Los historiadores de los mitos navideños sitúan los orígenes de la Navidad en el s. IV, fiesta que cristianiza viejos ritos ancestrales paganos, celebrados en honor del sol.
El nacimiento de Jesús ocurrió en tiempos del emperador Augusto, poco antes de morir Herodes I (37-4 a.C.), entre cuatro y siete años de adelanto sobre el calendario que marca la era cristiana. Probablemente, María no dio a luz en invierno (del hemisferio boreal), ya que «había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche al raso velando sus rebaños» (Lc 2,8). En Palestina los pastores velan los ganados de marzo o abril a noviembre, es decir, en primavera, verano u otoño. El invierno es en Palestina frío y lluvioso, escasamente apto para que los pastores velen sus rebaños.
En tiempos de Jesús se acostumbraba a caminar de un lugar a otro en caravana, con objeto de ayudarse los viajeros entre sí y de defenderse de posibles ladrones de caminos. Puede que María, embarazada de casi nueve meses, se retrasase con José y llegasen ambos a la posada los últimos del grupo. Lo cierto es que allí no había sitio y tuvieron que alojarse en el establo adyacente, donde nació Jesús. Algunos entendidos afirman que Jesús nació en un establo por discreción de sus propios padres, al buscar una legítima privacidad.
El albergue en el que José y María no encontraron habitación era quizás una posada de camino, con corrales y cuadras para las caballerías y algunos espacios comunes donde guarecerse.
La Navidad cristiana
El término Navidad es una contracción de la palabra Natividad -en latín Nativitas- que significaba entre los romanos el aniversario del nacimiento de un emperador o el día de su ascensión al trono. La fijación del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús o día de Navidad tiene que ver con los festejos paganos del solsticio de invierno (21 de Diciembre en el hemisferio boreal) en honor del dios solar o con ciertas especulaciones simbólicas, relacionando el 25 de marzo, fiesta de la anunciación, con el 25 de diciembre, fiesta de navidad, nueve meses más tarde, lapso de tiempo de una gestación humana.
Empecemos por la primera hipótesis derivada de las solemnidades religiosas. Las culturas religiosas antiguas celebraban anualmente el solsticio de invierno en las noches de finales de diciembre, largas y frías, eventualmente con lluvias, brumas, nieves y hielos. En esas noches aparecieron los ritos paganos de la muerte del sol y su nacimiento, concretados en el 25 de diciembre en Occidente y en el 6 de enero en Oriente. La fecha del día de Navidad aparece, pues, ligada a la naturaleza, ya que su noche se consideraba la más larga del año, momento religioso culminante del culto al sol, floreciente en los siglos II y III en la cuenca del Mediterráneo.
En el s. II los cristianos conmemoraban únicamente la Pascua de resurrección. El día que nació Jesús era para ellos secundario. La fe cristiana es fe en la resurrección de Jesús y de los muertos. Es necesario llegar a mitad del s. IV para conocer, por medio de un incipiente almanaque litúrgico del año 354, que Cristo había nacido en Belén de Judea el 25 de diciembre. Posiblemente no sabían en Roma que en Oriente ya existía la fiesta de Navidad, llamada Epifanía, el 6 de enero. Navidad podría remontarse quizás al año 300. No olvidemos que en los siglos III y IV la Iglesia luchaba a brazo partido contra el paganismo.
Cierto es que el emperador Constantino (312-337), una vez convertido al cristianismo, decretó como días festivos el primero de la semana o domingo y el 25 de diciembre, fiesta del nacimiento de Jesús. La Navidad cristiana apareció, pues, como cristianización de la fiesta pagana del nacimiento del sol invencible, que según el calendario juliano del año 45 a.C., se celebraba el 25 de diciembre. Como justificación se dijo desde entonces que Cristo es «sol de justicia» (Mal 4,2), «astro que nace de lo alto» (Lc 1,78), «luz para alumbrar a las naciones» (Lc 2,32) y «luz del mundo» (Jn 8,12; 9,5). San Agustín afirmó que Cristo es «el astro de las alturas».
Así se logró que en un mismo día coincidieran dos natalicios: el del sol y el de Jesucristo. Sencillamente se cristianizó la fiesta pagana del Natalis solis invicti («nacimiento del sol invencible») con la del Natalis solis iustitiae («nacimiento del sol de justicia») asociado a Jesucristo, según la aplicación del texto de Malaquías (3,20). De este modo los cristianos combatían la idolatría, se apartaban de las fiestas paganas y desarrollaban su propio culto.
La fecha del 25 de diciembre arraigó en el pueblo con rapidez. Desde Roma se extendió por la cristiandad. Constantino ordenó construir sobre el lugar del nacimiento de Jesús el año 326 una gran basílica, reconstruida en el s. VI por Justiniano I, de la que se conservan algunos restos. El papa Julio, a ruegos de san Cirilo de Jerusalén, fijó en el s. IV la fiesta de Navidad el 25 de diciembre. Nuevamente el papa Liberio decidió el año 354 que el 25 de diciembre se dedicase al creador del sol para contrarrestar la vigencia de los cultos solares paganos, todavía florecientes.
La Navidad adquirió una gran popularidad desde el s.VIII, al enriquecerse las ceremonias litúrgicas de ese día con lecturas, cantos y oraciones. En la Edad Media mejoró la fiesta con la instalación de belenes y canciones populares, que se transformarían en villancicos. Aunque conservó la Navidad un tono sencillo y campesino, con el tiempo se enriqueció y complicó desde un punto de vista familiar, social y comercial.
En Estados Unidos compartieron la Navidad católicos y protestantes desde 1607, año en que se celebró por primera vez esa fiesta en Norteamérica. Los italianos llevaron a América el belén y los anglosajones el árbol. Naturalmente la primera Navidad celebrada en el nuevo continente fue en 1492, dos meses después de la llegada de las tres carabelas. En realidad, Navidad ?tal como la conocemos hoy? es creación del s. XIX. Actualmente celebran la Navidad el 25 de diciembre anglicanos, protestantes y católicos. Para los ortodoxos, el nacimiento de Jesús es el 6 de enero, día de la Epifanía, antigua Navidad oriental.
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