Un 6 de agosto, pero de 1945 bombarderos estadounidenses lanzaron sobre la ciudad japonesa de Hiroshima la primera bomba atómica, causando la muerte de unas 140.000 personas. Dos días más tarde, Albert Camus publicó un artículo en Combat donde lamentaba profundamente que las conquistas científicas estuvieran al servicio "de la más formidable furia destructora de que el hombre haya dado pruebas desde siglos". Lamentablemente, al día siguiente de aparecer esta publicación, la aviación norteamericana arrojó una segunda bomba sobre otra ciudad nipona, Nagasaki, que causó la muerte de unos 70.000 japoneses. Sus palabras aún hoy siguen vigentes |
El mundo es lo que es, es decir, poca cosa. Mientras tanto, es lícito pensar que hay cierta indecencia en celebrar así un descubrimiento que se pone, primeramente, al servicio de la más formidable furia destructora de que el hombre haya dado pruebas desde siglos. Nadie, sin duda, a menos que sea un idealista impenitente, se asombrará de que, en un mundo entregado a todos los desgarramientos de la violencia, incapaz de ningún control, indiferente a la justicia y a la sencilla felicidad de los hombres, la ciencia se consagre al crimen organizado. .. Ya se respiraba con dificultad en un mundo torturado. Y he aquí que se nos ofrece una nueva angustia, que tiene todas las posibilidades de ser definitiva. Sin duda se le brinda al hombre su última posibilidad. La bomba atómica puede servir, en rigor, para una edición especial. Pero debiera ser, con toda seguridad, motivo de algunas reflexiones y de mucho silencio. Entiéndase bien. Si los japoneses capitulan después de la destrucción de Hiroshima y por efectos de la intimación, nos alegramos. Pero nos rehusamos a sacar de tan grave noticia otra conclusión que no sea la decisión de abogar más enérgicamente aún en favor de una verdadera sociedad internacional, en la que las grandes potencias no tengan derechos superiores a los de las pequeñas y medianas naciones, en que la guerra, azote hecho definitivo por el solo efecto de la inteligencia humana, no dependa más de los apetitos o de las doctrinas de tal o cual estado. Ante las perspectivas aterradoras que se abren a la humanidad, percibimos aún mejor que la paz es la única lucha que vale la pena entablar. No es ya un ruego, sino una orden que debe subir de los pueblos hacia los gobiernos, la orden de elegir definitivamente entre el infierno y la razón. Camus, Albert, Combat, 8 de agosto de 1945, en Moral y Política. |
Bitácora devenida Golfista, temporal y afortunadamente. La sabiduría es ante todo conocimiento de si - proverbio chino.
jueves, agosto 06, 2009
Infierno y razón
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario