Luis Alposta
Porque no precisa creer que los demásson lazos de muerte, muecas para el festejo,
costas de un poema imposible,
para clavarse en una esquina
ciego de expectativas.
Porque para él no hay impiedad ni rencor,
ni voces que enmudezcan:
la esquina, estática de sabiduría,
es una piedra clara tirada hacia el cielo
con puertas más abiertas que la bondad.
Y así, durante siempre,
de la melancolía a la inocencia,
vuelve a encontrarse con la desesperanza
que se alimenta de personas reales
y de esos pájaros saciados
que suelen reptar cerca de la cordura.
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