Es el nombre del profesional legalmente habilitado para tratar las enfermedades de los animales. Los veterinarios cuidan de la salud de los animales desde que éstos nacen hasta que mueren, pero no siempre ha sido así. En sus orígenes, los veterinarios se encargaban sólo de los animales viejos, como indica el nombre de la profesión, que proviene, al igual que palabras como vetusto o veterano, del latín vetus 'viejo' o vetulus 'viejecillo', derivada a su vez del indoeuropeo wet- 'año'.
El Imperio romano, que basaba su poder en la fuerza de las armas, cuidaba muy bien de los soldados que se retiraban por edad, los veteranos, quienes contaban con numerosos privilegios, tales como la concesión de la ciudadanía romana y el otorgamiento de tierras. Era una manera de hacer sentir a los jóvenes reclutas que valía la pena enrolarse en las legiones del Imperio.
Y así como un soldado viejo ya no sirve para la guerra, lo mismo ocurría con los caballos viejos, los veterinus, que —a diferencia de los veteranos— no gozaban de privilegio alguno y eran destinados a la carga. Fernando Navarro, en su libro Parentescos Insólitos del Lenguaje, observa que, en cierta época, el plural femenino veterinae y el plural neutro veterina pasaron a designar a estas bestias de carga. Las veterinae sufrían muchos achaques por su edad, por más que todavía fueran útiles a sus propietarios. Esta situación propició el surgimiento de un nuevo profesional encargado de cuidar la salud de las veterinae: el veterinarius.
Mucho más tarde, estos profesionales extendieron su campo de acción a otras especies —pricipalmente aquellas vinculadas a algún tipo de explotación comercial— y lo ampliaron a animales de todas las edades.
El Imperio romano, que basaba su poder en la fuerza de las armas, cuidaba muy bien de los soldados que se retiraban por edad, los veteranos, quienes contaban con numerosos privilegios, tales como la concesión de la ciudadanía romana y el otorgamiento de tierras. Era una manera de hacer sentir a los jóvenes reclutas que valía la pena enrolarse en las legiones del Imperio.
Y así como un soldado viejo ya no sirve para la guerra, lo mismo ocurría con los caballos viejos, los veterinus, que —a diferencia de los veteranos— no gozaban de privilegio alguno y eran destinados a la carga. Fernando Navarro, en su libro Parentescos Insólitos del Lenguaje, observa que, en cierta época, el plural femenino veterinae y el plural neutro veterina pasaron a designar a estas bestias de carga. Las veterinae sufrían muchos achaques por su edad, por más que todavía fueran útiles a sus propietarios. Esta situación propició el surgimiento de un nuevo profesional encargado de cuidar la salud de las veterinae: el veterinarius.
Mucho más tarde, estos profesionales extendieron su campo de acción a otras especies —pricipalmente aquellas vinculadas a algún tipo de explotación comercial— y lo ampliaron a animales de todas las edades.
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