Desde que las ciencias sociales oficializaron la noticia de que no hay solamente dos sexos (el masculino y el femenino), sino muchos más, el amor ya no es lo que era.El amor era muy distinta cosa en tiempos del apocado Werther, personaje con el que Goethe pretendió representar a la juventud del siglo XVIII, y aun en tiempos en que, entre suspiro y suspiro, Gustavo Adolfo Bécquer (siglo XIX) concibió sus Rimas .
La sustancia amorosa, por entonces un precioso elixir, se ha vuelto más chirle, con un propósito que cualquier astuto experto en marketing explicaría así: hay que apresurar el consumo, hay que superar las prejuiciosas y rancias restricciones que antaño impedían que el amor fuera un sentimiento barato. He ahí las razones por las que, habitualmente, tal sustancia es hoy hipocalórica, sabe a poco -o bien suele resultar insípida- y es servida en cómodo y práctico envase desechable.
El tema de la diversidad de sexos, tanto como el de las variadas maneras de enfocar la relación amorosa, motivan cada vez más frecuentes estudios científicos y cada vez más teorías estrafalarias, luego reproducidas en cada vez más artículos periodísticos, algunos de ellos aluden una neblinosa realidad, en la que el genuino sentimiento amoroso se reconoce extraviado, a la vez que analizaban la variedad de disturbios que abruman a varones y mujeres, y también a tantos seres que militan en otros rubros y frecuentan otros recovecos de la intimidad.
Hay notas que, ya desde el título, ventilan incordios privados o ponen acento en raros procederes de alcoba. Bastan estos pocos ejemplos para advertir que cierta contradictoria ambigüedad identifica a los presuntos expertos en la materia: "El beso permite evaluar si realmente hay química entre dos"; "Siete de cada diez argentinos creen en el amor para siempre"; "Los mayores de 60 son cada vez más infieles"; "Científicos develan las raíces cerebrales del amor incondicional"; "Estudian cómo formar la pareja perfecta"? Y, por si fuera poco, la revista dominical intentó desbrozar, con el título "El sexo y las mujeres", un espeso diálogo, el que la mente de cada fulana mantiene con otras zonas de su cuerpo.
La prodigalidad de nuevos sexos ha contribuido a que las alegrías y los pesares que genera el amor encuentren hoy arduas bifurcaciones, difíciles de entender para Goethe y Bécquer, tanto como para José Narosky y Belisario Roldán, quien se quitara la vida en Alta Gracia, décadas atrás. Habrá previsto el escritor, este escenario para el amor, y eso lo habrá inducido a terminar sus días. Qui lo sa ...
1 comentario:
Celebro que vuelva a existir la posibilidad de hacer un "comentario". Los últimos tiempo no aparecía esa posibilidad. Aunque hoy no tenga más para decir excepto que el blog me sigue pareciendo muy bueno, por variedad y calidad.
El tono más poético alcanzado lo enriquece aún más.
A seguir tirando botellas al mar! Muchos silentes lectores deben haber encontrado más de una! JMB
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