lunes, noviembre 02, 2020

Humor y alegría, san(t)os ingredientes para la Vida

Traemos a la mesa una exhortación apostólica .. (cronista, podrá ser menos críptico?).

Bueno es el título de una encíclica que lleva por título Gaudete et exsultate (otra vez con los soliloquios!). Eso se traduce como "Alegraos y regocijaos". Me gusta la castiza utilización de la segunda persona del plural. Resulta gráfica, aunque por estos lares no goce de popularidad. 

El documento es del Papa Francisco, se refiere al llamado a la santidad en el mundo actual. No es una cita antidiluviana, sino del siglo XXI, del reciente 2018.


Allí se describe al santo, como alguien capaz de vivir con alegría y sentido del humor, que sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado. La invitación nos lleva a encarnar el mensaje de Saulo de Tarso a los filipenses:  «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4,4).


No es algo privativo del Nuevo Testamento. Los profetas anunciaban el tiempo de Jesús como una revelación de la alegría: «Gritad jubilosos» (Is 12,6). Nehemías nos exhorta: «¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!» (8,10).


María, como buena dama ejercía la intuición y la escucha interior cantando: «Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» (Lc 1,47). Cuando pasaba el propio Jesús,  «toda la gente se alegraba» (Lc 13,17). Después de su resurrección, donde llegaban los discípulos había una vera  alegría (cf. Hch 8,8).


Para estos coronatiempos, Jesús nos da una seguridad: «Volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría» (Jn 16, 22).

Hay momentos duros, claro está, pero nada (ni naides) pueden destruir la alegría sobrenatural, que «se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo».


La alegría cristiana se concibe acompañada del sentido del humor, tal los casos de Tomás Moro, Vicente de Paúl, o en Felipe Neri. El mal humor no es un signo de santidad: «Aparta de tu corazón la tristeza» (Qo 11,10). Es tanto lo que recibimos del Señor, «para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17), que a veces la tristeza tiene que ver con la ingratitud, con estar tan encerrado en sí mismo que a veces nos volvemos incapaces de reconocer nuestros dones y regalos.


El amor paterno de Nuestro Padres nos invita: «Hijo, en cuanto te sea posible, cuida de ti mismo […]. No te prives de pasar un día feliz» (Si 14,11.14). Nos quiere positivos, agradecidos y no sin retorceduras: «En tiempo de prosperidad disfruta […]. Dios hizo a los humanos equilibrados, pero ellos se buscaron preocupaciones sin cuento» (Qo 7,14.29). 


En todo caso, seamos adaptables como el apóstol de los gentiles «Yo he aprendido a vivir con lo que tengo» (Flp 4,11). 


Defendamos la alegría  

Si queremos profundizar, alegrarnos y leer, entonces encontrémonos este lunes 2 de noviembre a partir de las 19:30 en la plataforma de zoom (ID 981 07 66 41 04 - Código 87 98 34).


Será el último encuentro de este contradictorio 2020 de las Lecturas Compartidas, espacio compartido por Silvina Chemen, y José Luis D'Amico y las comunidades de Bet-El, y el Centro de Estudios Bìblicos Ntra.Sra. de Sión, junto a un alegre grupo de lectores que valoran la unidad en la diversidad.

El encuentro tendrá (casi) tanta armonía como este momento musical: 


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