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martes, mayo 08, 2018

Ignacio Ezcurra

Evocamos la figura del periodista Ignacio Ezcurra.
El joven periodista contaba con 28 años, y el propio Ignacio propuso en la redacción del diario, cubrir la guerra. Su jefe respondió.
- Está bien, Ezcurra. Decirlo es fácil. ¿Pero quién se anima a ir?
Sin dudarlo, Ezcurra redobló.
- Yo iría.

Así partió el joven periodista, que había tenido su paso por la Universidad de Columbia, gracias a una beca de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Ignacio intuía que aquella guerra de Vietnam, encerraba infinidad de detalles, que no se daban a conocer.
Y allí fue, con su cámara, su máquina de escribir, y su fantástico don para narrar, reparando en infinidad de detalles que a la mayoría de los mortales, se nos pasarían por alto.

El 8 de mayo de 1968, sería el último día de su vida.
El jueves 9 de mayo LN publicó un artículo, sin saber que sería póstumo.
Días después corroboraron aquello que sospechaban por el silencio del corresponsal, sumado a testimonios, y a una letal radiofoto.

¿Quienes asesinaron a Ignacio?
Gran interrogante ...

Aconsejamos la lectura del libro de Sara Gallardo - Hasta Vietnam, publicado por Elefante Blanco, bendita editorial.

Pero la figura del periodista que se mueve para conocer la gente, en medio del desastre, retratarla, pintar la aldea, e investigar sobre aquello que se da como una verdad inmutable, es la esencia del laburo que hizo este caído en combate.

Infinidad de notas se publican por estos días sobre Ignacio.
Recomiendo a viva voz, la de Encarnación, su hija, que viajó a Vietnam.

lunes, mayo 31, 2010

De amores y locuras

Enrique Pinti

Amor y deseo, a veces se confunden en un solo sentimiento ardiente y pasional. Y  suelen alejarse (peligrosamente) de la razón, la autoestima y la sensatez.
El amor tiene razones que il cuore no comprende e infinidad de amigos, parientes y conocidos se entregan a relaciones imposibles.

Hombres que no pueden tener a su lado ninguna mujer que no sea neurótica, mandona, chismosa y compulsivamente infiel.
Padres abusadores, hijos desaprensivos, parejas desparejas y amigos que sólo saben estar en desacuerdo en todo y discutir acaloradamente sobre gustos, política, fútbol y programas de televisión con sus supuestos camaradas, forman una cadena sadomasoquista que no sabe de clases sociales ni de niveles de cultura, información y educación.

En la pobre y sórdida villa miseria o en el lujoso piso de la Avenida del Libertador; en el modesto monoblock del conurbano o en el suntuoso country; en la decadencia de la clase media que se ha convertido en clase a medias o entre los nuevos ricos que han accedido a la buena vida por haberse destacado en la mala vida, los dramas parecen ser los mismos. El pobre, el rico, el culto, el bestia, el conservador y el proletario se unen en la misma queja. "No sé elegir"; "parecería ser Satanás el que se encarga de seleccionarme las relaciones"; "¿qué hago yo con esta mujer?"; "¿qué me une a este engendro de hombre?"; "¿por qué tengo que aguantar cuernos y malos tratos?" ¿Por qué? ¡Porque lo quiero! ¡Porque la amo! ¡Porque cada vez que nos separamos la pasamos muy mal y no podemos vivir el uno sin el otro! Insondables misterios de la croqueta, laberintos del alma en los que los mortales nos perdemos en algún momento de nuestras vidas.

Psicoanálisis, dietas, asistencias espirituales, meditaciones y demás métodos de autoayuda pueden sacarnos de tales angustias, pero hay algo en la naturaleza humana que nos inclina hacia aquello que nos perjudica, a lo angustioso, a lo conflictivo... y a que eso nos guste.

Claro, no todo es neurosis y enfermedad autoagresiva.
El amor verdadero pasa por pruebas difíciles, y si las vence se convierte en un sentimiento sublime.
Basta recordar la relación que mantuvieron durante muchos años la gran Katharine Hepburn y el igualmente grande Spencer Tracy.
Eran agua y aceite. Ella, rica y culta heredera de una familia millonaria, liberal y progresista al extremo, la típica señorita distinguida con ideas socialistas; él, irlandés, católico, bebedor, machista y conservador en sus ideas, pero de extracción popular, de clase trabajadora.
Los dos, superestrellas en una época en que los grandes estudios basaban su prosperidad en las grandes figuras y exaltaban con prensa y promoción el ego de sus contratados hasta dimensiones extremas. Por lo tanto, eran famosos; o sea, sin intimidad posible.

Casado y con un hijo con problemas mentales, por su formación católica y por respeto a su mujer, Tracy no se iba a divorciar por nada. Ella, liberal y feminista como era y siguió siendo, no discutió ni presionó. Fue su amante en una época puritana en la que semejante condición implicaba ser la comidilla de todo Hollywood y, por ende, de todo el mundo.
A ella no le importó, y sin estridencias ni escenas, sin decir una sola palabra, siguió su relación con toda fidelidad y se mantuvo a su lado hasta su muerte, muchos años después, con la integridad de los que saben que el amor a veces no es un lecho de rosas, sino relación conflictiva, sin reconocimiento, sin legalidad, blanco de críticas de cursis y pacatos, corneadores profesionales, pero hipócritas y cínicos que señalan con el dedo lo incorrecto. Relación difícil y ardua, pero no enferma ni neurótica.
A veces la pasión no es insana y patética. Muchas veces es ejemplar, como en la historia de Hepburn y Tracy.
No todo es locura en el amor loco.



Dejemos que alguien nos cante, como pa' comprender esta locura.
Traemos tonce' un tema de Richard Rodgers y Lorenz Hart, compuesto en .. ¡1935!
En sendas versiones, una de la canadiense, vocalista y pianista inigualable, la genial Diana Krall. Y como pa' que no queden dudas, también a la inigualable neoyorquina Carly Simon.
Dos minas, dos (que valen por mil), con dos estilos distintos, no opuestos, sino complementarios.
Disfrutadlos y enamoraos (de la vida).


miércoles, febrero 24, 2010

La novela disgresiva

Hace cincuenta años que Arturo Cancela nos dejó.
Medio siglo sin la pluma que supo reírse de los defectos de la sociedad argentina, no con maldad, sino con “amorosa compasión”; tal como asegura Rodolfo E. Modern.
Cancela cultivó la sátira con humor, género cáustico inaugurado en la antigüedad por Petronio cuyo fin era combatir la siempre defectuosa realidad con la ironía. Regaló a la posteridad un puñado de obras delirantes, sobresaliendo con su magna: Historia funambulesca del profesor Landormy; por ser un libro decisivo para la evolución de la narrativa argentina.

