martes, septiembre 22, 2009

2 - Magnolia

Al atardecer la muchacha dejaba el alto bosque, y a su paso las achiras con las grandes flores rojas parecidas a sexos de arcángeles demasiado vaporosos y libidinosos. Miraba de soslayo los enormes pétalos y se estremecía; y el camino iba hacia abajo y ella, y desde el aire algún viejo santo caía revoloteando a movérsele en las manos; y así lo apresaba, y eran el último temblor, el golpe de las alas; y el camino iba hacia abajo y ella loca de miedo a través de toda la heredad, la vieja arboleda, les entregaba el muerto para que lo asasen durante media hora, lo aderezasen, con alguna hortaliza dulce, alguna cebolla fantástica.

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