Compartimos interpelador artículo del jesuita Rafael Velasco, publicado el pasado 2 de septiembre en La Nación, bajo el título “Estamos todos en otra parte”. Este jesuita, nos acerca una interpeladora reflexión que nos ayuda a correr (parte d)el velo de nuestros misericordes óculos, y abrir los ojos a la realidad circundante no televisada.
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"Ser es ser percibido", aseveraba en el siglo XVIII el filósofo irlandés George Berkeley. Su afirmación suponía que las cosas existen porque Dios las percibe. Hoy, lejos ya del Dios de Berkeley, podemos darle la razón a su aserto: ser es ser percibido. por los medios de comunicación.
La realidad comienza a existir cuando aparecen las cámaras de televisión. Eso es lo que nos recuerda constantemente la vida política. En nuestro país, no pocas veces los funcionarios actúan recién cuando los problemas aparecen en los medios. Se abocan a dar solución a algunas cuestiones sólo porque son tapa de diarios o aparecen, con su carga de urgencia, en la televisión.
Muchos grupos sociales saben a la perfección esto y por eso presionan hasta conseguir la presencia de los medios: los piquetes atraen a las cámaras, y detrás llegan los funcionarios. Las manifestaciones y los escraches tienen la misma finalidad. Todos sabemos que ante determinados problemas los responsables van a actuar sólo si hay presión mediática. En síntesis, esos problemas sólo "existen" si son percibidos por los medios.
Como ciudadanos acostumbramos a obrar igual: reaccionamos ante lo que nos ponen los medios en sus pantallas. Para una importante mayoría, los pobres existen si se da una polémica en los medios; luego son una realidad que preferimos no mirar a la cara y, por lo tanto, "dejan de existir". A pesar de eso, nos quejamos de que los dirigentes políticos no están donde debieran a menos que las cámaras los obliguen. Sin embargo, los ciudadanos actuamos en la misma lógica de acción y reacción.
Los ciudadanos reclamamos presencia a los políticos y atención a los problemas, pero nosotros mismos somos ciudadanos ausentes. Deliberadamente ausentes, además, de la participación política (y con las mejores excusas; la primera es que la política es algo "sucio" y por lo tanto nosotros, ciudadanos honorables, no podemos participar en ella).
Para peor, muchas veces vivimos ausentes de los lugares en los que se supone que estamos. Basta presenciar reuniones -incluso de amigos- en las que los participantes están más pendientes de sus celulares que de las personas allí congregadas. Vivimos pendientes de lo que pasa en otras partes y no de lo que les pasa a los que están allí con nosotros. Mediante nuestros celulares, dialogamos con los que están lejos, pero miramos poco a los ojos del que está cerca. Nos preocupamos por ser percibidos por los lejanos, pero no reconocemos la "existencia" -su vida, sus sentimientos, sus esperanzas- de los que tenemos cerca.
Así llegamos a la paradoja: cada vez más tendemos a estar sin estar, y les pedimos a los políticos profesionales que estén donde deben y hagan lo que les corresponde.
Algo no anda bien. No puede funcionar bien un sistema en el que todos estamos en otra parte.
Sacerdote jesuita, miembro del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS)
Bitácora devenida Golfista, temporal y afortunadamente. La sabiduría es ante todo conocimiento de si - proverbio chino.
lunes, septiembre 21, 2015
viernes, septiembre 11, 2015
Maestros varios
El término maestro tiene mas de diez acepciones.
Desde un adjetivo que por su perfección se destaca entre las de su clase, pasando por la persona que compone música o dirige una orquesta, hasta el oficial de un oficio manual. También están las relacionadas con la formación: persona muy diestra, con profundos conocimientos en alguna materia, quien enseña un arte, ciencia u oficio, especialmente en el primer ciclo de la enseñanza.
Elijo aquella que reza: todo lo que enseña o alecciona.
Por ende, como no solo de pan vive el hombre, no solo en las aulas uno aprende.
Elijo aquellos maestros sin título, que contagian la polenta, energía y pasión con su ejemplo, con su coherencia, y con su constancia.
Son mis maestros, los mozos de los bares que adoro, esos que atienden en forma diligente, y optan por no hablarme de personas.
Los conductores radiales, que adoro sintonizar, porque me sanarán con su estilo, despojado de soberbia, y siempre alentando al radioescucha.
A los comerciantes, que abren su negocio puntualmente, tienen el negocio limpio, con productos que jamás están vencidos, y redondean a favor de su cliente.
A los alumnos que pese a sus notas bajas, siguen yendo con entusiasmo a clase.
