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martes, noviembre 12, 2019

HIstorias de un cortado

Suena el fonino con un nro.desconocido. Atiendo y reconozco la voz de mi interlocutor, el buen Calica Ferrer, joven nonagenario, Amigo de mi Viejo. Acordamos encontrarnos el lunes 11 de noviembre a la tarde en un bar porteño.
A veces no comprendo del todo ciertas respuestas que doy, pero intuyo que habrà una buena conexiòn, por mas que ande con escasa disponibilidad de tiempo.
Durante la mañana de la jornada, se me cruza la idea de convocar a un tercero a la reunión, hijo de otro amigo de Calica, a raìz de una vieja conversaciòn mantenida. No parece muy lògico, pero la intuiciòn arremete, y dice "si dale, invitalo". Curso mail al susodicho, y sigo haciendo mi laburo.
Al rato, tengo la respuesta en mi bandeja de entrada, sumandose a la movida, y redoblando la apuesta: - No le digas nada a Calica, asì caigo de sorpresa ... Obedezco y me pregunto si no habremos de infartar al joven Calica. Confío.

Salgo del laburo. El tiempo me da como para pasar por casa, dejar las cosas y ponerme algo mas còmodo. Milagrosamente llego al lugar con dos minutos de antelaciòn. Allì està sentado Calica: impecable. Observa al ser que ingresa, le extiendo la mano, y me mira con ojos de "esta es la persona a quien estoy esperando?". La duda se disipa en un abrazo.
Ya estamos, arrancamos a conversar. Lo escucho, y mi cabeza vuela miles de años atrás. Infinidad de comentarios de mi Viejo, sobre la relaciòn de ambos. Calica apunta a ciertas cuestiones de Ernesto Guevara, el amigo en comùn de ambos. Vamos y volvemos por allì: Cuba, Alta Gracia, etc.

A los 20' se acerca un "joven" con atisbo de vestimenta formal. Encara a Calica, quien tiene problemas en un oìdo, y le estira la mano para saludarlo. Mi interlocutor piensa que es un conocido mìo, pero el "joven formal"le pasa el santo y seña "Yatasto en la cuarta". Calica pasa a abrazar al foràneo, y pretende presentarmelo. Es en vano, decirle que fue un ardid convenido entre ambos.Ipse pucho, se alegra de estar con dos hijos de grandes hijos de puta. Algo solo comprensible en el argot de altri tempi, donde ese calificativo resulta entrañable bajo ciertas condiciones, como esta, la de un encuentro impensado.

La charla, ahora que se sumó "Avelinito" adquiere otro matiz. Viramos de Cuba, rumbo a otros parajes. Primero Alta Gracia, los veranos, luego Quilmes, la infancia de Avelino y las visitas de los amigos de su padre.
Las fotos de ambos Viejos se acercan, miles de aventuras y anècdotas, que podrìan ser el guiòn de cuentos varios de Laiseca, en versiòn comedia, emergen por doquier. Asoman situaciones impensadas, como la muerte cuando hace su apariciòn en un raid inesperado, llevàndose a la madre de Avelino, y lo que aquello desencadena. El hecho sucedió en 1980, y cuando lo cuenta, recuerdo la sensación que se respiraba 40 años ha. Es como si hubiese pasado ayer ...

Las vueltas de la vida, los comportamientos de nuestros Viejos, Calica asistiendo con detalles. Asoman viejos conocidos en común, a quienes no recordaba desde hacìa 40 años. Los cuentos los rejuvenecen, aparecen con nitidez. Uno entonando tangos, otros morfando, todos chupando. Calica da detalles de alguna detenciòn policial, por cierto exceso (etìlico).

