Por Ricardo Soca
Años después de la fundación de Roma por Rómulo y Remo (753 a.C.), cuando los monarcas se ocupaban aún de los rituales religiosos, el segundo rey de Roma, Numa Pompilio, consideró que sus sucesores tendrían que ocuparse de la guerra y del gobierno de un Estado cada vez más complejo, de modo que no estarían en condiciones de pensar en la liturgia.Con este idea, decidió entregar el cuidado de las ceremonias religiosas a un funcionario o sacerdote que desempeñara exclusivamente esa función religiosa.
Luego de mucho meditar, hubo de conferir tal dignidad a los pontífices, que eran los encargados de cuidar el puente sobre el río Tíber, una tarea que en aquella época revestía enorme importancia política y militar, además de religiosa.
En la palabra pontifex se fusionan pontis 'puente' y facere 'hacer', en alusión a su actividad: cuidar el puente.