La palabra
El proceso creativo tiene muchos vericuetos. Una vez que se dan las condiciones, prácticamente la cosa aflora. Sea en forma oral o escrita.
Quizá esta última esté menos contaminada que la otra, pero ambas están intímamente ligadas.
Uno puede abstraerse de algunas cuestiones para leer un libro, o un artículo. Pero es mas difícil concentrarse en el discurso desde una escucha radial o televisiva.
Esta última puede ser una práctica solo apta para personas con un buen manejo en la escucha de los medios. Hay remedios. Uno eficaz es utilizar en forma reiterada la grabación de un programa de radio y escucharlo en distintas etapas y con distintos auditorios.
Es increiblemente multiplicador el hablar con autores, pero ya no de la escritura en si, sino de que motivos lo llevaron e impulsaron y como fue cambiando la idea inicial. Algo así como una metahistoria.
Esta cuestión obra como disparador. Primero para interesarse por un tema y un escritor determinado. Si esto da frutos, puede haber lecturas compartidas o charlas alrededor de algo.
Y en ese diálogo, la escritura surge en forma de palabra.
Pero pasar de una forma a otra, exige la escucha atenta, y concentrarse sobre las palabras que dicen los otros. Esto construye el germen de la palabra escrita. Hablar claro sobre temas que logren conmover, ver la historia con ojos humanos y reconstruir desde el pasado nuestro presente.
Fácil no es, pero tampoco imposible. Se puede generar un grupo con estética y vitalidad, o ubicarlo por vías no convencionales [correo electrónico o páginas de internet], pero en pos de la palabra. Generando y reconstruyendo el lenguaje, encendemos un fueguito que ilumina y da calor. Eso es lo que me atrapa en ciertas lecturas.
Juntar los fuegos. El laburo es arduo ...
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