No funcaba el lavarropas. Temible y útil electrodoméstico si los hay.
Probé todas sus partes, ajusté, desarmé y volví a probar.
Nada.
Acudí al manual. Ensayé nuevas cuestiones. Idem.
Mi bolsillo arrugaba con tener que llamar a los posdoctorados en electromecánica, que se cotizan cual Stephen Hawking.
No me resignaba.
Nuevas variantes, me llevaron a inundar parcialmente el lavadero. Pero persistí. Y nada!
Al borde del desahuciamiento máximo, me arrodillé frente al aparato. Un poco para estudiarlo, y otro para instarlo a un Lázaro, lévantate y arranca!
Como quien no quiere la cosa, tuerzo la manguera que le provee agua, et voilá: arrancó.
No olvidéis que la física es omnipresente en las cuestiones cotidianas, y cuando una manguera está torcida, dificilmente el agua pase. Eureka!
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