Comparto genial nota del avispado escritor/periodista Norberto Firpo, un imperdible por cierto.
Se ve que los funcionarios aduaneros no variaron sustancialmente en los últimos dos milenios ...
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¿De dónde vienen ustedes? -preguntó, desconfiado, el vista de aduana.
-De Oriente -respondió el más anciano y achacoso de los tres, sin duda con sus huesos a la miseria al cabo de tan larga cabalgata en camello.
-¿De Oriente Medio? -inquirió el vista de aduana, ya con cierta brusquedad.
-Más o menos. Atravesamos varios desiertos. Somos reyes -dijo el morocho, esbozando plañidera sonrisa, con intención de que el funcionario se la copiara.
Pero el funcionario era un burócrata de ley y no tenía por qué ser amable con individuos tan estrafalarios, y para peor venidos quién sabe de dónde.
-¡A ver los pasaportes! -exigió.
-No tenemos pasaportes -dijo el más joven, que aun así era un señor bastante mayor-. No tenemos documentos de ninguna clase.
-Lo siento. No los puedo dejar pasar. El gobierno está restringiendo el ingreso de inmigrantes. Háganme el favor, córranse a un costado.
-No somos inmigrantes -chilló el más anciano, a quien urgía un buen masaje con árnica-. Volveremos a nuestros pagos muy pronto, después de la Epifanía.
-Llevamos varios días viajando. Los desiertos son agotadores. Cada vez hay menos oasis -dijo el morocho-. ¡Uf!, días enteros siguiendo una estrella. (El rey bastante mayor le dio un codazo.)
-Noches enteras siguiendo una estrella -lo corrigió-. Durante el día no se ven las estrellas.
-¿Y qué hay en esas bolsas? -preguntó el vista de aduana, señalando unos enormes bultos junto a los camellos, no menos impacientes. Por algo esos pobres rumiantes tenían la joroba medio desinflada.
-En esta bolsa hay mirra; en esta otra, incienso? -contestó a coro, el trío.
El funcionario dio un fuerte puñetazo al mostrador y les espetó:
-¿Mirra? ¿Incienso? ¡Recórcholis! ¿Acaso ignoran que está terminantemente prohibido el ingreso de ciertas hierbas? ¿Acaso no saben que sólo con receta médica? La única excepción es el boldo. ¿Y qué traen en la tercera bolsa?
-Bueno? Unas cuantas barritas de oro. Hemos prometido hacer una ofrenda -informó el rey más anciano, tembloroso y con notorias muestras de desazón.
Al burócrata de rancia estirpe se le achisparon los ojos.
-¿Oro? Caramba, ¡haberlo dicho antes! -musitó, de pronto gentil-. Tal vez pueda hacer una excepción con ustedes, si me dispensan una módica gentileza.
Rato después, los tres raros personajes hallaron el camino expedito. Y la celebración del miércoles venidero se debe a que cumplieron con su misión.
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