Los Desafíos del Desarrollo
¿Le interesa el tema? Entonces vaya al kiosco o librería amiga y pregunte por “Los desafíos del Desarrollo: Diagnósticos y Propuestas” de Eduardo Hecker y Matías Kulfas.
La colección es "Claves para Todos", dirigida por el Pepe Nun de la editorial Capital Intelectual. Sale unos $8 y por su formato puede ser leído en el bondy o dentro de un toilette.
Prácticamente todos los títulos de esta colección, son joyitas escritas por autores probos, en un lenguaje despojado de tecnicismos a la vez que profundos.
La profunda crisis que asoló nuestro país a fines de los 90’, puso de manifiesto una falla grave, estructural y repetitiva de la Argentina: la falta de una estrategia de desarrollo a mediano y largo plazo.
Las malditas imágenes argentinas de 2001 mostraban un panorama complejo/contradictorio: un país con la mitad de su población sumida en la pobreza, una proporción creciente de desocupados y ocupados endebles. Sumado a esto una inequitativa distribución del ingreso, pero con bolsones de marcada prosperidad.
Un país que supo tener un alto índice de cohesión social, pleno empleo y bajos niveles de pobreza.
Esto sucedió entre 1940 y 1970, pero luego vivimos una etapa de signo absolutamente opuesto.
Esta desintegración social tiene un fuerte antecedente en la desintegración productiva. A un país con industria manufacturera, que articulaba la bonanza económica en forma inclusiva, le sucedió otro totalmente primarizado/excluyente.
Hoy Argentina, es eficiente en la producción agropecuaria y en industrias que hacen uso intensivo de los recursos naturales. Pero prácticamente no produce bienes líderes ni en los campos manufactureros y menos en los tecnológicos.
Las experiencias internacionales nos muestran que las opciones para el desarrollo son exactamente las opuestas a las asumidas por nuestro país durante los últimos 30 años.
En los 50’ Corea era una economía atrasada con unos pocos productos primarios.
Décadas mas tarde “emergió” un sector industrial de alta tecnología, fruto de un desarrollo silencioso y constante, e integrado al mercado mundial a través de un sólido complejo exportador, cuyos resultados lograron una distribución del ingreso mas justa y equitativa. La fuerte vocación industrializadora del Estado Coreano, se tradujo en una serie de estímulo a las exportaciones y al desarrollo de prácticas innovadoras.
Esto pone de manifiesto que el desarrollo del sector industrial de una nación, no es algo que surja del libre juego de los mercados, sino como fruto de una consolidada e ininterrumpida política de estado.
El desarrollo implica crecimiento económico, pero aparejado con cambio social. El agrandamiento del sector productivo produce transformaciones que promueven la integración social.
Ciertos autores [1] definen el proceso de desarrollo económico, como la transición de una economía cuyos bienes intensivos provienen de recursos naturales, a otra cuyos bienes provienen del uso intensivo de conocimiento.
El desarrollo económico surge en la década del 30’, pero recién toma auge en los 60’. El motivo de retomar este concepto, venía asociado por interpretar los distintos grados de desarrollo entre países, regiones y grupo de países, problema al que la teoría neoclásica[2] daba respuestas de poco valor.
Uno de los principales aportes fue el de Joseph Schumpeter[3], este interpuso su visión del cambio tecnológico como elemento central del desarrollo. En otras palabras: la competencia no se genera por la vía de los precios, sino de las innovaciones.
Hasta ahora mencionamos el estado de la situación a nivel políticas de estado/nación, ¿qué decir entonces de ámbitos más pequeños, tal el caso de las regiones, provincias o municipios?
En Argentina poco y nada, producto del simplista y demoledor “pensamiento único”.
Sin embargo el fuerte trabajo en las agencias de desarrollo regional de España, como los destrettos en Italia, ponen de manifiesto dos procesos simultáneos: la desterritorialización del capital y la revalorización del territorio como estímulo para nuevos emprendimientos y concertaciones.
Debemos introducirnos en la complejidad, estableciendo prioridades y aprovechar/reformular las herramientas de las políticas públicas, descreyendo tanto de la utopía [en tanto concepción imaginaria] liberal, como del rechazo absoluto hacia la mundialización.
He aquí el doble desafío que exige el desarrollo, por un lado construir consensos, y simultáneamente generar políticas de estado a largo plazo. Entendiendo al desarrollo como la puesta en práctica de nuevas combinaciones en el sentido schumpeteriano. He allí la cuestión ...
Amsden A. The Rise of The Rest, Oxford University Press, New York, 2001.