Las casualidades no existen, doy fe.
Juancito Falú y Oscar Alem debían coincidir en Bahía Blanca esa noche del 14 de junio de 2006 para plasmar un disco antológico en más de un sentido.
Casi sin pensarlo, se arrojaron a desarrollar lo que mejor saben hacer.
Aunque parezca mentira, estos dos maestros no se habían encontrado nunca a solas hasta la fortuita noche en que grabaron este disco.
Si bien se frecuentaban como amigos, nunca habían encarado ellos dos solos un recital, y la ocasión se dio "misteriosamente".
Se pusieron de acuerdo para brindar al público bahiense un concierto en el que cada uno tocaría algo con su instrumento solo y luego unos juguetones dúos. ¿Por qué juguetones? Porque la idea era, sin aviso (sin anunciar el tema), que uno arrancara y luego el otro se sumara sobre la marcha. Todo esto sin ensayo, claro.
Ellos dos, piano y guitarra, solos, tras enterarse de que el trío no se completaba y la gente estaba citada. Bastó una breve charla de camarín para entregarse a la libertad expresiva de cada uno y lo que deparó esa función única. Ahora está el disco, y sabemos que comenzó Juan Falú y su guitarra, haciendo Noches de Catamarca. Luego Oscar Alem entregó su fantástico aire de triunfo El viento viene del sur; nadie más indicado para contarnos de los vientos sureros.
Luego siguió cada uno en su instrumento hasta que se encontraron en La López Pereyra, uno de esos standards folklóricos infaltables en cualquier peña, guitarreada o fogón. Otros momentos destacados son Niebla del Riachuelo, La vieja y el final, a toda zamba (¡qué versión de La nochera!).
Alternaron algunas composiciones propias entre tanto himno. Ninguna versión carece de magia, hay que decirlo.
Más que hacer un raconto de lo que fueron desgranando esa noche, vale la pena detenerse en los valores de estos dos grandes de nuestra música. Cada vez hay más jóvenes músicos llenos de virtudes técnicas, estudiosos, conocedores, respetuosos de las tradiciones o fervorosamente renovadores. Algunos tocan que da miedo, muchos de ellos producen músicas valiosas, y hay nombres, personalidades como para tener fe en el futuro de la música argentina. Y estos dos señores que ya dejaron atrás su primera juventud nos enseñan a decir mucho tocando lo justo; no dicen de más, saben que el canto genuino, el que brota de adentro, también es un proceso que se hace con los años, que se va madurando. Como las buenas vides que adornan nuestro país, Falú y Alem están entregando sus mejores vinos ahora, cuando ya suman a sus virtudes históricas el decir simple y sosegado del que sabe escuchar. Algo tan sencillo pero tan necesario a la vez. Improvisando, tocando-jugando (son sinónimos en tantas lenguas, que quisimos sumarnos), riéndose, emocionando y emocionándose ellos mismos, lograron una noche mágica. Esa noche perfecta que todo músico anhela concretar alguna vez en su vida. Esperemos que haya muchas más.
Reseña tomada del Club del Disco, para escuchar el vinilo, presionad aquí.
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