El 21 de mayo de 1996 siete monjes trapenses eran masacrados en Argelia.
La historia de los miembros del monasterio Nuestra Señora de Atlas, es ciertamente conmovedora, ya no por el desenlace, sino por la trama e historia de vida de estas personas que cerraron el pasado siglo con una lección cuyos frutos son cada dìa mas sabrosos, e iluminan nuestro presente demostrando como se construye una (férrea) espiritualidad colectiva.
El monasterio está ubicado en la zona del Atlas, Tibhirine, cerca de Medea.
La vida de los monjes, franceses ellos, estaba consagrada a la oración y el servicio.
Un silente modo de consagrarse a Dios y construir la paz de modo concreto.
Sus nombres: Christian de Chergé (abad), Cristophe (maestro de novicios), Bruno, Célestin, Luc, Michel y Paul.
El Atlas es la cordillera que separa las costas del mar Mediterráneo del desierto del Sahara, y provoca la sequedad del desierto.
En este macizo se hallaba el monasterio, y los vecinos eran en su mayoría musulmanes.
Los monjes habían logrado ser parte del espíritu de Tibhirine, de población musulmana, en su mayoría bereberes.
Eran aceptados y apreciados en toda la zona, a tal punto que los pobladores, llamaban a los monjes por el nombre de marabut, que significa hombres de Dios. Fruto de un largo trabajo, probablemente por saber trabajar la tierra y ejercer el silencio y la oración como la forma mas eficaz de comunicación. Pero un silencio activo, lleno de amor y armonìa.
Los monjes estaban en una zona donde asolaban los rebeldes fundamentalistas, y tuvieron la visita de un grupo de ellos el 24 de diciembre de 1993. Esto los advirtió, pero fueron madurando una decisión individual que fue consolidandose hasta hacerse colectiva: la de permanecer allí en el monasterio, ya no como una muestra de terquedad, sino fruto de unidad con su gente, que era la del pueblo de Tibhirine, y también parte del voto que habían hecho al elegir la vida monacal, ofreciéndose por completo al Señor.
Por tal motivo permanecieron con sus tareas habituales; rezando, trabajando la tierra, estudiando y atendiendo a la población en un pequeño dispensario. Asì lo hicieron hasta que fueron secuestrados en marzo de 1996 y masacrados el 21 de mayo de ese año.
Mas que horror u odio, lo que se percibe en los monjes es un inmenso amor, hasta para con sus ejecutores.
Los evocamos a 16 años de su partida, celestial por cierto.
No me alcanzan las palabras, para decir lo que estos monjes significaron luego de conocer su historia gracias al film de Xavier Beauvois, De dioses y hombres. Película que no admite calificación, simplemente una obra maestra, que evoca a estos hombres que dieron su vida a Dios.