Opera prima de Nicolás Carrera.
Al experto en vinos Charlie Arturaola de pronto le ocurre lo impensado: pierde totalmente el paladar.
Las fatales señales le llegan en medio del prestigioso evento Masters of Food and Wine, en Mendoza, y al principio no sabe si adjudicárselas al estrés o al agitado ritmo de la vida social propio de estos eventos.
La búsqueda de una cura lo lleva a encontrarse con el famoso Michel Rolland y, bajo su consejo, empieza a remontar un camino lejano y olvidado: el que ha separado a muchos críticos de vino no sólo de los productores sino también del modesto aficionado; intentando recuperar la experiencia más íntima y física de la cosecha y la pasión atenuada por el tiempo.
El viaje será para Arturaola un proceso de retorno hasta el origen pueblerino, hacia el vaso de vino en la mesa familiar. Y hacia el reencuentro consigo mismo.
Que llevó al director a concretar esta obra?
Siempre tuve la fantasía de que posee un alto poder religador, una capacidad de conexión con sentires profundos y personales. Tal vez, por esa activa conexión que tiene con la tierra que hizo crecer a la uva, genere una transfusión de esa misma lógica con el hombre que lo toma: lo conecta consigo mismo, con su raíz, su esencia, por así decirlo. Pero eso era tan sólo mi fantasía... Y sin embargo, esa misma “lógica del vino” fue la que nos permitió hacer esta película. Gracias a ella pudimos abrir el mundo de la vid para conocer sus múltiples facetas, pero por sobre todo abrir un mundo más importante aún, el de un personaje real, Charlie Arturaola. Allí apareció la historia que queríamos contar. Allí apareció el tema del que queríamos hablar. Esa historia que sin hacer ningún esfuerzo semántico, sin maniqueísmos, con sólo mostrarse, deja que se entrevea el sentido; fuerte, robusto, pero intrínseco. Charlie tiene un conflicto potente: lucha por pertenecer a una industria que ama pero que le exige que deje de ser lo que es.
Sencillamente: eso es. Charlie debe renunciar a sí mismo si quiere pertenecer. De ahí, la pérdida del paladar. Porque si el paladar, uno de los dos sentidos más primarios del hombre, es la conexión con los primeros perceptos personales del pasado, si uno niega su identidad, niega su paladar. Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, que se hace presente cada vez que usamos nuestros sentidos. Pero si se niega la memoria, se niega también el sentido. Carlos se transformó en “Charlie”, un showman, sin pasado, teniendo como consecuencia la pérdida de lo más fundamental: sus raíces, su herencia social y su familia.
El crítico español Quintín hace un resumen fenomenal de este camino, cuando la viera en el Festival de Mar del Plata.
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