El domingo 21 de diciembre, en horas de la tarde, expiró Horacio Ferrer.
Hombre multifacético, ante todo escritor. También le caben otros oficios tales como poeta, letrista, tanguero y lunfardista, por citar (sólo) algunos.
Horacio Ferrer fue un vero rioplatense. Nació en junio de 1933 en Montevideo, y se radicó desde el año 1967 en Buenos Aires. Primero en Lavalle 1447, pleno centro porteño, en un departamento de los Ezcurra, su familia materna. En un bellísimo edificio, construido por Alejandro Bustillo. En 1976, se trasladaría al octavo piso del Hotel Alvear. Ferrer, fue un hombre de refinado gusto, sabedor de la importancia de vivir en lugares inspiradores.
Estudió arquitectura, varios años. No finalizó sus estudios, pero esta carrera, aumentaría su sensibilidad artística. En los 60' hizo experiencias junto a Agustín Carlevaro, arquitecto y guitarrista eximio, hermano de Abel, referente mundial de las cuerdas.
Ya por aquel entonces, Horacio escribía, pero para recitar, necesitaba música, porque de otro modo, las palabras no cobraban vida.
Aquí se condensan todas las letras orientales, los escritores, el clima de musicalizador de tangos del Sodre. Todo hará eclosión, y vendrá un género raro, infrecuente, como las baladas. Donde se suman Ferrer y Piazzola, ecuación que tiende al infinito.
Horacio Ferrer y Astor Piazzolla, se conocieron en el Ateneo, mítico bar oriental.
El primero tenía 15 años, y el marplatense 26. Ferrer confesó su admiración por el bandoneonista, quien ya había dejado la orquesta de Troilo y tenía formación propia.
El vínculo entre ambos sería prolífico. A tal punto, que apenas radicado en Bs.As., Horacio y Astor conciben María de Buenos Aires. Donde vio la luz esta idea, descabellada por cierto para aquella época? En La Barra, un reducto clásico, una fonda que funcionó eternamente en Libertador entre Callao y Rodríguez Peña, cerquita del depto. Piazzolliano.
Astor sabía que en Brasil, había una movida con ciertos ribetes similares: la de Vinicius. Por eso, ambos supiero que era el momento de renovar la canción porteña. Aunque pocos lo entenideron, porque estos fueron dos adelantados.
Y aquí nos detendremos, porque el resto es historia conocida: Chiquilín de bachín, Balada para un loco, composiciones únicas.
Pergeñadas por locos geniales y osados.
¿Algo mas? Si impulsó la Academia Nacional del Tango, que vio la luz en 1990.
En balada para mi muerte, predijo:
Moriré en Buenos Aires, ..
Flotará en mi silencio la mufa perfumada
de aquel verso que nunca te supe decir.
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