por Guilermo de Alencar Pinto
Eduardo Mateo fue uno de los músicos más influyentes de la música uruguaya.Desarrolló un estilo muy personal e inimitable de cantar y de tocar la guitarra y exploró mundos nuevos con sus músicas y sus letras.
Nació en 1940 en Montevideo.
Ya en su infancia tomó contacto con el candombe, la murga y la música popular carioca.
Aprendió, con familiares y amigos, a tocar diversos instrumentos de percusión, cavaquinho y guitarra.
A principios de los 60', ya era un guitarrista respetado, y un intérprete de bossa nova con pocos iguales en el mundo. Progresivamente fue asimilando otras influencias, especialmente la de los Beatles, que lo llevaron a agarrar la guitarra eléctrica y desarrollar una carrera roquera.
Junto a Ruben Rada fundó el grupo El Kinto en 1967. El Kinto fue uno de los primeros conjuntos pop uruguayos en adoptar el castellano y sentó las bases del candombe-beat (la fusión de candombe con rock que hasta hoy mantiene su plena vigencia).
La propuesta de El Kinto se amplió en las Musicasiones, una serie de cuatro happenings multimedia coordinados por Mateo y Horacio Buscaglia en 1969.
A partir de 1970 Mateo se lanzaría en carrera solista.
Aquella década estuvo marcada por una acentuación de su personalidad difícil, de envolvimiento con drogas, de sospechas de locura, de un estilo de vida que lo apartó de la posibilidad de una carrera regular y con frecuencia lo mantuvo al borde de la miseria material.
Por otro lado, Mateo siempre fue intransigente y aventurero en lo estético, y en el momento en que el gran público empezaba a digerir su música, él ya se salía con un estilo distinto y aún más extraño que el anterior.
El período dictatorial, además, llevó a que, por reacción, la dimensión política y el estilo dicho folklorista asumieran la preponderancia en la canción popular uruguaya, llevando al segundo de los movimientos llamados "Canto Popular".
Mateo nunca fue plenamente integrado por esa corriente, manteniéndose apartado, por lo tanto, del círculo más "prestigioso" de la cultura uruguaya de entonces.
Sin embargo, nunca dejó de ejercer una influencia "subterránea" entre músicos.
Terminado el período dictatorial, su "ideología musical" ocupaba un buen puesto en la escena montevideana y muchas de sus idiosincrasias ya eran aprovechadas, aquí y allá, como elementos integrados al patrimonio musical uruguayo común, como si fueran "géneros" tradicionales.
Fue revalorizado y, ya años antes de su fallecimiento en 1990, era unánimemente reconocido como una figura fundamental de la música nacional.
La obra de Mateo es demasiado variada para ser sintetizada. Mateo incursionó en extremos de sencillez y complejidad, tuvo etapas estrictamente acústicas y otras en las que exploró un sonido "tecno". Nunca tuvo pruritos en fusionar los géneros más diversos, mezclando jazz y rock con candombe y milonga y con influencias árabes, hindúes, africanas, brasileñas, españolas, caribeñas y de la música erudita (es de notar que realizó ese tipo de fusiones ya a finales de los ´60, unos veinte años antes de que se pusiera de moda la World Music).
La mayoría de sus creaciones se ubican en el terreno de la canción popular, entre el entretenimiento y la autoexpresión, pero muchas obras suyas de sus últimas etapas (su período "Máquina del Tiempo") reflejan una búsqueda de trascendencia de la dimensión meramente comunicativa, internándose en terrenos de filosofía cósmica que lindan con lo religioso y lo místico.
Es notable su influencia en músicos como Hugo Fattorusso, aunque también se lo reconoce en ciertos fraseos de Jaime Ross, Fernando Cabrera, y también en el eclecticismo de Esteban Klísich. Es un sello muy mateico, propio, único e irrepetible. La cadencia que impone en sus melodías tiene marcadas preferencias por la percusión, con mezcla de parche y platillos, sin ser murguista a secas.
Quizá podamos acordar que su estilo logró incorporar un estilo autóctono, donde podríamos hablar de un jazz del sur, aquello que los orientales desarrollaron casi como los brasileros con su bossa, y del lado rioplatense no hubo caso por quedarse en la antinomia tango, folklore, rock como cuestiones mutuamente excluyentes. O en una de esas, tampoco estábamos preparados para tanta apertura, no?
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