Este es un cuento de Angel Cappa, pero me recuerda a un jugador rosarino que en 1973, se fugó, para resistir a las ofertas que venìan a traerle en vivo y en directo empresarios del fùtbol extranjero.
Como pista, el querido e inolvidable Lalo de los Santos, le dedicó una canciòn a este afamado futbolista.
- No voy- dijo el loco Caminatti y se armó un quilombo que ni te cuento.
Estaba todo hecho. Los dirigentes habían arreglado los papeles y sólo faltaba la firma del loco que inclusive, aunque no del todo convencido, en principio había aceptado ir a Ferrocarril Oeste.
Pero justo en el momento de ponerle el punto final a toda la historia, Alberto Carminatti, lateral izquierdo, rápido, rendidor, incansable, firme en la marca, gran cabeceador, dijo, sorpresivamente que no quería ir.
- No voy, viejo, no voy- repetía sin agregar ni una sola palabra a una decisión que todo el mundo le parecía insólita.
En ese momento, te hablo de muchos años atrás, Ferrocarril Oeste era un buen equipo en el que ya jugaba otro futbolista de Bahía Blanca: Roque Marrapodi, que había sido también jugador de Olimpo, donde ahora el loco Carminatti formaba pareja con el vasco Ochoa y lo complementaba un fenómeno porque el vasco, que tenía una calidad impresionante, era medio lenteja y el loco cruzaba detrás suyo y salvaba las papas no una, sino varias veces.
Claro, el vasco tenía otras cosas. Anticipaba como los dioses y salía jugando con una solvencia, con una elegancia que el loco no tenía, para qué nos vamos a engañar. Alberto era otro jugador, muy veloz, duro, muy firme y apagaba todos los incendios ahí atrás para que el vasco, después, se luciera con la pelota en los pies.
La cosa empezó cuando un dirigente de Olimpo le comunicó al loco que Ferro lo quería y pedía que fuera un tiempo con ellos a modo de prueba. El Loco aceptó y viajó a Buenos Aires. Estuvo en Ferro dos semanas y parece que anduvo bien.
- Le vamos a mandar una citación para que vuelva, si no tiene inconveniente, y se una a nosotros en una gira que haremos por Europa- le dijo un dirigente de Ferro cuando Carminatti regresó a Bahía.
El loco no dijo nada. De vuelta en Bahía siguió jugando como si tal cosa. La experiencia, aparentemente, no lo había conmovido. Los dirigentes de Ferro le comunicaron a los de Olimpo que tenían interés en el jugador "siempre y cuando el precio se adecuara a la disponibilidad económica del club".
Las conversaciones duraron tres o cuatro semanas y finalmente arreglaron. A Carminatti le ofrecieron una cifra diez veces mayor que la que ganaba en Olimpo.
- Además la posibilidad del fútbol grande y lo que eso significa para su progreso como jugador- le dijeron.
- Bueno- aceptó el loco, pero no muy convencido, la verdad, aunque algo inquieto por la curiosidad. ¿Cómo sería jugar en Buenos Aires, estar entre los grandes?
Se debía incorporar un mes después, a la finalización del campeonato, para una gira que, efectivamente, haría Ferro por Europa.
Todo bien. Los periodistas de Bahía, revolucionados.
El ambiente futbolístico alterado por el acontecimiento. Menos el loco Carminatti, que parecía imperturbable. Cuando se lo comentaban se reía, nada más.
Se acercaba la fecha y todos parecían más nerviosos que él. Dos días antes de la partida le hicieron una comida de despedida. Estaban sus amigos, sus compañeros de equipo, dirigentes y periodistas. Le pidieron que hable. Habló y fue muy breve:
- No voy, che- dijo el loco, con toda naturalidad- me quedo en Olimpo. No voy.
La sorpresa fue tremenda. Nadie entendía nada. Jamás aclaró el motivo y por más que intentaron convencerlo de lo contrario, nadie lo pudo hacer cambiar de idea.
Finalmente todo volvió a la normalidad, aunque quedó la incógnita pendiente: ¿Cuál habría sido el motivo por el cual el loco Carminatti no quiso ir a Ferrocarril Oeste? Le convenía un montón, tenía todo arreglado. Era increíble.
Tiempo después, en la casa del Rulo Martínez, en un asado entre amigos y en medio de un partido de truco, el Titín Disciulo le preguntó como quién no quiere la cosa:
- Che, Alberto, ¿me querés decir por qué no quisiste ir a Ferro?
Se hizo un silencio espeso porque todos sabíamos que al loco no le gustaba hablar del tema y porque nadie antes se había atrevido a preguntárselo tan de frente.
El loco lo miró, te diría casi desconcertado.
- ¿Sabés qué pasa?- empezó a contestarle- tenía que viajar a Europa, ¿te das cuenta?... Y allá no conocés a nadie... no entendès nada... dejáaame- dijo.
Y esa fue la pura verdad.
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