Muchas publicaciones especializadas, se han ocupado de ella.
Su Casa sobre el Arroyo ha sido incluida por la publicación japonesa A + U, junto a otras de grandes arquitectos - Le Corbusier, Walter Gropius, Mies van der Rohe, Frank Lloyd Wright, Alvar Aalto, Richard Neutra… - en el grupo de las treinta y tres viviendas más destacadas del siglo XX.
¿Qué es una trayectoria?, es una línea continua, coherente consigo misma en cada uno de sus puntos.
Trayectoria implica un móvil, algo que se arroja adelante.
La evolución culmina en la creativa plenitud de Amancio puede rastrearse hasta su niñez, acunada en la rica tradición cultural de su familia. En ese ambiente se dieron sus contactos iniciales con las realidades del espíritu, sus primeras curiosidades intelectuales. Sólidos nutrimentos que alimentaron luego al joven inquieto que removió en sí mismo hasta dar con su verdadera vocación y, más tarde, al hombre que siguió la senda hallada, sin pausa y sin desmayo.
Fue así insatisfecho alumno de Ingeniería, incursor en la aviación de los años treinta, meteórico estudiante de Arquitectura (hizo la carrera en apenas tres años) y, finalmente, consumado profesional cuyos diseños arrojan nueva luz, muchas veces insólita, sobre cada tema al que aplica su talento.
Similar desarrollo, enraizado y coherente, se revela en su obra. Cada una de sus realizaciones evidencia una línea que las une, un hilo conductor que subyace en el conjunto, que da unidad a sus múltiples aspectos. Ese leit-motiv radica en la aptitud de intuir la esencia de los problemas abordados, en la capacidad investigadora para desmenuzarlos en todos sus aspectos y en las dotes creadoras para resolverlos en un nueva e inédita síntesis.
Amancio fue un "inventor" en el sentido original de la palabra, es decir un descubridor, alguien que devela lo que esta velado, alguien capaz de evidenciar facetas ocultas de la realidad, aún la más cotidiana, esa que aparentemente no podría ofrecer ya nada nuevo. Un inventor, como pudieron serlo el científico infiriendo leyes cósmicas de la caída de la simple manzana, el poeta resignificando la más común de las palabras, el músico reelaborando el sonido más obvio.
A la capacidad de ver y descubrir, identificable en la génesis de sus diseños, Williams añade un talento complementario que es el don de poder concretar sus intuiciones, no en fórmulas y definiciones como el científico, no en metáforas y símbolos como el poeta, o en melodías y ritmos como el músico, sino en formas en el espacio. En sus propias palabras, "es en el espacio que se desarrolla la arquitectura".
En sus proyectos, esas formas, obra del hombre no se enmascaran en la naturaleza, no se mimetizan con ella, pero tampoco la avasallan ni la anulan. Se distinguen nítidas unas de la otra, valorizándose mutuamente.
Las formas arquitectónicas están condicionadas por los materiales con que se construyen y éstos por las leyes físicas a las que están sujetos y las tecnologías que los rigen. Esta realidad elemental, percibida por muchos como una limitación, da lugar en Williams al libre juego de su inventiva: las formas de sus creaciones arquitectónicas son plasmadas con perfecta adecuación a los materiales y tecnologías constructivos en su uso convencional. Pero - y este es el salto diferencial - él innova, creando usos y combinaciones que llevan al límite las potencialidades expresivas y estructurales de esos mismos materiales y tecnologías.
Ninguna de esas formas, no obstante su apariencia muchas veces inusitada, es en Williams gratuita o caprichosa. Por ello, no debe reputárselo de "visionario", como alguna vez se ha hecho creyéndolo un elogio. No al menos en el sentido corriente de la palabra, que implica irrealidad e inconsistencia. Así tampoco se lo ha de calificar como "teórico", cosa que también se le ha atribuido usando el término en su matiz peyorativo. Teórico en cuanto sus más avanzadas propuestas no hayan llegado a construirse pase, pero ello fue así no porque perteneciesen al limbo de las fantasías irrealizables, sino por circunstancias ajenas a sus méritos y características. La perfección del diseño, la minuciosidad de los planos ejecutivos, la calidad de los detalles y de la tecnología constructiva en sus obras realizadas, son prueba más que suficiente de esta afirmación.
