Arrancamos bien la semana, ya dejamos de ser una familia con dos hijos propios y tres sobrinos devenidos hijos por 10 días.
Vale decir, la casa recuperaba sus dimensiones, con la inmensa alegría de haber aprendido un montón en este desafío de tomar como propios los hijos de otro, aunque sean cercanos.
Me voy con el Chino [Bursete] a Rawson. En el viaje como siempre hablamos de cualquier cosa, menos de laburo: en 17 kilómetros el tema puede ir de un extremo a otro, pero siempre desde una óptica fraterna [regla que siguen hasta las diatribas/insultos].
Desciendo del vehículo en la esquina del laburo, y cuando ingreso a mi oficina y voy a colgar el saco, detecto que era de un color distinto al del lompa: primera sorpresa. En fin, cosas del apuro!
Palpo los bolsillos y veo que están la billetera y los documentos. Ahhhh[livio].
Mas al extraer los docu[mentos], veo que subitamente mi rostro había mudado al del propio Oriental!
Allí descubrí el cruce de sacos. Al rato entonces me acerco a la delegación de la AFIP en Rw, y me topo con un maestro y sus discípulos, En este caso el Chino dando una clase sobre como regularizar la situación personal a gente de toda clase, oficio y edad. En pocos metros cuadrados Burset hacía uso de una pedagogía china [de allí su mote], ya que la audiencia escuchaba, y no despotricaba vs.el fisco como sucedería en ciudades varias.
Quise intercambiar los sacos, ya que estaba sobre el respaldo de la silla, pero algunos alumnos se habían encariñado con el circunstancial maestro, de modo tal que estando cerca de mi objetivo [mi saco], alguno espetó:
- Atentti al ladri!
El pandemonium era cercano, vi rostros que tornaban de la atención sobre planes de pago, hacia ese infractor irredento que ahora, amén de no pagar, quería llevarse la pertenencia de un tercero. Así percibí torvas y múltiples miradas, mas intercedió el Chino, haciendo como suele hacerlo él con uno de sus conocidos:
- Gracias Quique.
Y me fui. Huyendo no de la AFIP, sino de esos aplicados y devotos alumnos. Pero a las 2 cuadras topeme con las llaves del vehículo chino dentro de uno de mis bolsillos. Volví sobre mis pasos, y esta vez reingresé en forma aún mas silenciosa que la anterior, depositando las llaves sobre el escritorio del Chino recaudador. Ahora los que operaban la terminal de pagos, eran los deudores, que estaban haciendo un simulacro de pago, tan concentrados ellos, que no se percataron de mi ausencia. Para no despertar nueva ira, despedime sigilosamente, con un gesto, correspondido por una seña muda y fraterna del Guille. Ahora sí, volvía a ser yo mismo!
1 comentario:
Cuando parece que todo vuelve a la normalidad, los efectos se hacen sentir. Demasiada atención puesta en muchas partes a la vez! Gracias que no terminaste dando vos la clase de la AFIP y el Chino escribiendo en el blog!... Cecilia (de Madryn)
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