El día del Señor, solía ser un momento litúrgico en la Plaza de San Pedro.
El tradicional Angelus del mediodía, marcaba el saludo del Obispo de Roma para con su pueblo, y con los peregrinos que suelen acudir con viento, frío o calor. Pero a este peregrinar, sumaronse a lo largo del período franciscano, ovejas provenientes de rediles varios.
Cualquier ser humano, luego del viaje relámpago a Sarajevo, se hubiera dejado un par de días para recomponerse del esfuerzo y las tensiones. Pero el cura porteño, sabe que la Paz se construye a diario. Con mas hechos que palabras.
Por tal motivo, en medio de fuertes dispositivos de seguridad, tuvo un viaje fantástico a esta ciudad, que calificó como la Jerusalén de Occidente.
La agenda franciscana es pobre, en aquello referido a temas de descanso.
Nuestro Francisco es un incansable laburante. Como orador, pastor observador, hombre de estado. Siempre, y ante todo, es un hombre de Dios.
Probablemente por eso, muchas veces no entendamos (primera persona del plural), parte de sus actos, sus comentarios o agendas.
El curita de Flores, sabe que tiene que trabajar como ingeniero de puentes (no en vano es pontífice), todos y cada uno de los días de su papado.
No tiene problema en calzarse el casco protector/solideo, y saltar al terreno.
Así lo demuestra su febril actividad, y los beneficios que está logrando.
Repasemos, a quien se le ocurre luego de la visita apostólica a Sarajevo, tener dos audiencias con presidentes, para el día siguiente, a horas de regresar a casa? Y nada menos que con los mandatarios de Argentina, y de Venezuela!
En fin, las cosas se fueron encaminando, porque el día sábado, el presidente Maduro canceló su visita, aduciendo gripe y otitis.
Dudosa excusa, pero al buen Francisco le descomprimió parte de la agenda. Porque al mediodía rezó el Angelus, junto a la multitud. Habló de su viaje a Bosnia Herzegovina, de la fiesta de Corpus Christi, y adelantó la festividad del Sagrado Corazón (12 de junio).
Ya con ese fixture, el Papa, se ganaba el campeonato de Andariegos Incansables.
Almuerzo, un descanso instantáneo y luego recibió en audiencia privada a la presidente Cristina Fernández de Kirchner en un despacho que el pontífice tiene en el Auditorio Pablo VI.
Allí vino un momento para el cual, Jorge Bergoglio parece estar entrenado, física y mentalmente. Primero porque cada vez que recibe una comitiva argentina, el rígido protocolo de la Santa Sede se altera. Literalmente,
Como era de esperar, el grupo que acompañaba a la mandataria era por demás numeroso, pero supieron mantener la cordura. El tema que empezó a inquietar a las propias autoridades de la Santa Sede, fue el tiempo, por el cual conversaron Cristina y Francisco. Los primeros 45 minutos eran esperables. Cuando el cronometro superó los 55', Monseñor Georg Gansewein, prefecto de la Casa Pontificia, evidenció cierto nerviosismo. Por ende, mientras departía en la sala contigua con el resto de la comitiva, monitoreaba al mayordomo Sandrone, quien se acercaba hasta la puerta del despacho, y escuchaba que ambos jefes de estado seguían conversando.
Si a esto, le sumamos el humanitario gesto del ceremoniero, Mons. Guillermo Karcher, quien guareció de la lluvia a un grupo de periodistas que no estaban acreditados, haciéndolos pasar, la diplomacia vaticana estaba caldeada.
Cuando después de 90' abrieron la puerta y aparecieron Cristina y Francisco, muchos respiraron con alivio. Luego vendría el intercambio de regalos y la finalización era inminente.
El vocero de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, sj, soportó estoicamente, pero una sonrisa se le escapó. No era para menos, luego de la jornada de Sarajevo.
Por ende, todos los comentarios que suelen colmar ríos de tinta, son para libre interpretación de los compatriotas de Francisco. Siempre fue y sigue siendo un constructor de la Paz, y a eso se tiende preservando la democracia en las naciones. Pero, muchos ven un metamensaje político en cada gesto franciscano.
Mas allá de las especulaciones, el Santo Padre, aboga por cobijar a todos, y hacer que formemos parte de una gran familia, donde desde la gran diversidad de ideas y opiniones, tendamos al bien común.
Cuestión que parece críptica para varios sectores algunos políticos, otros periodísticos, y aún dentro de la propia Iglesia Católica, confirmando que nadie es profeta en su tierra.
Así nos saludó Francisco ayer, confirmando su mirada que trasciende el horizonte:
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