martes, junio 15, 2010

Carpe parabŏla

"En el principio fué el Verbo" es la conocida sentencia.
La palabra fué para el hombre la primera forma de conocer el mundo.

palabra.

(Del lat. parabŏla).
1. Segmento del discurso unificado habitualmente por el acento, el significado y pausas potenciales inicial y final.
2.  Representación gráfica de la palabra hablada.
3. Facultad de hablar.

Sin embargo los pensadores, advirtieron que debían liberarse de la magia, de la superstición de las palabras, para avanzar en el pensamiento.

Para algunos, el hombre empieza a hablar según un método onomatopéyico, donde sus palabras imitan ruidos y sonidos de la naturaleza. Simila el ladrido para significar perro. Otra corriente afirma que las palabras fueron precedidas por intercecciones, sean de sorpresa, miedo, alegría, etc. Siendo el gruñido un antecesor de los términos de rechazo.

Edgar H. Sturtevant
  postula que el hombre habla para ocultar sus pensamientos y sus reacciones y no, como el común de los mortales creemos, para exteriorizarlos. Los verdaderos estados de ánimo, se hacen patentes por medio de muecas, miradas, ruidos inarticulados y actitudes corporales. El hombre es sincero cuando palidece de susto, enrojece de vergüenza, tiembla de frío, etc. En todos los otros casos en que se comunica por medio del lenguaje articulado, miente.

Los políticos han demostrado su confianza en la palabra, basta pensar en el uso de la promesa. Y aún cuando estas no se cumplan, el hombre no deja de creer en ellas, y la dirigencia política reanuda el ciclo promisorio. Hay parlamentarios que hablan hasta por los codos, y otros que hacen, diciendo poco.

Algunos antropólogos señalan el ocaso de la palabra escrita, los novelistas creen en ella, y los poetas expresan sus reservas.
Basta recordar a Juan Ramón Jiménez con su "no se como decirlo, porque no está hecha mi palabra". El poeta no se satisface con ella.

Hoy en pleno siglo XXI, el decimonónico Sturtevant se sorprendería de su postulado al ver la sarta de incomunicación efectiva pese al caracter multimediático, donde se dicen palabras carentes de sentido, pero que suenan rimbombantes y provocativas.
La televisión sería el medio ideal para que el lingüista corroborase la fácil y millonaria producción de mensajes dobles y sin sentido. No creo que resistiese la lectura de un diario, para luego someterse al eructo y refrito de noticias, o a los intrépidos reportajes radiales, cuyo tema de conversación suele ser una navegación a la deriva.

Concluyo entonces dándole la razón al novelista y cuentista Nathaniel Hawthorne, quien (pese a dejarnos 144 años ha) vaticinaba:
"el lenguaje humano, después de todo, es solo un poco mejor que el cacareo, el graznido de los pájaros y otras expresiones toscas, y en varias ocasiones, mucho menos adecuado".