martes, noviembre 03, 2009

La Negra siempre, y después

Rodolfo Bracelli

Empiezo mal: cometo la impunidad de escribir la palabra "adiós" al lado de "Mercedes Sosa", y me saltan los tapones. No hay caso. El adiós es para los que se van, y La Negra no ha hecho otra cosa que quedarse. Suena a gastadísimo lugar común: pero ella no podrá ser olvidada, aunque nos organizáramos para eso. La famosa muerte no siempre se sale con la suya.

Naturalmente, nació apenas murió Gardel. El azar sabe lo que nos hace.

Por el hecho de haber escrito su única biografía, desde distantes ciudades y pueblos del país, de las tres Américas, de Europa, me llegan preguntas insistentes que pueden resumirse en una: "¿Qué perdemos al perder a La Negra?"

Pienso y siento que no la vamos a poder perder jamás, entre otras cosas porque consiguió, cantando, el imposible milagro de coagular el amor de las cuatro clases sociales que los argentinos sembramos, sin ir más lejos, desde la atroz dictadura cívico-militar del Videla asociado con Martínez de Hoz. Lo vimos en el infinito desfile en el Congreso de la Nación. Por allí pasaron ricos, clase media, pobres recientemente descubiertos y también los que ni a pobres llegan, los desgajados. Un hombre de unos 60 años, zapatillas, voz raspada por la intemperie, se demoró un segundo frente al ataúd y dijo bramante: "Permiso. Negra querida, gracias por todo. ¡Y no, y no me le afloje, eh!"

Una desesperante desesperación lo ahoga a uno cuando escucha a Mercedes: ¿cómo es posible que esta mujer cante así, desde y hacia tan lejos, y tan hondo, y con semejante eco? ¿Cuál es la harina de ese milagroso pan que es La Negra en estado de canción? ¿Qué manos la fueron amasando, con qué levaduras, sufrimientos y goces se fue haciendo esa voz de semblante único que atraviesa los idiomas?

¿Se puede explicar lo inexplicable? Intentaré un retrato, a partir de la materia menuda que quedó, viva, entre los pliegues de mi biografía Mercedes Sosa. La Negra. El libro lo escribí en 2003, pero lo tejí a lo largo de cuatro décadas: porque compartí con Mercedes momentos que sólo posibilita la amistad: celebraciones, muertes, nacimientos, llantos, los terrores de la triple A, desgarramientos del exilio afuera y del exilio adentro, también las comidas hechas en nuestras casas, laaargos vinos. La conocí en la Mendoza de comienzos del año 60, cuando despuntaba el Nuevo Cancionero, semillado por el compadre mayor Tejada Gómez, Oscar Mathus, Tito Francia y otros. Mercedes, entonces cinturita de avispa, pronto se iba a "poner gruesa" de su Fabián. Siempre cantaba en las juntadas con Carlos Alonso, Luis Quesada, Antonio Di Benedetto, Dante Polimeni, Antonio Salonia, Benito Marianetti, Angel Bustelo, compadres del horizonte. Estábamos todos, éramos felices, y no nos dábamos cuenta.

Cierro los ojos para ver más lejos. Voy por momentos de vida de Mercedes. Tal vez, entretejiéndolos, vislumbremos sus secretos evidentes.

....

Posdata

¿Por qué hablo en presente si todas las noticias insisten en decirnos que Mercedes Sosa ya murió? Por favor, un poco de criterio: las noticias, tantas veces, en lo esencial mienten, faltan a la verdad. Si ella nació no iba a ser para morirse un día. El aire, este aire que ahora respiramos, a ella se la aprendió de memoria. Basta con que apoyemos nuestro oído en el pecho del aire para que la escuchemos.

Damas y caballeros, quién se atreve a negarlo: ella, nuestra Negra Mayor, está cantando. Al sol le consta.

Vamos a suponer que Dios existe. El, ahora, está en una nube (pero no está en las nubes). Se ha enterado Dios de que Mercedes Sosa, ya sanita y sin el agobio de insoportables tristezas, vuelve a cantar. De inmediato reúne a su gabinete de ángeles asesores y les ordena: "Vayan a ver si llueve. ¡Todos, eh!". Por fin solo, el Supremo busca el taladro que heredó de su abuelo, le hace un agujero al piso de la gran nube, se tiende y apoya la oreja. Desde abajo, desde el reino de la Tierra, sube, divina porque humana, la voz de La Negra. Dios saca pecho, y pensando en voz alta se consuela: "Hitler y Bush y Massera y la banda ésa no me salieron bien. Pero esta mujer sí". Y haciendo bocina con las manos, le grita a través del agujero de la nube: "¡No se muera nunca, Negra, por Dios!"

Nota completa, aquí

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