina.
- Nada, fue Juancito – aclaro.
- - ...¿?
Por la tarde nos fuimos pa´Gaiman, Dolavon, y mateamos a la vera del río. Un bello domingo.
A la nochecita, ya metidos en el sobre, y cerca de dormirnos. Mi mujer me recordó el crocante asado, pero no entendía bien quien diablos me había ayudado con ese toque especial. Yo intentaba explicarle la “colaboración a distancia” de Juancito, quien conducía el programa “Ritmo de Jazz” mientras yo preparaba el asado.
Pero ella no entendía bien la influencia de un programa de radio sobre la carne.
Estabamos en eso, cuando dieron las once de la noche. En ese momento en la radio empieza a sonar una melodía terrorífica, y una risa de ultratumba. “El siniestro Doctor Mortis”. Como es de esperar, me pide que baje el volumen.
- Ese programa no es de lo mas adecuado para irse a dormir. ¿No te parece?
Respetando la opinión, le bajé el volumen a Mortis.
Sin embargo, percibía “bicho encerrado”. Auricular en el oído, estudié la risa. El tono de voz del relator me resultaba familiar. Hilvané, hasta que finalmente lo descubrí: ¡El Dr.Mortis, no era mas que otra faceta de mi amigo Juancito! (sorpresa 6).
Mi mujer no entendía mi asombro, pero logré contagiarle parte de mi entusiasmo. Y reconoció la voz escuchada ese mismo mediodía.
- Pero suena distinta. Como si tuviera unos años menos – aclaró.
Tiene razón. Los programas escuchados con anterioridad, parecían salir en vivo. Un radioteatro es algo de otra época. Mi pregunta era cuantos años habría entre su grabación y estos días.
Parte de la pregunta ya estaba respondida, ya que en la misma cortina de “Jazz en el tiempo”, Juancito aclaraba que se trataba del programa mas antiguo de la radiofonía: desde 1940. Pero las voces que sonaban en los personajes que estaban junto a Mortis no me eran familiares. ¡Juancito traía no solo sorpresas, sino también misterios!
Ese lunes la semana arrancaba distinta. En medio del viaje a Rawson, ensayaba distintas respuestas a mis interrogantes, mas ninguna me cerraba del todo. Juancito me desconcertaba. Para colmo de males era lunes, y el se había despedido hasta el martes. Y cuando uno quiere que el tiempo pase rápido, la ansiedad parece jugar en contra.
Finalmente llegó el día martes. Puntualmente a las 19 horas arrancó otro capítulo de “Ritmo de Tango”, y Juancito hablaba ahora de Bardaro, Arolas, Riverol y de otros tangueros de antaño.
Para no interrumpir la audición, llegué a la radio 19:45. Cosa de ver al personaje en acción, y disfrutar de 15 minutitos en vivo y en directo.
Abrí la puerta de la radio, y divisé al operador. Este me invitó a pasar, y al acercarme hacia los controles, divisé tras el vidrio al hombre de marras.
Nuevamente (y para variar), el speaker me soprendió (por enésima vez).
Mas allá de la diferencia de edades, ya que Juancito me aventaja en décadas de experiencia, pude comprobar la juvenil forma en la que el conductor maneja el programa. Como entra y sale del estudio, el intercambio de cassettes y compactos con el operador, y en el medio se acerca a presentarse y conversamos mientras suena un tango al aire.
Sin ánimo de interrumpir el programa, intento retirarme, pero el ecléctico personaje cierra la audición, y ya sin el apremio del tiempo compartimos unas cuadras junto a Don Juan.
En medio de la caminata, le pregunté al “Señor de los mil programas” a que se debía su amplio repertorio. Ahí nomás se le dibujó una sonrisa al hombre, y sencillamente respondió:
- Me gusta la música. Aquella que se hace desde el corazón y con respeto. Pensando que desde una sencilla pieza musical, uno puede beneficiar a otras personas. Admiro eso, y simplemente me limito a difundir la buena música. ¿Simple, no?
- Está bien. Pero, ¿como conjuga tantos géneros?. Digo, ir del tango, al jazz, para luego pasar a la música popular. ¡No es fácil!
- Vea joven, no es tan complicado. Tan solo hay que desarrollar una escucha atenta. Luego el reconocimiento de la buena música, es algo que viene en forma automática. No es un misterio, pero requiere atención.
- Puedo entenderlo Juan. Trataré de asimilar estas palabras. Pero, me desconcertó por completo el domingo por la noche, al descubrirlo en un radioteatro – exclamé.
- Vd.se refiere a Mortis. Eso pertenece a otra época. Cuando quiera compartimos un café y conversaremos sobre ello.
Creí prudente ir develando los misterios de a poco. Después de todo, había conocido (radialmente hablando) a Juancito el viernes pasado. Era inútil deglutir tamaña sabiduría en tan pocos minutos.
Me propuse entonces compartir algunas de las audiciones de Juancito. Dificilmente todas, ya que sus programas son de esos donde uno sin darse cuenta se involucra y abandona las otras tareas, para dedicarse de lleno a la escucha.
