Allí Laing cuestiona la autoridad de las instituciones psiquiátricas para privar a los pacientes de sus derechos humanos esenciales:
"La persona a quien se obliga a ingresar en un psiquiátrico, calificada como paciente y especificamente como "esquizofrénica", pierde sus plenos derechos existenciales y jurídicos como ser humano y persona responsable, para convertirse en alguien desposeido de su propia definición de si mismo, privado de sus posesiones, y a quien se impide ejercer su discreción en cuanto a lo que hace y con quien se reúne. Su propio tiempo ya no le pertenece y el espacio que ocupa, ha dejado de ser el de su elección. Después de ser sometido a un degradante ceremonial intitulado "examen psiquiátrico", queda privado de sus derechos civiles al ser encerrado en una institución denominada "hospital mental". De un modo mas completo y mas radical que en cualquier otro lugar de nuestra sociedad, queda invalidado como ser humano".
El autor no niega la existencia de las enfermedades mentales, pero insiste que para comprender al paciente, el psiquiatra debería comprenderlo en el contexto de sus relaciones con otros seres humanos. La psiquiatría tradicional sigue un enfoque cartesiano, aislando al paciente de su ámbito, tanto conceptual como físico, y le aplica un diagnóstico de enfermedades mentales definidas.
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