A las personas que siguen una rutina, con amor, sin desfallecer, y no la dejan de hacer, porque saben que hay beneficiarios.
A los conductores que son gentiles, en todo momento, y respetan las normas de tránsito para que nos manejemos mejor, en la calle y en la vida.
A los músicos, esos que podemos poner cualquier disco de ellos, y sabremos que no saldremos defraudados, sino reinventados como mejores personas.
A las personas que no chapean sus títulos, y se mezclan entre la gente, para ver como pueden ayudar. Pienso en infinidad de personas, con formación o sin ella, pero que promueven el bien público y el emponderamiento de las sociedades.
A todos los que rezan silentemente por la humanidad, por sus conocidos y desconocidos, y lo hacen con la constancia de la fe.
A las personas que no profesan religión alguna, pero respetan profundamente las creencias de los demás.
A miles de maestros que tuve en la radio, en la TV, en internet, y jamás se enteraron cuánto aprendí, aprendo y aprenderé de ellos.
A todos aquellos que me ayudaron a crecer como persona en las aulas, primarias, secundarias, terciarias, universitarias.
A Domingo Faustino Sarmiento, por su cosmovisión y testarudez.
A Tim Berners Lee, por promover el trabajo colectivo.
A César Milstein, por su fatuo fueguito.
A Pedro Opeka, por su tenacidad para promover a los malgaches.
Por ellos y por muchos más, Adrián Iaies recrea un himno.
Grazie mille!
Desde un adjetivo que por su perfección se destaca entre las de su clase, pasando por la persona que compone música o dirige una orquesta, hasta el oficial de un oficio manual. También están las relacionadas con la formación: persona muy diestra, con profundos conocimientos en alguna materia, quien enseña un arte, ciencia u oficio, especialmente en el primer ciclo de la enseñanza.
Elijo aquella que reza: todo lo que enseña o alecciona.
Por ende, como no solo de pan vive el hombre, no solo en las aulas uno aprende.
Elijo aquellos maestros sin título, que contagian la polenta, energía y pasión con su ejemplo, con su coherencia, y con su constancia.
Son mis maestros, los mozos de los bares que adoro, esos que atienden en forma diligente, y optan por no hablarme de personas.
Los conductores radiales, que adoro sintonizar, porque me sanarán con su estilo, despojado de soberbia, y siempre alentando al radioescucha.
A los comerciantes, que abren su negocio puntualmente, tienen el negocio limpio, con productos que jamás están vencidos, y redondean a favor de su cliente.
A los alumnos que pese a sus notas bajas, siguen yendo con entusiasmo a clase.
A las personas que siguen una rutina, con amor, sin desfallecer, y no la dejan de hacer, porque saben que hay beneficiarios.
A los conductores que son gentiles, en todo momento, y respetan las normas de tránsito para que nos manejemos mejor, en la calle y en la vida.
A los músicos, esos que podemos poner cualquier disco de ellos, y sabremos que no saldremos defraudados, sino reinventados como mejores personas.
A las personas que no chapean sus títulos, y se mezclan entre la gente, para ver como pueden ayudar. Pienso en infinidad de personas, con formación o sin ella, pero que promueven el bien público y el emponderamiento de las sociedades.
A todos los que rezan silentemente por la humanidad, por sus conocidos y desconocidos, y lo hacen con la constancia de la fe.
A las personas que no profesan religión alguna, pero respetan profundamente las creencias de los demás.
A miles de maestros que tuve en la radio, en la TV, en internet, y jamás se enteraron cuánto aprendí, aprendo y aprenderé de ellos.
A todos aquellos que me ayudaron a crecer como persona en las aulas, primarias, secundarias, terciarias, universitarias.
A Domingo Faustino Sarmiento, por su cosmovisión y testarudez.
A Tim Berners Lee, por promover el trabajo colectivo.
A César Milstein, por su fatuo fueguito.
A Pedro Opeka, por su tenacidad para promover a los malgaches.
Por ellos y por muchos más, Adrián Iaies recrea un himno.
Grazie mille!
jueves, septiembre 10, 2015
Día del maestro: música ad hoc
La gentil Gabi Carel, nos convida con la zamba de Renata Laguna, hermana de Juanito.
Ideal para repensar en estos días de maestros y migrantes, pa' promover la fraternitas.
Ideal para repensar en estos días de maestros y migrantes, pa' promover la fraternitas.
Atleta de los pies a la cabeza
Abebe Bikila pasó a la historia el 10 del septiembre de 1960, en los Juegos Olímpicos de Roma. Aquél día, un etíope desconocido empezó la maratón descalzo. Hecho que no fue voluntario, sino porque tenía ampollas en los pies, y las zapatillas que le dieron para correr, no le resultaban cómodas.
