martes, octubre 11, 2005


La imaginación al poder

Adjunto una colaboración del buen y gran compañero Renato Zarate Baños. El tipo es mexicano y compartimos el curso del IIPE. Sin embargo la cosa es que amén del tema social/educativo, el hombre escribe. ¡Y como! Va una copia de su cuentico.

¡Gracias Renato!
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A la niña morena le daba miedo
Cuento que cambia cada vez que se cuenta
Para Mayahuel y Renato
que me iluminan en mis días y mis noches.


A la niña morena le daba miedo quedarse a oscuras después de que mamá la besaba y le decía que soñara con los angelitos.
Miraba con sus ojitos espantados cada rincón de su cuarto, y el corazón le brincaba si percibía algún sonido extraño.
Así la pasaba, de susto en susto, hasta que el sueño la liberaba de su tormento.
Una noche de octubre le dio por correr las cortinas de la ventana que quedaba justo sobre de su cabeza, apurada por descubrir al pájaro-fantasma que hacía “p´st, p´st” desde la noche. Admirada, descubrió el cielo iluminado por millares de luces, tan hermoso era el paisaje que hasta del pájaro-fantasma se olvidó para quedarse mirando, hipnotizada, cada uno de esos destellos.
Repuesta de su sorpresa, comenzó a contar una a una las estrellas. Primero de la derecha a la izquierda, llevaba su cuenta con mucha emoción, hasta que la vista se le nublaba de tanta luz y se quedaba dormida, con sus ojitos cerrados dirigidos al cielo.
Después de tres o cuatro noches que con tenacidad intentó llevar la cuenta de memoria, se propuso anotar en un papel para no equivocarse. Pasó de los números a las rayitas para terminar con un intento de dibujar un punto por cada una de las estrellas, hasta que se percató que el papel se había acabado y ella no había abarcado ni siquiera un pedacito de cielo que la hiciera guardar la esperanza de terminar algún día.
Esa noche se durmió un poco triste, el entusiasmo de los días anteriores no le había permitido medir la magnitud de la tarea que se había puesto enfrente.
Al día siguiente, cuando hacía el camino de regreso de la escuela a su casa, miró la piedra que había para sentarse en la puerta una casa en la que diario se detenía a tomar un respiro, se acordó que su abuelo se sentaba todas las noches en una piedra igual y se quedaba mirando el cielo, algunas veces lo escuchó roncar, pero otras, se acercaba sigilosa para asustarlo y él, juguetón, le gruñía de una forma que acababa por espantarla más.
Entonces, pensó que de seguro él, con tantos años encima, sí sabía como hacer las cuentas de ese cielo. Decidió preguntarle esa misma noche.
El viejo apenas y movió la vista un poco cuando la escuchó, ella notó que lo había inquietado, pensó que tal vez había estado mal preguntarle una cosa tan difícil. Estaba a punto de regresar a su casa cuando sintió la mano cariñosa sobre su hombro y escuchó lo siguiente:

I. Primera noche
¿Para que quieres contar las estrellas?
Yo también lo intenté hace muchos años, porque tenía la ambición de atesorarlas, como el avaro las monedas, después de muchos intentos, descubrí que podía tenerlas todas si miraba al cielo en su conjunto, de ese modo, entraban como un río desde mis ojos hasta mi corazón y sentía como si viajara de un lugar a otro, flotando entre ellas, ahí encontré otros corazones como el mío, también flotando.
II. Segunda noche
¿Para que contar las estrellas?
Yo también lo intenté hace muchos años, porque creía que eran todas iguales y se podían poner en una caja como manzanas. Descubrí que son diferentes, que algunas brillan fuerte y otras apenas tiritan, que unas tienen luces amarillas, otras blancas y algunas casi rojas; que algunas alegres salen diario y otras, muy tímidas, apenas se aparecen de cuando en cuando.
Ahora las disfruto tal cual son, diferentes, como se les ocurre aparecer, a veces alimentan mi alegría, a veces consuelan mis tristezas, siempre hay alguna, que me sonríe aunque sea un breve instante. Las dejo que vengan a mi vida, libres, sin intentar ponerlas en cajones.
III. Tercera noche
¿Para que contar las estrellas?
¿Que se te ocurre?
Escríbelo…

Final
Desde entonces, la niña ya no le tiene miedo a la oscuridad de la noche, porque sabe que, aunque esté nublado, siempre hay luces en el cielo. Se acuesta contenta y recibe el beso de su madre con los ojos cerrados, después corre un poco las cortinas, mira el cielo un momento y se duerme en la oscuridad, con una gran sonrisa.
A veces, de plano deja abierta la ventana y su corazón navega feliz entre las luces.


Renato Zárate Baños
Buenos Aires, desde hace 12 años contándolo, hoy lo comienzo a escribir.
Octubre del 2005.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah! ese ya me lo habian contado. Pero aun me sigue gustando.
Gracias por escribirlo. Ojala otros niños lo sigan reeinventando.

Anónimo dijo...

De las noches, las de Octubre son las más hermosas...

Anónimo dijo...

He imaginado muchos finales, sobre todo debido a que, como a la niña morena, me inquieta mucho saber si el número de estrellas tiene fin, o, mas aún, si existe un lugarcito en ese mar donde podamos refugiarnos, no solo en las noches de insomnio, sino cuando ya no tengamos nada que hacer en esta tierra.
O donde podamos encontrarnos con los seres que queremos y deseamos decirles cosas que no dijimos cuando los tuvimos enfrente.
De alguna manera esa inmensidad, ademas de ponernos en permanente admiración, tambien nos significa una esperanza de enderezar el rumbo, de completar las cosas incompletas.
Por eso le gritamos a la noche, cuando nos sentimos abandonados, cuando nos desborda alegría, o cuando simplemente recordamos a los buenos amigos, sin nostalgia, con la gran satisfacción de haberlos tenido.
Un degradado y feliz soldado raso

Quique Figueroa dijo...

Un comentario tan agudo no podía venir de otra tierra que no fuese la de Oaxaca.
Hace 48 hs. dí con un hermoso libro llamado "Zapatistas, un nuevo mundo en construcción", de Guillermo Almeyda y Emiliano Thibaud. Estoy aprendiendo de ese movimiento tan peculiar, viendo bellas fotos y relatos estremecedores. Ahora veo cuan poco sabía sobre esa gesta, y cuanto poeta suelto hay en nuestro continente latinoamericano.
Australes saludos de otro feliz soldado raso, QF