martes, junio 15, 2010

Mi Viejo


Y si, la inminencia del día del Padre, hacen mella en uno.
No estoy pensando en pedir obsequios, ni regalos, sino un día común, uno de esos domingos con afecto.
Pero, no es necesario. Me son dados (habitualmente).

Me encantaría tener un fugaz encuentro con el partido Viejo.
No pa' conversar, anke tendría muuuuchas preguntas, (y así perderíamos el tiempo).

Quisiera ir con él al bar El Banderín, ese de Billinghurst y Guardia Vieja, un sábado per la matina, sentarnos en una mesita junto a una ventana, y pedirnos sendos cortados.
Mirar la lleca, ver los parroquianos, corroborar que la vida fluye.
Leer el diario, ver las mismas pelotudeces, cambiadas de fecha, respirar el clima de oxígeno fulbolero.
Hacer las mismas muecas de "que he hecho yo para merecer esto". Mientras de fondo sonaría "Au lait" de Pat Metheny.

Verlo acomodarse sus gigantes anteojos, esos que intercambiaba con su Vieja, o con quien fuere, como para hacer las cruzadas mas llevaderas.
Estar, sin hablar.
Tomar ese café de a sorbitos, con un sabor intenso, deteniéndose eternamente, y queriendo que el sabor a sábado por la mañana de Bs.As. nos arrullase.
Luego saldríamos a caminar por Billinghurst, para tomar Córdoba, doblar por Mario Bravo, saludar al florista, y desembocar en Coronel Díaz, contemplando que las tipas blancas siguen creciendo y sus copas se encuentran en el medio de la calle.

Y como quien no quiere la cosa, decirle en forma silenciosa (pichón de ejercicio!), que con el paso del tiempo, uno va comprendiendo mejor su historia de vida.
Recorre su infancia y juventud, y comprende lo bien que la pasó, y cuanto cariño recibió.
Quizá lo comprenda mejor ahora, cuando los propios hijos son púberes con todas las letras.

O es que uno va cambiando la óptica de las cosas, y en lugar de querer saberlo todo, simplemente quiere sentirlo todo.
Quizá por eso evoque las personas esenciales de su historia, como para recordar los sentimientos desde el lugar de hijo-padre, e intentar no ser tan mezquino en los afectos.
Porque cuando uno anda con il cuore abierto, descubre veras historias de amor en detalles que a priori no los percibía.

Llegamos hasta Honduras. El Viejo debe seguir su camino por allí, por las profundidades hacia el norte, y yo hacia el Sur.
Y el Viejo desliza una historia escrita en mi bolsillo (esta que acompaña el post).
Lugo vendrá el abrazo, corto, pero aún mas profundo.

Sin palabras que decir. Quizá porque aún no se inventaron.
Pero hay sinceridát filial, aún en el silente encuentro.

Ha de serlo, porque misteriosas gotas mojaron la q y la s.

Qui lo sa ...