Las palabras de Jorge, me llamaron la atención y decidí compartirlas.
Encuentro algún parecido entre su modus escrivendi y el estilo de Enrique Vera Villalobos, persona que me sorprendió por llevar la filosofía a flor de piel.
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Los libros son muchas cosas, desde palimsestos a soportes digitales, y, a la par, diversas relaciones con ellos.
Ante todo son como una selva de promesas de comuniciación de conocimiento y de experiencia humana que espera con silenciosa seducción tras las tapas.
En torno de su geográfía, según la región de que se trate, se constituyen getos o páises que hablan un mismo dialecto según el área de los libros en donde habitan y frecuentan. Los de una región de libros, dificilmente se entienden con los otros que conocen otra porción de la biblioteca.
Algunos hablan de los libros como del tiempo: sólo como lugar de conversación para pasar a otra cosa.
Otros los usan como soportes de pedestal o de poder.
Hay quienes usan de los libros como objetos contundentes de poder o de objeto suntuario del poder.
Los más modestos, saben que los libros pueden ser un fetiche o una carta según como se los considere, y eligen la carta.
O lo que es lo mismo buscan al hombre que escribe, fragil y dolido, y que sueña con un encuentro con otro par, con otro hombre.
Tal vez los libros sean esa correspondencia que atraviesa el mar del tiempo. Y cuando llegan a nuestra costa les estamos agredecidos con su don.
Las bibliotecas son un hecho físico y externo.
La lecura un hecho íntimo y privado. Hay Eros en los libros.
Si es verdad lo que se dice, que se lee menos y se lee peor, tambíen puede suponerse que la pasión amatoria, por decrepitud o por enfermedad, ha disminuído.
¿La industria farmecéutica y los laboratoris no es al viagra, lo que la industrial cultural o editorial y la publicidad es a la lectura?
Pese a todo y con más razón, con [y como] Gastón Bachelar habrá que repetir la plegaria de que nos sean dados los buenos libros de cada día para que nos alimenten.
Jorge Mingarro
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