El atleta se encargaría de darle un toque heroico al final de la prueba.
“Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con determinación y heroísmo”, dijo.
El mundo quedó fascinado viendo a un atleta correr descalzo, al tiempo que pensaban que así no llegaría a ninguna parte. Pero el etíope tocó el cielo con las manos.
Bikila se destacó muy pronto sobre el empedrado romano y junto con el marroquí Rhadi Ben Abdesselam, gran favorito, llegaron parejos hasta los últimos 3 kilómetros. Cuando ambos pasaron junto al obelisco de Axum, expropiado a los etíopes, Abebe aceleró para llegar solo a la meta estableciendo un nuevo récord mundial de 2 hs., 15 min. Y 16 segs., ganando la medalla de oro. Bajo el arco de Constantino, el mismo desde el que Mussolini partió con su ejército a la conquista de Etiopía, Bikila redimió a los suyos, puso el mundo a sus pies, literalmente, y se coronó como el primer atleta negro africano en ganar una medalla olímpica.
Cuatro años más tarde, repitió la gesta en los Juegos de Tokio de 1964.
En esta ocasión, corrió con zapatillas y se convirtió en el primer atleta de la historia en revalidar el oro olímpico en maratón batiendo de nuevo el récord del mundo con 2 hs., 12 min. Y 11 segs.
Lo hizo a lo grande, corriendo prácticamente solo en la punta a lo largo de toda la prueba, para enloquecer al público nipón. Se convertía así, en el primer atleta en revalidar el título olímpico de maratón, algo que después de Abebe, sólo fue logrado por el alemán Waldemar Cierpinski (Montreal'76 - Moscú'80).
Bikila ya era todo un héroe en Japón, porque tres años antes se había impuesto en la maratón de Osaka. Más de un millón de personas presenciaron la gesta del etíope, que seis semanas antes había sido operado de apendicitis y que rebajó su propio récord del mundo y llegó tan entero a la meta que esperó a sus rivales haciendo ejercicios de estiramientos.
En los Juegos Olímpicos de México'68 Bikila, ya con 36 años no pudo hacer triplete por culpa de molestias en su rodilla y, sobre todo, porque padeció el mal de altura, que le obligó a retirarse en el kilómetro 17.
Antes de retirarse, animó a su compatriota Mamo Wolde que seguía en carrera:
"no puedo seguir corriendo porque estoy sin fuerzas. La responsabilidad de ganar una medalla de oro para Etiopía está en tu hombro".
Wolde recogió el guante, y terminó la carrera en primer lugar.
Aquella fua la última participación de Abebe.
En 1969 el atleta sufrió un grave accidente con el coche que el gobierno le había regalado por su victoria en Tokyo. El accidente le paralizó los miembros inferiores de su cuerpo, impidiéndole volver a correr...
Tras sufrir este accidente el atleta declaró "los hombres de éxito conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase en los Juegos Olímpicos, y fue la voluntad de Dios que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que aceptar ambas circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz".
El atleta se encargaría de darle un toque heroico al final de la prueba.
“Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con determinación y heroísmo”, dijo.
El mundo quedó fascinado viendo a un atleta correr descalzo, al tiempo que pensaban que así no llegaría a ninguna parte. Pero el etíope tocó el cielo con las manos.
Bikila se destacó muy pronto sobre el empedrado romano y junto con el marroquí Rhadi Ben Abdesselam, gran favorito, llegaron parejos hasta los últimos 3 kilómetros. Cuando ambos pasaron junto al obelisco de Axum, expropiado a los etíopes, Abebe aceleró para llegar solo a la meta estableciendo un nuevo récord mundial de 2 hs., 15 min. Y 16 segs., ganando la medalla de oro. Bajo el arco de Constantino, el mismo desde el que Mussolini partió con su ejército a la conquista de Etiopía, Bikila redimió a los suyos, puso el mundo a sus pies, literalmente, y se coronó como el primer atleta negro africano en ganar una medalla olímpica.
Cuatro años más tarde, repitió la gesta en los Juegos de Tokio de 1964.
En esta ocasión, corrió con zapatillas y se convirtió en el primer atleta de la historia en revalidar el oro olímpico en maratón batiendo de nuevo el récord del mundo con 2 hs., 12 min. Y 11 segs.
Lo hizo a lo grande, corriendo prácticamente solo en la punta a lo largo de toda la prueba, para enloquecer al público nipón. Se convertía así, en el primer atleta en revalidar el título olímpico de maratón, algo que después de Abebe, sólo fue logrado por el alemán Waldemar Cierpinski (Montreal'76 - Moscú'80).