Hay, sí, una faceta puramente teórica de su trabajo que vale considerar. En todas sus propuestas, aún las nacidas de encargos particulares concretos, Amancio ha buscado trascender la circunstancia inmediata y establecer la solución-tipo del problema planteado. Por ejemplo, la comisión específica para proyectar una vivienda colectiva entre medianeras, es resuelta a partir de los datos particulares del caso pero con criterios absolutamente novedosos: sus "Viviendas en el Espacio". Inmediatamente, extrapola esa solución particular a un plan típico, de aplicación extensiva e independiente de una situación dada.
Se ha dicho que estos arquetipos elaborados por Williams se satisfacen en sí mismos, ajenos al hombre concreto. Sucede que todo espíritu investigador busca trascender de lo particular a lo universal, pero sólo para regresar de la abstracción a lo concreto, iluminado ahora por las leyes que lo rigen. Así pues, si la solución generalizada de las Viviendas en el Espacio puede parecer desencarnada, la material realidad de la Casa sobre el Arroyo en Mar del Plata condensa, en la cristalina perfección de su concepto y de cada una de sus partes, toda la cálida riqueza de la vida cotidiana en vacaciones .2
Esto lleva a otro aspecto fundamental de Amancio, persona y obra a la vez: la unidad de propósito, esencia vivificadora de sus diseños y propuestas. Ella nace de su creencia en la capacidad del hombre y de la técnica para modificar el mundo y ordenarlo al bien. Esta fe trasluce aquellos conceptos de la filosofía clásica que proponen una vinculación esencial entre la verdad, el bien y la belleza. Así decía Williams en un manifiesto de 1949:
"Crear nuestra época, ordenarla hacia el bien, permanente preocupación"...
Esta fe fue raíz de la autenticidad de su trabajo, y también fuerza para realizarlo. Ella apuntaló la firmeza de sus principios así como su vocación de servicio al país, que nunca abandonó no obstante valiosas oportunidades ofrecidas desde el exterior. En él desarrolló su precIara tarea y a su conocimiento y crédito fronteras afuera contribuyó su brillante labor.
Tenemos por ello una deuda de gratitud con Williams, como así también por su inapreciable y tesonera docencia, ejercida en su Taller sobre varias generaciones de arquitectos y por esa otra docencia, más profunda y más universal: la de su vida y su obra.
Tenemos también una deuda moral con él, y con nosotros mismos y con el país. Hemos permitido, y no sólo en el caso de Amancio, que grandes talentos nacionales vieran cumplirse en ellos aquello de que "nadie es profeta en su tierra". Hemos permitido y permitimos aún que personas de real valía queden postergadas, en tanto medran los mediocres.
Necesitamos pagar estas deudas, hacer limpieza, restaurar las jerarquías, las auténticas, sustentadas en los valores del espíritu, avaladas por los grados del ser y no por los del poseer. Esta es la principal tarea que tenemos por delante y la única cuyo cumplimiento es inexcusable, porque es el sustento real y verdadero del orden social, político y económico.
Termino este homenaje con una cita tomada del texto que Mies van der Rohe dedicara al elogio de Frank Lloyd Wrigth. Es un hermoso y cálido tributo, que quiero hacer merecidamente extensivo a Amancio:
"Aquí teníamos por fin un verdadero maestro sacando a luz los fundamentos de la arquitectura.
Cuanto más nos absorbíamos en el estudio de esas creaciones, mayor se hacía nuestra admiración por el talento de su autor, la audacia de sus concepciones y la independencia de su pensamiento y su acción.
El dinámico impulso de su trabajo vigorizó a toda una generación. Su influencia se sintió fuertemente aún cuando no era de hecho visible para la mayoría.
Así seguimos el desenvolvimiento de este hombre único con vigilante corazón.
Seguimos con admiración el exuberante despliegue de los dones de quien había sido dotado con los más espléndidos talentos.
En su indisminuíble fuerza semeja un gigantesco árbol en un gran paisaje, árbol que año tras año logra una nueva y más noble corona".