Por Juan Sabia
El personaje de su historia se moriría, ese era el final previsto desde la primera línea. Lo que aún no podía encontrar era sus últimas palabras. La desesperación de buscarlas inútilmente durante mucho tiempo lo llevó a decidirse. "Si el arte imita a la vida" pensó, "por qué no a la muerte". Primero tímidamente, más tarde con la confianza que da la costumbre, fue a los hospitales para acompañar a moribundos desconocidos y escribir lo que decían. Insultos, invocaciones, pedidos de auxilio; en el momento todo parecía servir pero, al vover a su casa, todo lo desechaba. Un día, ya sin esperanzas, no anotó casi nada. Ni siquiera esperó a que el viejo de la cama cinco expirase: se puso de pie y caminó hacia la salida. Iba tan abatido que ni vió la ambulancia que intentó esquivarlo, pero que (inevitablemente) lo embistió. Quedó tendido en la calle y, mientras se le iba la vida, lamentó haber comprendido demasiado tarde que la muerte del protagonista de su historia tendría que haber sido comoe estaba siendo la suya, sun últimas palabras, en el más significativo de los silencios.Juan Sabia es argentino, nació en 1962. Matemático, cuentista, crítico. Primer Premio de Cuento en el Concurso Literario del diario La Nación de 1993.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario