1939 Einstein escribe una carta a Roosevelt en la que le sugiere la fabricación de la bomba atómica, de lo que luego se arrepintió por el resto de sus días.
1990 Irak invade Kuwait, lo que daría origen a la Guerra del Golfo / 1991 Argentina y Chile resuelven sus problemas limítrofes pendientes desde 1902, a excepción del que existe sobre Laguna del Desierto, que decidirá un tribunal arbitral / 1992 Croacia celebra elecciones presidenciales y parlamentarias, que ganan Franjo Tudjman y su partido, Comunidad Democrática. / 1996 muere Obdulio Varela, caudillo del fútbol uruguayo, autor de la emblemática frase: "los de afuera son de palo".
Capitán de la celeste, durante la final del mundial que se jugaba en el Maracaná en 1950, supo templar el ánimo de los charrúas, y jugó con inteligencia y psicología, amén de sus pies.
Cuenta la leyenda, incluso tendría que figurar en los libros de historia, que luego del gol brasileño convertido por Friaca en la final del mundo, Obdulio recorrió los treinta metros que lo separaban de la pelota, la cual descansaba en el fondo de la red, a paso lento pero firme, una vez que llegó hasta ella, la tomó con sus brazos y la colocó bajo su axila derecha y de ésta forma y con el mismo andar de antes, fue a reclamarle un off-side inexistente al juez de línea y de esa forma llevó el balón hasta el centro de la cancha, mientras el capitán se acercaba al centro del campo de juego, los 200.000 espectadores dejaron de mirar al goleador local y fueron callándose poco a poco hasta enmudecer por completo cuando Varela depositó la pelota en el centro del estadio, en ese momento llamó al árbitro y pidió un traductor, discutió la posición adelantada durante varios minutos. De ésta forma logró el objetivo de enfriar el partido además, en ese preciso instante, sin ningún tipo de arengas, le inoculó a sus diez compañeros una inyección de ánimo, y a partir de ese momento se empezó a gestar la levantada uruguaya al grito de: “ahora sí, vamos a ganar el partido”.
Luego Obdulio recordaría: “...Ahí me di cuenta que si no enfriábamos el juego, si no lo aquietábamos, esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar la reanudación del juego, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido. Entonces a paso lento crucé la cancha para hablar con el juez de línea, reclamándole un supuesto off-side que no había existido, luego se me acercó el árbitro y me amenazó con expulsarme, pero hice que no lo entendía, aprovechando que él no hablaba castellano y que yo no sabía inglés. Pero mientras hablaba varios jugadores contrarios me insultaban, muy nerviosos, mientras las tribunas bramaban. Esa actitud de los adversarios me hizo abrir los ojos, tenían miedo de nosotros. Entonces, siempre con la pelota entre mi brazo y mi cuerpo, me fui hacia el centro del campo de juego. Luego vi a los rivales que estaban pálidos e inseguros y les dije a mis compañeros que éstos no nos pueden ganar nunca, los nervios nuestros se los habíamos pasado a ellos. El resto fue lo más fácil.”.
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