jueves, julio 16, 2009

Aimé Bonpland (no confundir con Boudou)

Genial nota de La Nación

Aimé Jacques Alexandre Goujaud, conocido como Aimé Bonpland, llega a Cumaná, en lo que es hoy Venezuela, en 1799, a los 26 años, como compañero de Alexander von Humboldt.
Juntos habían emprendido una expedición científica que los llevaría durante cinco años en un viaje de deslumbramiento por las tres Américas: exploraron el Orinoco, estuvieron en Cuba, pasaron por Lima, vivieron un año en México y pasaron por los Estados Unidos.

Ese sería el inicio de una historia novelesca, en gran parte transcurrida en el extremo sur del continente, con reclusiones prolongadas, aventuras e intrigas políticas, inquietudes comerciales, y múltiples amoríos y matrimonios. Y todo eso ocurría mientras lograba reunir y enviar regularmente a Francia un herbario de 60.000 especies, 6000 de las cuales eran desconocidas en Europa.

"Bonpland es el último gran naturalista romántico", dice el historiador de la ciencia Miguel de Asúa, que, junto con el biólogo Pablo Penchaszadeh, rescata en una muestra que se inaugura hoy en el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (Angel Gallardo 470) esta figura de múltiples dimensiones.
"Es el representante más atractivo de esa estirpe de naturalistas viajeros franceses que emprendieron la aventura transoceánica en busca de especies nuevas y resultaron protagonistas de un encuentro de culturas y testigos participantes de los movimientos de independencia de América del Sur. Una persona que vivió más allá de su época", agrega.

"Fue una personalidad increíble, absolutamente desopilante -explica Penchaszadeh-. Fue médico, comerciante, llevaba rebaños de un lado a otro, tuvo una curtiembre y una plantación de yerba mate, se metió en la política de la época..."

Tras el "viaje a las tierras equinocciales", Bonpland regresa a Francia y se convierte en intendente y botánico de La Malmaison, palacio privado de Joséphine, esposa de Napoleón, en las afueras de París, donde se ocupaba del jardín, el invernadero y un extenso naranjal, y que pronto convierte en un centro internacional de intercambio y cultivo de plantas tropicales. Pero tras la muerte de la emperatriz decide regresar a América.

"Tenía ofertas de Simón Bolívar -cuenta Miguel de Asúa-, pero como éste estaba muy mal, optó por una segunda alternativa."

Contratado por Belgrano y Rivadavia, se establece primero en Buenos Aires, donde ejerce como médico durante tres años. En 1820 se instala en Santa Ana, Corrientes, hoy llamada Bonpland en su honor.

"Bonpland es el que reintrodujo la yerba mate en el territorio del Río de la Plata -explica Asúa-. El problema del mate es que resulta muy difícil que germine la semilla. Los jesuitas habían encontrado en las misiones el método para hacerlo, pero ese conocimiento después se perdió. Entonces Bonpland redescubrió la metodología de germinación de la semilla y decidió hacer una empresa. En realidad, tenía una mentalidad muy empresarial. No era un botánico puro, sino que tenía la visión de una botánica aplicada. De hecho, también estuvo vinculado con la introducción de las ovejas merino."

Intentando recuperar los antiguos yerbales de la misión de La Candelaria para iniciar una explotación redituable para él y beneficiosa para la región, Bonpland se entrevista con el caudillo Francisco Ramírez y sale para las misiones en mayo de 1821, pero en diciembre de ese año 400 soldados paraguayos cruzan el Paraná, lo capturan, matan o toman prisioneros a muchos de los nativos que participaban de la empresa incipiente y se lo llevan encadenado.

Prisionero durante ¡nueve años! en El Cerrito, cerca de Santa María, instala una huerta y un dispensario, tiene dos hijos con María, hija del cacique Chivirá, y hasta funda una población. "El dictador Gaspar Rodríguez de Francia [el "Supremo" del libro de Roa Bastos] le impedía salir, pero no estaba entre rejas -cuenta Asúa-. Luego, una campaña internacional logra su liberación."

A partir de 1838 reside en Santa Ana, una estancia de 12.000 hectáreas en la provincia de Corrientes. "Allí funcionaba también como una especie de espía -detalla Asúa-, hacía contactos con las fuerzas francesas en la época del bloqueo primero francés y luego anglofrancés, participaba en la coalición del Litoral contra el gobierno rosista, fue el médico militar del ejército de paz, y también era el trujamán que hacía de intermediario en el tráfico de armas... Ya en la época napoleónica había estado metido en ese tipo de cosas, tenía una vocación para la intriga político-militar."

La vida amorosa de Bonpland merece un capítulo aparte.

"Llegó a Buenos Aires con su mujer francesa, que luego volvió a Europa con un ecuatoriano muy rico -cuenta Penchaszadeh-.
Era una fuerza de la naturaleza: se «casó», por decir así, en todos lados. En Asunción asienta familia y en Corrientes tiene dos familias más. No se sabe exactamente cuántos hijos tuvo. Por eso hay muchas personas que se llaman Bonpland en la zona de Corrientes y Misiones..."

Ambos investigadores del Conicet coinciden en que Buenos Aires es un tesoro de documentación acerca de este sabio que también fue el médico que, mientras vivió en Corrientes, se ocupó de la vacunación antivariólica. "Además de vacunar, por lo general era llamado para aplicar purgas, abrir abscesos y efectuar las prácticas rutinarias de un médico rural a mediados del siglo XIX", señalan en el cuidado catálogo que reúne las escenas sobresalientes de esta figura multifacética.

La vida de Bonpland termina a los 85 años de modo tan extraño como transcurrió. Dicen que murió dos veces: cuando lo velaban en Santa Ana, de pronto aparece un paisano al galope, saca el facón, apuñala el cadáver con saña feroz al tiempo que lo insulta y luego se va.

1 comentario:

Fernando Terreno dijo...

¡Qué bueno! Hasta hoy Bompland era la calle de la bicicletería, pero con esa historia tan apasionante, en adelante la caminaré con más respeto.
Bromas aparte, en esa novela que no me canso de recomendar, "Bernabé, Bernabé", del uruguayo Tomás de Matos, Bompland es uno de los personajes, es el padrino de la relatora. Y se cuenta su paso por las tertulias uruguayas. Es que era un tipo de novela nomás.
Gracias de nuevo.
Fernando