Con una imagen que ciertamente no ayuda en nada, porque ofende a la mayoría de los creyentes, el semanario Charlie Hebdo decidió conmemorar la masacre de enero de 2015, donde asesinaran a 12 personas en un hecho inenarrable y repudiable.
En la polémica y reciente tapa, se anuncia: “Un año después, el asesino sigue en libertad", mientras la viñeta representa a Dios con el hábito manchado de sangre, personificandolo como un terrorista, cargado con un fusil de asalto soviético.
El episodio, no es novedoso, porque Charlie Hebdo supo engalanarse detras de la bandera de un laicismo, pero lejos de respetar a quienes piensan distinto, buscan el punto de confrontación, haciendo uso de la injuria, llevandola a puntos de no retorno.
Personalmente, me gusta el humor inteligente, el provocador, pero luego de los hechos de 2015, parece que Charlie Hebdo no reconoce límites, y busca provocaciones innecesarias, en situaciones poco oportunas.
En su editorial del lunes 4 de enero, Paolo Mieli en el Corriere della Sera, afirmaba “en la línea de Charlie Hebdo se aprecia una triste paradoja de un mundo siempre más atento a lo ‘políticamente correcto’, al punto de llegar a lo ridículo, pero que no quiere reconocer ni respetar la fe en Dios de cualquier creyente sin importar el credo que profese”.
Peor aún, el polemista semanario francés olvida (una vez más), aquello que todos los líderes religiosos de distintas confesiones están repitiendo desde hace un tiempo para rechazar la violencia en nombre de la religión: usar a Dios para justificar el odio es una injuria, una ‘blasfemia’.
El presidente del Consejo Francés de culto musulmán, Anouar Kbibech, dijo que la portada del semanario es una imagen que “hiere a todos los creyentes de las distintas religiones: es una caricatura que no ayuda, en un momento en el que necesitamos encontrarnos todos juntos, codo a codo”.
Particularmente creo este un modo infeliz de recordar a sus muertos, y lejos de buscar la concordia, el semanario persiste en una línea incomprensible para las personas de buena voluntad.
Lenta e inexorablemente, Charlie Hebdo vira del humor hacia la intolerancia a todo aquel que piense distinto.
Un fanatismo, que no es ninguna humorada.
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