Hubo mucho en estos días.
Esencialmente (entre otras), la 138º edición del British, que se jugó en Turnberry.
El experimentado Tom Watson (de tan sólo 59 años), llegaba a la ronda final, en punta. Todo el aliento estaba con el.
Y mirá vos, como es de especial este deporte (como la vida mesma), que se nos quedó sin combustible en los últimos tres tiros del hoyo final, abriendo la puerta a un desempate, donde perdió.
Hubimos de alentarlo, a tal punto que quedamos exhaustos, y hasta desolados. Porque todo el empeño y la intención que pusimos, se desvanecieron. Pero bueno, así es la vida en algunas ocasiones. No hay que buscar culpables.
El punto es que a lo largo del viernes, sábado y domingo, estuvimos convencidos que era posible vencer a las estadísticas, demostrar que lo improbable tiene lugar. Pero así, en el segundo de vida final del torneo, el destino le fue esquivo a Tom. Eso me mató. Tal como sucediera en 1999, cuando bajo otras condiciones, Jean Mon Ami Van de Velde, perdiera este mismo torneo. Allí nació el germen de un cronista que va por las cosas simples de la vida, defendiendo sueños y llevando el estandarte de ciertas personas, que aún sin triunfar ganan.
Pero, eso no es del agrado de los medios, ni de la televisión. Por eso, muchas cosas han de ser (o mostrarse) fashion: puaj!
Rescato a Tom, también a Jean, y a todos los seres anónimos, que día a día luchan por sus sueños, y nos transmiten/contagian un poco de esa llama tan necesaria para llevar a nuestros corazones y agrandar la llama de nuestra vida.
A todos aquellos que de algún modo participan de tan noble tarea, los saludo e invito a no cesar en tamaño esfuerzo.
Mi reconocimiento, y deseo de buenos augurios para ellos, que de algún modo también son amigos, seres alados y admirados.
Qué finde!
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