Había que optar por alguno de los múltiples y diversos programas de Don Juan: Ritmo de Tango, Jazz en el Tiempo, El Disc Jockey del Recuerdo, o el Siniestro Doctor Mortis: un verdadero dilema, elegir entre días, horarios y emisoras distintas.
Quizá el ser asiduo oyente de la radio que pasaba “Ritmo de Tango” sumado al hecho de ir martes y viernes, me inclinó hacia el dos por cuatro.
Este acompañar en la escucha, me permitió no solo pasar buenos momentos en casa, o en el auto mientras andaba por Trelew. Y ciertamente, en esos días y horarios buscaba no escaparme del ámbito de alcance de la emisora. Consciente o inconscientemente.
Programa tras programa, corroboraba algunas cuestiones de la cocina interna.
El ritmo de cada audición tenía toda una trama que se desarrollaba a lo largo de 60 minutos. Aquellos que tenemos algun tipo de experiencia, sabemos el tiempo que insume preparar un espacio radial, y ni que hablar cuando gran parte del material es antiguo y proviene de discos de 78 rpm, o de cassettes ya gastados.
Por otro lado, la troupe de Juancito se limitaba a su persona. Al menos en el espacio que salía al aire en Ritmo de Tango. Alli el se definía como autor de los libretos y la animación, y el título le caía de perillas: animador. Un oficio hoy tinellizado, maltratado. Algo casi chabacano.
No era este el caso de Don Juan. Definitivamente no.
También fui conociendo diversas secciones del programa: efemérides, las cancionistas, los letristas, etc.
Desde ya no todo el material me gustaba, pero la forma en que nuestro animador lo presentaba, lo hacía ameno/interesante. Con el paso del tiempo, también intercambiamos material diverso: sobre Gardel, Astor Piazzola o Alfredo Zitarrosa.
Juancito difundía a Piazzola con cierto recelo, no con la calidez habitual en el sobre los grandes compositores. Y no le preocupaba en absoluto ir a contrapelo de la opinión generalizada sobre la genialidad del compositor, pero si le gustaba informarse.
Por eso recibió de muy buen modo material diverso, que incluía entrevistas a Don Astor Pantaleón, hechas por Guillermo Saavedra (otro gran hacedor de radio y escritor), allá por 1989.
Este ir y venir de documentación diversa me dio la posibilidad de mantener conversaciones de las mas variadas, donde si bien el tema principal era la música, daban vuelta otros. Esencialmente literatura, historia y la vida misma.
En este rico intercambio, Juancito me hacía saber que había nacido en la década del 20’ en Punta Arenas, donde pasó su infancia, para recalar en dos oportunidades en Santiago de Chile. Que su vínculo con la radio lleva muchos y prolíficos años.
Su paso incluyó entre otras Radio Polar, Radio Ejército, Radio del Pacífico y Radio Magallanes. Todas ellas chilenas. En algunas se desempeñó como director artístico, y esto tuvo lugar entre las décadas del 40’ y del 50’. Por aquel entonces había varios radioteatros en las programaciones, y escuchando a Boris Karloff en la onda corta de la BBC de Londres, se le ocurrió a Juancito darle vida al “siniestro personaje”, del Dr.Mortis.
Durante la posguerra el género policial había cobrado gran difusión, y los diarios hacían entregas semanales de capítulos de novelas policiales.
Esto propiciaba el clima, y la gimnasia entre el público de las entregas parciales. Cosa que vista a la distancia nos parece increíble. Sin embargo, las demanda de plazas se agota de inmediato cuando vienen por la zona talleres de radioteatro.
Juan detectó el gran interés en aquel momento, y decidió generar un libreto propio. A tal efecto situó el escenario en un terreno lejano digamos globalizado, al llamar a los protagonistas con nombres ingleses.
Esto obraba como un disparador para llevar a los radioescuchas hacia castillos medievales en otras tierras y dejar volar la imaginación. Boris Karloff, Narciso Ibañez Menta y Natan Pinzón eran cultores del género.
Juancito tomaba elementos del género policial, pero gran parte lo desarrollaba el mismo a pulmón dentro de la editorial Zig-Zag, luego denominada Quimantú.
Su incursión por el género de las historietas data de 1965, cuando Eliana Serrana jefa del sector comics, invita a Juancito a llevar su pluma del radioteatro al género de las historietas.
Vale aclarar, que por aquel entonce Mortis ya era un personaje ampliamente difundido en el territorio chileno. Y no se limita a llevar a las revistas tan solo a su personaje principal, sino además del Dr. Mortis, el autor incorpora otras historietas como Jungla y el Jinete Fantasma. Esto obliga al autor a interactuar con los dibujantes, y readaptar sus libretos originalmente concebidos para otro género como el del radioteatro.
Estas adaptaciones son posibles, pero requieren de una plasticidad mental importante. El texto escrito debe ser llevado a su mínima expresión, como para dar también lugar al dibujo. Y allí debe interactuar fuertemente con un equipo de dibujantes. Gente que capte la esencia de su mensaje. No solo la de Mortis, sino la de sus otros personajes e historietas.