En La Nación -donde colaboró durante tres décadas- pronto comenzó a satirizar ciertos estilos de vida de las clases sociales.
Su obra demuestra que la mordacidad puede ser la cura para contrarrestar los errores. La prosa de Cancela desnuda los defectos argentinos que azotan al hombre rioplatense. Pero alejado del tono apocalíptico,ilustró las virtudes de su pueblo.
El resultado fue grato, puesto que con el humor –impregnado de alusiones históricas, la mayoría orientadas hacia el mundo político del momento-, supo ridiculizar perspicazmente las situaciones inmediatas a su realidad.
En menos de un año, Tres relatos porteños fue un éxito. Agotó cinco ediciones, obteniendo el Premio Municipal de Literatura y se la tradujo al idioma inglés.
Años más tarde, el escritor Adolfo Bioy Casares admitiría en reiteradas entrevistas, que ese mítico libro lo había influenciado fuertemente en el tono porteño de sus novelas como en El sueño de los héroes.
Sin abandonar su sesgo humorístico, escribe El burro de Maruf (1925), Palabras socráticas a los estudiantes (1928) y Film porteño (1933); este último aludiendo a su fuerte antiyrigoyenismo.
Con tono zumbón, además de un indiscutido don idiomático –recuerda un poco al de Juan Filloy-, expresa la verdad no siempre feliz de la realidad.
Así caricaturiza a: políticos, burócratas, ministros, profesores, periodistas e historiadores; acompañados de ingeniosos procedimientos que revelan el invalorable aporte de creatividad e imaginación de sus páginas.
Cancela, quien gustaba fumar en pipa como Leopoldo Marechal, y era inspector de enseñanza secundaria, escribió con versatilidad numerosos artículos, relatos, obras de teatro y ensayos.
Hacia 1925 comienza a trabajar en su novela más compleja y ambiciosa: Historia funambulesca del profesor Landormy (1944).
En ella intercala múltiples estilos, y su protagonista -el arqueólogo francés Landormy- debe padecer en una ilustre visita a la Argentina: la burocracia, snobismo, prejuicios sociales y la caterva de tilingos y oportunistas porteños; creando una frondosa novela de jocosas ocurrencias.
Como bien afirma la escritora Alicia Jurado, el libro es “divertidísimo”, ya que la trama –debido a la inclusión frenética de elementos y personajes- zigzagea sorprendiendo con su caudalosa –e ingeniosa- pluma.
Por su humor disparatado, Historia funambulesca … está emparentada con ciertos ecos que se remontan al S. XVI, a Rabelais, Cervantes y a la picaresca española; tanto por la división y clasificación de los capítulos, como así también por la desenvoltura de los pasajes en la novela. Al no tratarse de una obra tradicional debido a su infrecuente estructura; sería conveniente detenernos en las cualidades de esta atípica novela, para poder apreciar sus excentricidades.
La historia que intenta narrar, pasa a un segundo plano ya que las peripecias de Landormy pronto son interrumpidas por múltiples divagaciones, causadas por percances de personajes secundarios, u objetos minúsculos dentro de la historia, siendo descriptos hasta la exasperación.
Por eso su trama –a veces ambigua- no depende de las vivencias de su protagonista, sino de la forma desarticulada –y vanguardista- en que éstas son narradas.
No hay dudas que el verdadero argumento es la digresión y la forma en que ésta se manifiesta en el decurso de sus capítulos, algo así como ir abriendo infinidad de ventanas, cual navegador internetiano que abre, pero nunca cierra pestañas.
Con frecuencia la trama es suspendida y retomada con el fin de introducir y multiplicar detalles, dando cabida a historias tanto simultáneas como paralelas.
No es un texto lineal, puesto que está disgregado por vifurcaciones que fragmentan y postergan los avatares de Landormy.
Estas interrupciones sirven como pretexto para desplegar el desvío arborescente que reafirma una predisposición del autor (como acontece en Jacques le fataliste de Diderot), hacia giros narrativos inesperados.

Y como cereza del postre, una comparación entre Cancela y Marechal.
Lectura: ¡bella e irresistible tentación!

De plumas ignotas

Arturo Cancela nació allá por 1892 (otro decimonónico), en Buenos Aires. 
Narrador y dramaturgo, abandonó los estudios de medicina, ejerciendo después el periodismo.
En colaboración con Pilar de Lusarreta escribió varias piezas teatrales.
El carácter más significativo de la obra de Cancela está dado por el humor, que resulta casi siempre de su realidad circundante y consiste en subrayar una parte de esa realidad que, en apariencia, nada tiene de sobresaliente. De la misma manera, subrayando una actitud, el comportamiento de un personaje crea un tipo.
El carácter esencial de este humorismo lleva implícito una crítica en la que se entrevé, en la mayoría de las veces, una moraleja.

Sus Tres relatos porteños (1922) expresan, aun siendo éste su primer libro, todos los recursos humorísticos, todas las observaciones que reaparecerán luego en la obra de Cancela, situadas en un determinado lugar —Buenos Aires—, elemento fundamental para su punto de observación como narrador y humorista.
La unidad de este libro, más allá de sus procedimientos y lenguaje, de la descripción de personajes y situaciones de cada uno de los relatos, se advierte en una parecida actitud para abordar esos tres momentos que reflejan otros tantos instantes de la sociedad y el tiempo observados.

