miércoles, febrero 14, 2007

Al gran suegro Argentino: ¡salud!


Han pasado varios años de la partida del Querido Doctor Lemuel Nazar.
Así a la distancia, uno ve los frutos de todo. De lo importante. Digo, la familia, los amigos, la memoria. Ya no es el factor doloroso de una partida sorpresiva, sino una visión mas redentora, mas tranqui.
Como esa fuerza que le permitiera plasmar a Luisito Pescetti su "Ciudadano de mis zapatos", luego de varios años de la partida de su padre.
Ese broli, novela premio Casa de las Americas 1997, fué descrita por una crítica de El Universal de México, como un canto de amor al padre.
Suena cursi en nuestra lengua vernácula algo así, pero describe cabalmente el agradecimiento que uno puede tener hacia ciertas personas que son fundamentales en la vida de uno. Justamente digo SON, porque siguen presentes de algún modo, no solo a través del recuerdo, sino genéticamente.

Quizá lamento, no haya podido conocer a [todos] sus nietos, pero todos "ellos si lo conocieron", merced a múltiples cuentos, frases o refranes siempre presentes, y saben valorarlo.
Seguramente porque tienen un pensamiento mas simple y sencillo que el de los cuarentones rebuscados, que buscamos usar lógicas implacables, en terrenos donde hay que mirar no con los ojos, sino con el alma.

Iremos a Misa, rezaremos por el Doctor.
Pero mas que por su eterno descanso, agradeciendo los momentos compartidos, y esperando imitar su bonomía y generosidad. Como para ser capaces de vivir plenamente, sin especulaciones y dispuestos a compartirlo todo.

De otro modo ¿quien entendería algunos de sus grandes placeres post consultorio?
Como ir a Oviedo [un bar de morondanga], allí en Pueyrredón entre Santa Fé y Charcas, y pedirse un café con leche y un especial de JQ en pan negro.
O asistir a la Pizza Calda [Juncal entre Pueyrredón y Ecuador] para degustar una pizzita servida por el inefable Ismael, única persona que lo tuteaba [¿Cómo andas che?].
Esas cosas le encantaban y siempre estuvo dispuesto a compartir.

Lo dice un yerno caradura, destinatario de demasiada generosidad, a lo largo de mucho tiempo. Eso me pone en deuda, y espero obrar en consecuencia cuando llegue el momento de ser candidato a suegro, o lo que fuere.


¡Hasta siempre Doctor!

1 comentario:

Anónimo dijo...

La selectividad de mi frágil memoria no me impide recordar claramente el breve tiempo que "El Doctor" me cobijó en su consultorio.
Acababa yo de dejar la residencia en el Hospital Aeronáutico y estaba absolutamente confundido respecto de mi futuro profesional.
Como hipertíimico perdido no soportaba ya entonces "hacer nada", y cerca debo haber estado de una depresión cuando recibí de él una rápida y dedicada introducción a oftalmología.
No solo me recibió en su consultorio, sino que hasta lo acompañé en varias operaciones e incluso llegué a cobrar(!!!) algo por mi supuesta ayuda.

También compartí un pan (yo lo recuerdo blanco, en rodajas grandes), con manteca en el bar citado de Pueyrredón.
Por último, fue el Gran Lemuel quien me hizo ver que mi futuro no estaba en la oftalmología.

En parte gracias a él recuperé la confianza y el gusto por la medicina. Casi 20 años después, solo puedo estarle agradecido. Y él, seguramente lo sabe.
Como Pescetti, en su extraordinario e inolvidable libro recuerda a su padre, tengo la dicha de compartir con mis amigos el culto a nuestros padres.
Quique lo extiende a su suegro/padre y creo que todos debemos hacerlo con todos esos ejemplos de "paternidad extendida" que la vida de tanto en tanto nos regala.
Humildemente, y como una muestra de lo que propongo, me agrego al homenaje al Gran Doctor Lemuel Nazar.
JMB