Bikila ya era todo un héroe en Japón, porque tres años antes se había impuesto en la maratón de Osaka. Más de un millón de personas presenciaron la gesta del etíope, que seis semanas antes había sido operado de apendicitis y que rebajó su propio récord del mundo y llegó tan entero a la meta que esperó a sus rivales haciendo ejercicios de estiramientos.
En los Juegos Olímpicos de México'68 Bikila, ya con 36 años no pudo hacer triplete por culpa de molestias en su rodilla y, sobre todo, porque padeció el mal de altura, que le obligó a retirarse en el kilómetro 17.
Antes de retirarse, animó a su compatriota Mamo Wolde que seguía en carrera:
"no puedo seguir corriendo porque estoy sin fuerzas. La responsabilidad de ganar una medalla de oro para Etiopía está en tu hombro".
Wolde recogió el guante, y terminó la carrera en primer lugar.
Aquella fua la última participación de Abebe.
En 1969 el atleta sufrió un grave accidente con el coche que el gobierno le había regalado por su victoria en Tokyo. El accidente le paralizó los miembros inferiores de su cuerpo, impidiéndole volver a correr...
Tras sufrir este accidente el atleta declaró "los hombres de éxito conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase en los Juegos Olímpicos, y fue la voluntad de Dios que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que aceptar ambas circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz".
Un maratonista todo terreno
El 10 de septiembre de 1960, en la maratón de los Juegos Olímpicos de Roma de 1960, el etíope Abebe Bikila ganaba una maratón histórica. No solo por recorrer los 42 kmts. en 2 hs. 15 minutos y 16 segundos, fijaos en el videillo, "cómo lo hizo".
Sin palabras ...
Así se coronó como el primer campeón olímpico negro africano.
Groso el Abebe!
Sin palabras ...
Así se coronó como el primer campeón olímpico negro africano.
Groso el Abebe!
lunes, septiembre 07, 2015
Tarde en Punta Cuevas
Habitualmente la felicidad es esquiva, o al menos escurridiza. Digo, no solemos ser conscientes de esos momentos precisos e imborrables, a medida que los transitamos.
Afortunadamente, y merced a mi gran amor, mi genial Cristina, pude ir viviéndolos profundamente despacito, desde el pasado miércoles, hasta ayer domingo. Porque el festejo cumpleañero familiar tuvo lugar en el camping de Punta Cuevas, por motivos que no se como se nos ocurrieron. Dimos con el lugar preciso, la gente justa y la pasamos joia, sin cuestiones rimbombantes.
El asado fue la excusa, pero no el centro. Simplemente juntarse en familia a pasarla bien. Dios nos iluminó, nos alimentó. También nos hizo reir, por cosas simples. El centro no fueron el morfi, ni el alcohol, sino algo mas complejo de captar, la trama de la vida. Ese milagro que pasa rapidito, y que uno solo contempla y disfruta, cuando logra bajar la velocidad del cuadro, algo que suele ejercitar mi compañero RadioViajero, el monje zen Fernando.
Gracias por urdir la trama de un festejo, tan simple como luminoso. Lukitas comentó que hasta el Indio (del monumento madrynenses cercano), miraba de reojo nuestra parrilla, y se salía de la vaina por arrimarse a la animada mesa. Casa cosa!
Afortunadamente, y merced a mi gran amor, mi genial Cristina, pude ir viviéndolos profundamente despacito, desde el pasado miércoles, hasta ayer domingo. Porque el festejo cumpleañero familiar tuvo lugar en el camping de Punta Cuevas, por motivos que no se como se nos ocurrieron. Dimos con el lugar preciso, la gente justa y la pasamos joia, sin cuestiones rimbombantes.
El asado fue la excusa, pero no el centro. Simplemente juntarse en familia a pasarla bien. Dios nos iluminó, nos alimentó. También nos hizo reir, por cosas simples. El centro no fueron el morfi, ni el alcohol, sino algo mas complejo de captar, la trama de la vida. Ese milagro que pasa rapidito, y que uno solo contempla y disfruta, cuando logra bajar la velocidad del cuadro, algo que suele ejercitar mi compañero RadioViajero, el monje zen Fernando.
Gracias por urdir la trama de un festejo, tan simple como luminoso. Lukitas comentó que hasta el Indio (del monumento madrynenses cercano), miraba de reojo nuestra parrilla, y se salía de la vaina por arrimarse a la animada mesa. Casa cosa!