En cuanto a la crítica que implica su humorismo, es evidente también esa misma unidad.
En el primero de los relatos, "El cocobacilo de Herrlin", ella aparece como denuncia a instituciones consagradas, a males burocráticos, a actitudes solemnes cuya ambigüedad el humorista subraya con certeza.
En esta ocasión, nos reunimos alrededor del fuego carpediemiano, para compartir la eximia escritura y el agudo humor canceliano, propagado desde el cocobacilo.
Si hubiese una lectura colectiva y multitudinaria, la pandemia acabaría con los males de este mundo, y al menos nos levantaría la comisura de los labios, trocando el gesto adusto en buenos humores. 
Inteligencia, pluma, visión esperanzada y comicidad. Ingredientes que Don Arturo mezcla con sapiencia y estilo.

sábado, enero 02, 2010

Tres raros señores

Comparto genial nota del avispado escritor/periodista Norberto Firpo, un imperdible por cierto.
Se ve que los funcionarios aduaneros no variaron sustancialmente en los últimos dos milenios ...
Para ver el artículo en su contexto, ingresad aquí

¿De dónde vienen ustedes? -preguntó, desconfiado, el vista de aduana.

-De Oriente -respondió el más anciano y achacoso de los tres, sin duda con sus huesos a la miseria al cabo de tan larga cabalgata en camello.

-¿De Oriente Medio? -inquirió el vista de aduana, ya con cierta brusquedad.

-Más o menos. Atravesamos varios desiertos. Somos reyes -dijo el morocho, esbozando plañidera sonrisa, con intención de que el funcionario se la copiara.

Pero el funcionario era un burócrata de ley y no tenía por qué ser amable con individuos tan estrafalarios, y para peor venidos quién sabe de dónde.

-¡A ver los pasaportes! -exigió.

-No tenemos pasaportes -dijo el más joven, que aun así era un señor bastante mayor-. No tenemos documentos de ninguna clase.

-Lo siento. No los puedo dejar pasar. El gobierno está restringiendo el ingreso de inmigrantes. Háganme el favor, córranse a un costado.

-No somos inmigrantes -chilló el más anciano, a quien urgía un buen masaje con árnica-. Volveremos a nuestros pagos muy pronto, después de la Epifanía.

-Llevamos varios días viajando. Los desiertos son agotadores. Cada vez hay menos oasis -dijo el morocho-. ¡Uf!, días enteros siguiendo una estrella. (El rey bastante mayor le dio un codazo.)

-Noches enteras siguiendo una estrella -lo corrigió-. Durante el día no se ven las estrellas.

-¿Y qué hay en esas bolsas? -preguntó el vista de aduana, señalando unos enormes bultos junto a los camellos, no menos impacientes. Por algo esos pobres rumiantes tenían la joroba medio desinflada.

-En esta bolsa hay mirra; en esta otra, incienso? -contestó a coro, el trío.

El funcionario dio un fuerte puñetazo al mostrador y les espetó:

-¿Mirra? ¿Incienso? ¡Recórcholis! ¿Acaso ignoran que está terminantemente prohibido el ingreso de ciertas hierbas? ¿Acaso no saben que sólo con receta médica? La única excepción es el boldo. ¿Y qué traen en la tercera bolsa?

-Bueno? Unas cuantas barritas de oro. Hemos prometido hacer una ofrenda -informó el rey más anciano, tembloroso y con notorias muestras de desazón.

Al burócrata de rancia estirpe se le achisparon los ojos.

-¿Oro? Caramba, ¡haberlo dicho antes! -musitó, de pronto gentil-. Tal vez pueda hacer una excepción con ustedes, si me dispensan una módica gentileza.

Rato después, los tres raros personajes hallaron el camino expedito. Y la celebración del miércoles venidero se debe a que cumplieron con su misión.