La semana pasada entre brindis, vapores etílicos y abrazos varios, hube de extraviar un portalápices con un par de estilográficas muy apreciadas. Hice de todo: busqué en casa, ordené y allí caí en la cruda cuenta que dichos artefactos no estaban en el hogar.
Como último recurso llamé a la empresa de transportes que cubre el trayecto Rawson - Trelew, y pregunté si entre los objetos extraviados no había aparecido el citado portalápices.
Lamentablemente, estos se hacían renuentes, y no pude siquiera escribir las cartas de salutación navideñas, o mensajes alusivos a los regalos. El domingo al ir a buscar al Benjamín a la terminal de ómnibus, apersoneme a la ventanilla de la empresa, para hacer la consulta en forma personal, igualmente infructuosa.
Hoy viernes 28, tomo el bondy, y dirijome hacia el dofon, como suelo hacer.
No era el interno 47, aquel donde yo tenía puestas mis esperanzas de reencuentro persona y estilográfica.
Sin embargo, como un acto reflejo hube de abrir el buche del penúltimo asiento y revisé la cajuela.
Miré y no había nada.
Incliné el marote, y pegadito a un costado del buche [uno por cada par de asientos], detecté una presencia familiar que dibujome una sonrisa imborrable para este día de los inocentes: la cartuchera y todo su contenido estaban intactos.
Huelgan las palabras.
Simplemente hay que dejar fluir el universo, y no desesperar.
1 comentario:
El flujo universal que le ha hecho sonreir es una sutil recompensa a sus ocupaciones (no a sus preocupaciones) :)
Aunque algo es cierto. No desesperar.
En mis brindis Ud. igualmente esta presente. :D
Atte
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