jueves, enero 04, 2007

La expresión de lo propio, y la comprensión de lo ajeno


¿Para qué ocuparnos de nuestra propia lengua? ¿No sabemos utilizarla “perfectamente” para defendernos en la vida?
Si, sin duda, todos nosotros gracias al idioma, podemos ocupar un lugar dentro de esa gran estructura que es la sociedad, fuera de la cual quedaríamos excluidos de la civilización y reducidos, como Robinson, a una existencia puramente individual.

En principio, una lengua es capaz de servir a las necesidades de expresión de todos sus hablantes. Lo que en algún momento le falte sabe suplirlo, unas veces tomando la palabra prestada de otra lengua, otras veces valiéndose de sus recursos de creación propios. Ahora bien, el hecho de que la lengua tenga una capacidad infinita de expresión no quiere decir que toda esa potencia esté de hecho en cada hablante. Cada uno posee una parcela de su lengua, suficiente para lo que necesita a diario. Es, por tanto, variable: existe una desigualdad, a veces grande, entre unos y otros en cuanto al dominio que tienen del idioma común.

Dentro de este arsenal, distinguimos una dimensión horizontal, con varios círculos concéntricos.
El más inmediato, es el ámbito local: la lengua hablada en una ciudad concreta presenta diferencias tanto más sensibles cuanto mayor es la distancia geográfica que las separa.
El segundo círculo es la región: no es igual la forma de hablar en una zona septentrional y en una meridional, o en una zona interior y otra costera, o en la capital y la provincia.

El tercero es la nación: las fronteras políticas marcan diferencias en cuanto al uso de la lengua común. Hay otra dimensión, vertical, esencial, constituida por el nivel sociocultural.

Evidentemente la forma de vida y el grado de cultura determinan diferencias en cuanto al uso de fomras lingüísticas y en cuanto a su capacidad de expresión.

Así como en la dimensión horizontal es el círculo mas interno, mas reducido, el que implica una mayor diversidad, es en la dimensión vertical, y se da en los estratos mas bajos. Como la personalidad lingüística de un individuo se define por la intersección de las dos coordenadas, el factor diversidad será más acusado en las personas confinadas en un ámbito local y con un nivel sociocultural poco desarrollado. Y no hay que perder de vista que, en un instrumento de comunicación como el lenguaje, así como un grado notable de unidad formal favorece el perfecto entendimiento entre los usuarios, la diversidad es un factor negativo, puesto que dificulta y oscurece el intercambio mas allá de los límites del entorno personal.

Este factor de diversidad no es absolutamente negativo: dentro de sus reducidos límites naturales, es perfectamente válido. Es al salir de ellos, cuando mas que un vehículo de comunicación se convierte en un obstáculo.

Para vivir en el mundo de hoy y para progresar dentro de la sociedad es preciso contar con una buena competencia lingüística.

Manuel Seco

Real Academia Española

1 comentario:

daniel cimadevilla dijo...

quiquey

como siempre las notas y comentarios del blog, son de lo mas amenas para leer.

yo abrí mi blog,
allí no hay para leer,
solo hay para mirar,
queda Ud oficialmente invitado.

un abrazo

Felip