miércoles, mayo 26, 2010

Columnista invitada

En este espacio bitacorero, le hacemos un lugar a la brillante y locuaz Verónica Molina, quien ensaya sobre "Amores que matan".

Hay amores que matan, porque son autodestructivos y enfermizos, pero también hay que admitir que su intensidad puede justificar una vida. Si uno -o los dos- de sus protagonistas tienen genio y talento, esos amores dejan huellas imborrables por siglos, porque nos regalan obras de arte que son maravillas muy misteriosas, como extraños milagros estáticos que se presentan ahí, delante nuestro, y nos implican por un rato como testigos privilegiados de tanta inspiración.

Camile Claudel y Auguste Rodin vivieron una historia larga, apasionada e intensa que dejó rastros conmovedores que no pueden verse en cualquier novelita típica con los personajes trillados de siempre: el hombre maduro, su alumna joven, bella, brillante… y la esposa del maestro, que cerca el romance con fronteras infranqueables ..