El autor de 'Walden' fue un lúcido naturalista, y un tipo radical para la vida. En el bicentenario de su nacimiento, lo evocamos y nos deja patitiesos.
¿Es posible que un individuo tenga razón y un Gobierno no?”.Es la pregunta que se formula Henry David Thoreau en "Defensa de John Brown"(1859), y resulta central para captar el irredento espíritu del autor.
La pregunta es retórica: formulada 13 años antes de la publicación del broli de marras.
Hete aquí que en 1846, Thoreau había sido detenido por negarse a pagar impuestos y debió pasar una noche en la cárcel.
Una versión antojadiza lo muestra en el momento en que Ralph Waldo Emerson, filo amigo y vecino, lo visita en la cárcel y le pregunta qué hace allí dentro.
- “¿Qué hace usted ahí fuera?” - le respondió Thoreau, perplejo.
Acerca de Thoreau, parece existir una visión sesgada, cuyo origen debe buscarse en la extraordinaria belleza y persuasión de Walden (1854), su libro más famoso.
Según este, el autor sería un mero naturalista que habría comprendido que la industrialización y la religión del progreso iban a suponer la desaparición de una vida más auténtica.
No se trata de que esto no sea cierto, sino de que esta visión soslaya el hecho más importante de la vida del escritor estadounidense: su ejercicio consecuente de una disidencia cuyo sentido, afirma su biógrafo Robert Richardson, era “la emancipación interior, pero no a expensas de ignorar el problema de la libertad física y política”. “En su naturaleza había algo de militar y de irreductible, siempre viril, siempre apto, pero rara vez tierno, como si no se sintiera bien más que en desacuerdo”, escribió Emerson.
Se sabe que, durante su estancia en Harvard, Thoreau rechazó que los alumnos fueran evaluados también en su moralidad, y se negó a “malgastar” un dólar en su diploma de final de carrera.
Su único trabajo por cuenta ajena, como maestro, terminó abruptamente cuando se opuso a aplicar castigos físicos.
Tampoco aceptó la idea de que lo sencillo debía ser narrado de forma simple, prueba de ello lo dan los siete borradores de Walden.
“La civilización que ha estado mejorando nuestras casas, no ha logrado mejorar a sus moradores”, constató Thoreau, quien se empeñó rabiosamente en probar la posibilidad de una vida más simple y digna cuyo sentido fuera “vivir profundamente y extraer todo lo maduro de la vida, vivir tan vigorosa y espartanamente como para infligir una derrota a todo lo que no fuese vida”.
Claro que la línea entre vivir de este modo, al máximo del mínimo, supone una línea muy delgada. Prueba cabal de ello, fue el joven Chris Mc Candless, quien luego de graduarse en la universidad de Emory, emprendió un viaje para Alaska, y vivir en medio de la naturaleza.
Queriendo emular a Thoreau en Walden, dió por tierra con su vida y murió de inanición en agosto de 1992. Chris fue un caso extremo, pero el mensaje de Thoreau no deja de interpelarnos, como así también el delgado hilo entre fanatismo y como sobrevivir en nuestra sociedad pese a todo, empezando por nos mismos.
Por eso , es fantástico plantearnos preguntas como las de Thoreau, acerca de nuestras acciones y/o equivocaciones.
Más aún, en estos tiempos de vida disrruptiva, donde la vida pareciera jugarse en 140 caracteres, una selfie, o en el acceso a una red social.
Pese a su aspecto hipster, Thoreau, no iba con la moda, sino con la coherencia, entre decir y hacer. Algo que sigue siendo un milagro, cada vez menos frecuente.
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