Un observador imparcial debería reconocer que el desarrollo del lenguaje simbólico del hombre, acontecimiento único en el planeta, abre el camino a otra evolución, creadora de un nuevo reino, el de la cultura, de las ideas, del conocimiento.
Decimos que es único, dado que los lingüistas modernos insiten que el lenguaje simbólico es absolutamente irreductible a los medios de comunicación tan diversos (auditivos, táctiles, visuales u otros), utilizados por los animales.
No se conocen lenguas primitivas: en todas las razas de nuestra única especie moderna, el instrumento simbólico ha llegado sensiblemente al mismo nivel de complejidad y poder de comunicación. Según Chomsky, la estructura profunda, la forma de todas las lenguas humanas, sería la misma. Las extraordinarias performances que la lengua representa y autoriza a la vez, están asociadas al desarrollo del sistema nervioso en el Homo sapiens.
La hipótesis mas verosímil, es que la comunicación simbólica mas rudimentaria consituyó una de esas elecciones iniciales que comprometen el porvernir de la especia creando una presión de selección nueva; esta selección debía favorecer el desarrollo de la misma performance lingüística y la del órgano que la produce: el cerebro.
Por ende, la liberación de las servidumbres de la marcha a cuatro patas practicada por todos los antropoides (a excepción del gibón), tuvo extrema importancia: solo ella permitió a nuestros antepasados convertirse en cazadores capaces de utilizar sus miembros anteriores, pudiendo andar o correr.
Adquisición primaria de la lengua
El niño no aprende regla alguna, ni intenta imitar el lenguaje de los adultos. Hacia el decimoctavo mes posee un stock de diez palabras, que usa aisladamente, sin asociarlas, ni por imitación.
Luego las asociará de dos en dos, o de tres en tres, según una síntesis que tampoco es repetición o imitación del lenguaje adulto. Este proceso parece ser universal y su cronología es idéntica para todas las lenguas.
Jacques Monod - El azar y la necesidad
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