Mientras tanto en Comodoro Rivadavia, un geólogo que trabajaba en los pozos petroleros de YPF, hacía un trabajo parecido al de Juancito. Su desafío era el de establecer un género universal, para llevar las historias de la literatura al público en general, y llegar hasta los mas chicos. Allí mientras vivía en los campamentos, en sus ratos libres Héctor Germán Oesterheld ensayaba bocetos de este novel género.
Pero al igual que Juancito, la esencia era el texto, el contenido del mensaje a transmitir.
Afortunadamente contó con un grupo de dibujantes que supieron interpretarlo y agregar el toque necesario para darle vida en el papel. Entre otros Manuel Cárdenas, Ernesto López, Roberto Tapia Tom y Máximo Carvajal.
Este recuerda los largos diálogos bien escritos, abundantes en descripciones que nos parecían redundantes, pero que eran mas que efectivas a la hora de lograr el golpe de suspenso. Luego de dibujar, notaba que el guionista manejaba a la perfección los mecanismos necesarios para narrar historias e introducir al lector en medio de la trama.
Juan contaba que escribía los libretos en paralelo. Mortis era quien tenía mas identidad, pero Jungla y el Jinete Fantasma, lo obligaban a no ceñirse a un único esquema.
Volciendo a la rutina de trabajo entre guionista y dibujantes, menciono como trabajaba el célebre grupo inglés Monthy Pyton de los años 60 y 70. Varios de sus integrantes escribían el guión, y luego Terry Gilliam (el creativo de la imagen), se ocupaba de filmar. Para esto necesitaba narrar los hechos con una técnica denominada storyboard. Donde dibujaba cuadro a cuadro las principales escenas de la película.
Esta simbiosis no llegaba como algo repentino, sino como el fruto de un esquema de laburo consensuado. Y cuando un guionista esbozaba una idea loca, Guilliam lo interpretaba cabalmente, como para volcar cosas ininteligibles en dibujos concretos.
La secuencia es algo así como radioteatros, historias contadas, desarrollo del comic, consolidación de las historietas. La consolidación de estos items y la capitalización que llevaba adelante Don Juan, supo devenir en la consolidación de programas radiales de los mas diversos géneros.
Porque en definitiva, no es tan sólo el propósito de pasar música. Quizá la sensación mas cercana, sea la de Douglas y Tony, los protagonistas de la famosa serie “El Túnel del Tiempo”. Ya que la emisión de cada programa parece trasladarnos a la época de la música que se pasa.
Ciertamente el manejo de narrar historias le quedó tan adherido a nuestro speaker que logra hacer de cada programa un radioteatro. Dependerá del grado de involucramiento de cada radioescucha.
De hecho al finalizar cada “Ritmo de Tango”, Juancito rompe las hojas del guión, prolijamente escritas a máquina. Decididamente un estilo de radio profesional, propio de otro tiempo.
Hasta aquí he narrado solo algunos aspectos de la obra de un polígrafo, que reside en Trelew desde los años 80´, pasando por diversas emisoras radiales de la zona.
Creo es un lujo contar con personajes de estas características. Máxime, cuando el prototipo de persona que sobre pasa determinada edad, es la de estar jubilado, y ser un mero espectador de la vida. Afortunadamente personajes como este (y algunos otros), nos muestran que uno puede y debe seguir produciendo.
Al igual que Cervantes escribió obras para teatro (Que noche de terror, de gran suceso en 1958), amén de sus inigualables radioteatros, por donde desfilaron gran cantidad de artistas trasandinos.
Con gente como esta uno logra hacer que su vida sea un tanto mas llevadera, y en definitiva nos dan una idea cabal sobre como debemos luchar contra viento y marea para defender algo precioso: vivir y hacer lo que nos gusta.
miércoles, julio 06, 2005
Curarse en Salud: pescetti.com o Pink Gin
Gentiles oyentes, hoy tuve la dicha de compartir momentos con amigos.
Entre otros el encuentro con mi amigo el Doctor (Juan Manuel Bulacio), nos pusimos a discurrir sobre múltiples cosas y eventos.
Es gracioso, pero salió el tema de pescetti.com. Juano es psiquiatra y en algún momento le hablé del "Ciudadano de mi zapatos", novela de Luis María Pescetti.
A partir de este comentario, se entretejieron un par de horas de amena charla que versaron desde la vida de cada uno, pasando por la familia, el laburo, los anhelos, los proyectos. Todo esto sin despotricar contra nadie, en medio de un encuentro muy bien regado con whisky, menta, lemon cello y sandwichitos.
Como si esto fuera poco, enterome que Luis actuará mañana jueves por la tarde en la Querida Alta Gracia:
JULIO
Show en Alta Gracia - Córdoba (Argentina)
en el marco de la feria del libro
Patio del Ipem Rodolfo Bútori (frente a la Plaza Solares en el casco histórico de la ciudad)
jueves 7, 18:30 hs.
Si esto no es sincrodestino, el sincrodestino ¿donde está?
Armónicamente, Quique F.
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