La charla da cuenta de algunos seres que vivieron y jodieron intensamente. Con cierto ingenio, y gran despreocupaciòn.
La figura de mi Viejo, ahora se alinea con estos amigos suyos, que vistos desde el siglo XXI, parecen ininteligibles. Asoma tambièn la afición a las aventuras de todo tipo, a la joda, al culto de la amistad a perpetuidad. Escucho con atenciòn, muchas de estas cosas chocan con la cuestiòn imperante. Las risotadas de la mesa, resuenan en el bar que se va despoblando de comensales, pero la charla està activa.

Agradezco haberme permitido esta irracionalidad, dejandome guiar por la intuiciòn. Porque en mi ser mas profundo, creo haber captado algo mas de aquellos tiempos que le tocaron vivir a quienes nos precedieron. Ni mejores, ni peores: distintos y pasados. Conscientes que lo mejor està por venir. Sea!



martes, abril 09, 2019

La petite (grande) cravate

Hay prendas que nos deslumbran, aún cuando permanezcan guardadas por muuuuuchos años.
Algo así sucedió el primer sàbado de abril de 2019, cuando dispusierame a enfundarme en el traje de padrino de boda de mi (ex) pequeña gran Tini.

Siendo la primera hija que se casaba, había infinidad de cuestiones en la previa. Algunas de orden mayor, otras de ìndole logística, pero todas con su peso, para que el evento fuese una celebración colectiva.
Llegado el gran día, había un lógico y desbordante nerviosismo. Uno de los aciertos, fue acercarme a la peluquería con el motivo de emprolijarme. Ver otras personas haciendo su vida normal, y luego de conversar con el barbero, regresé alviado y renovado.
El momento de la boda era inminente, tan solo había que lustrar los tamangos, planchar la camisa, etc.
En ese momento, el Benjamín arremete solicitando vestimenta:
_ Cómo, no tenés corbata? -preguntele con cierta preocupación.
_ No Viejo, vos mismo me dijiste que tenías varias …

Absolutamente cierto. Raudamente desempolvamos las cravates que sobrevivieron a n mudanzas, y a esta onda m&m, de cuellos desprendidos. Finalmente logró hacer una selección de tres candidatas.
Mientras tanto, yo permanecía inalterable, convencido de mi elección: mi corbata, seguía enfundada en su cobertor, dentro de una caja.
Ya cercana la hora en que debía rajar de casa, para buscar a la Novia y dirigir juntos a la Iglesia, me dispuse a hacer el nudo de la corbata. Cuando hube de sacarla de su funda (cuestión que no hice a lo largo de los veintitantos años), reparé en lo descolorida que estaba en ciertas partes.
A la pelota, pensé, y ahora que cazzo hacemos …
Allí recordé que la bendita corbata, había resistido el paso del tiempo, desde el primer sábado de abril de 1990, porque la había utilizado mi suegro, el Doctor.

Habían pasado (tan solo), 29 añitos, y deduje que algún poder mágico habría de tener, porque de otro modo, no comprendía, como cazzo seguía estando tan a mano, luego de tanta vida, con hogares y ropajes diversos.
Me dije, no ha de ser casual entonces.
Ni bien me hice el nudo, vi que era corta.
Sonamos pensé ....
Mas, afortunadamente, el bendito chaleco salvó las papas.
Una vez que me puse el chalequillo, y luego me calcé el jacket, la pequeña gran corbata, comenzó a recuperar brillo. Diría que lucía como aquel día en que me casé. Ahora, venía a acompañar a otro padrino.
Creo lo hizo bien, porque dicha prenda es esencial, ya que uno debe sentirse a gusto con ella. Allí comprendí el profundo significado y algún mensaje del mas allá que portaba aquella pequeña gran corbata, gesto elocuente en este momento inolvidable.


viernes, octubre 23, 2015

Novela romana

Compartimos inteligente conversación entre Marcelo Longobardi y Sergio Rubín. Este último da pistas para interpretar intríngulis en la prensa mundial, con temas que involucran al Papa, y desvian la atención acerca del Sínodo que está concluyendo. Attenti.