En la edición del jueves 13 de septiembre de un matutino porteño, se publicaba un artículo titulado “Educación”, El mismo indica que “la Junta ha resuelto formar una Biblioteca Pública, en que se facilite a los amantes de las letras un recurso seguro para aumentar sus conocimientos. Las utilidades consiguientes a una Biblioteca Pública son tan notorias, que sería excusado detenernos en indicarlas... por fortuna tenemos libros bastantes para dar principio a una obra, que crecerá en proporción del sucesivo engrandecimiento de este pueblo ...”
Se contaba sólo con un local y dos bibliotecarios. Eran cinco habitaciones en los altos de la esquina de las porteñas calles Moreno y Perú. Por entonces calles de la Biblioteca y de los Representantes. Los dos bibliotecarios, en orden jerárquico eran: Fray Cayetano Rodríguez y Presbítero Saturnino Segurola. Y esto era todo; a partir de allí el ingenio tendría que ser el principal capital. Y lo fue.
El decreto 17650/54 establece que el 13 de septiembre se conmemore en todo el país el “DÍA DEL BIBLIOTECARIO”, como un homenaje a la labor de los bibliotecarios en favor de la comunidad.
¿Es importante la función de estas personas, en tiempos de internet, donde “todo parece estar al alcance de la mano”?
Consideramos que ahora es aún mas importante, porque altri tempi, el bibliotecario acercaba información. Hoy no solo eso, sino que nos ayuda a seleccionar en medio de la maraña de medios cuya hiperabundancia nos abruma y confunde.
El bibliotecario, infunde seguridad al lector, y en la medida que haya un mutuo conocimiento, el profesional de la info, probablemente acerque al lector obras o adelantos de las mismas vía correo electrónico, en función de gustos e intereses. Y esta sinergia no tiene parangón.
Las bibliotecas son lugares que describen a la perfección la cocina interna de un lugar.
Nada mejor para conocer una casa de altos estudios, que acercarse, antes que al aula magna o salones de eventos, a la biblioteca del lugar, ver sus instalaciones, y conversar con las personas que asisten a los lectores. Esto da una idea, acerca del espíritu de la organización.
Lectores y bibliotecarios conforman una unidad de díficil superación. E infinidad de veces, los bibliotecarios lograron despertar no solo curiosidad en sus clientes lectores, sino que posibilitaron afianzar u orientar vocaciones.
Por todo esto: ¡feliz día caros y nobles bibliotecarios!
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