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jueves, abril 25, 2019

Una escritora de mil amores

Audio ad hoc
El lunes 25 de abril de 1927, nacía en Asturias, una escritora prolífica y mas leída que Cervantes, se llamó Corín Tellado.
Fue la mayor fabuladora de novelas románticas, pero su vida no fue color de rosa: se separó de su marido a los tres años de matrimonio y jamás rehízo su vida sentimental.
La autora de la más extensa obra literaria amorosa en castellano, con más de cuatro millones de ejemplares vendidos, no fue el prototipo de mujer sentimental.
La escritora se definía a si misma como una persona realista, a quien emocionaban las cosas reales, palpables. Afirmaba: No me seducen las puestas de sol, ni las estrellas, ni la luna llena. Nunca he dicho 'te amo', 'te quiero', ni 'vida mía'. Sólo lo sugiero en las novelas para que se emocionen los lectores.
Durante años, su esposo le siguió enviando cartas que jamás las abrió.
Las quemó sin siquiera haberlas leido ...




jueves, septiembre 13, 2018

Dia del bibliotecario

En la edición del jueves 13 de septiembre de un matutino porteño, se publicaba un artículo titulado “Educación”, El mismo indica que “la Junta ha resuelto formar una Biblioteca Pública, en que se facilite a los amantes de las letras un recurso seguro para aumentar sus conocimientos. Las utilidades consiguientes a una Biblioteca Pública son tan notorias, que sería excusado detenernos en indicarlas... por fortuna tenemos libros bastantes para dar principio a una obra, que crecerá en proporción del sucesivo engrandecimiento de este pueblo ...”
Se contaba sólo con un local y dos bibliotecarios. Eran cinco habitaciones en los altos de la esquina de las porteñas calles Moreno y Perú. Por entonces calles de la Biblioteca y de los Representantes. Los dos bibliotecarios, en orden jerárquico eran: Fray Cayetano Rodríguez y Presbítero Saturnino Segurola. Y esto era todo; a partir de allí el ingenio tendría que ser el principal capital. Y lo fue.

El decreto 17650/54 establece que el 13 de septiembre se conmemore en todo el país el “DÍA DEL BIBLIOTECARIO”, como un homenaje a la labor de los bibliotecarios en favor de la comunidad.

¿Es importante la función de estas personas, en tiempos de internet, donde “todo parece estar al alcance de la mano”?

Consideramos que ahora es aún mas importante, porque altri tempi, el bibliotecario acercaba información. Hoy no solo eso, sino que nos ayuda a seleccionar en medio de la maraña de medios cuya hiperabundancia nos abruma y confunde.
El bibliotecario, infunde seguridad al lector, y en la medida que haya un mutuo conocimiento, el profesional de la info, probablemente acerque al lector obras o adelantos de las mismas vía correo electrónico, en función de gustos e intereses. Y esta sinergia no tiene parangón.

Las bibliotecas son lugares que describen a la perfección la cocina interna de un lugar.
Nada mejor para conocer una casa de altos estudios, que acercarse, antes que al aula magna o salones de eventos, a la biblioteca del lugar, ver sus instalaciones, y conversar con las personas que asisten a los lectores. Esto da una idea, acerca del espíritu de la organización.

Lectores y bibliotecarios conforman una unidad de díficil superación. E infinidad de veces, los bibliotecarios lograron despertar no solo curiosidad en sus clientes lectores, sino que posibilitaron afianzar u orientar vocaciones.

Por todo esto: ¡feliz día caros y nobles bibliotecarios!

jueves, agosto 17, 2017

Sobre Bestias varias


Les proponemos evocar la publicación de la novela del escritor británico George Orwell, 72 años atrás.
Se trata de Rebelión en la granja, sátira sobre los regimenes totalitarios en todas sus formas.

En la novela un grupo de animales de una granja expulsa a los humanos tiranos y crea un sistema de gobierno propio que acaba convirtiéndose en otra tiranía brutal.
La novela fue escrita durante la Segunda Guerra Mundial y, si bien se publicó en 1945, tuvo gran difusión a partir de fines de los 50.
La obra nos interpela, porque alude a todo la corrupción que puede surgir tras toda adquisición de poder, en cualquier nivel.
Por esto, el libro ha sido utilizado como herramienta educativa incluso en los primeros años de escolaridad de algunos países.
Está considerada una de las más demoledoras fábulas acerca de la condición humana.
Lejos de ser algo del pasado, cobra mas vigencia en pleno siglo XXI.

Así lo entendieron los integrantes de Pink Floyd, quienes se basaron en los personajes de Rebelión en la granja, para su genial disco Animals de 1977.

martes, diciembre 01, 2015

Derechos del lector

En el 71° cumpleaños de Daniel Pennac, compartimos este precioso legado que debe formar parte de los maltrechos derechos humanos.
Hoy compartimos sugerencias para contagiar el gustito por la lectura.
A tal efecto, compartimos un genial recetario, resumido en el decálogo del escritor francés Daniel Pennac, e ilustrado por Quentin Blake.
Os suena el nombre de Quentin? Fue el ilustrador predilecto de Roald Dahl, escritor de Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate entre otros.
El poster que adjuntamos, traducido al castellano, fue utilizado en una campaña de promoción de la lectura, en Francia durante 2009.
Pennac da pistas precisas. Para incitar a la lectura, uno debe buscar relatos copados, que despierten pasión y risa, en vez de ir con títulos vetustos para nuestr época. Siempre se debe leer por placer, dando por tierra con aquello de “lectura obligatoria”.
Una forma práctica de evocar a Pennac, quien está soplando 71 velitas este 1° de diciembre.

Os invitamos entonces a conocer el decálogo con ‘
Los Derechos del Lector’:
1. El derecho a no leer.
2. El derecho a saltarnos las páginas.
3. El derecho a no terminar un libro.
4. El derecho a releer.
5. El derecho a leer cualquier cosa.
6. El derecho a leer lo que me gusta.
7. El derecho a leer en cualquier parte.
8. El derecho a hojear.
9. El derecho a leer en voz alta.
10. El derecho a guardar silencio.



jueves, agosto 20, 2015

Colum McCann

Este jueves, 20 de agosto de 2015, a partir de las 19:30, el bello reducto de la librería de Tito Yánover, la inconfundible Librería Norte, sita en la Avda. Gral. Juan Gualberto Gregorio de Las Heras 2225, entre el Gral. Miguel de Azcuénaga y el pasaje Cantilo, frente al gótico edificio (remozado) de la Facultad de Ingeniería de la UBA, el novelista irlandés Colum McCann, presentará su libro “Transatlántico”.

Colum nació en Dublín, allá por 1965.
Compartimos una autopincelada del escritor.
Leedla, y veréis que la invitación es (aún) mas apetecible
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La memoria tiene un intenso efecto de retroceso.
Dublín a mediados de la década de 1970. Nueve años de edad.
Era un día de clases, pero mi padre me había llevado a su trabajo, a su periódico, el Evening Press.
Subimos la escalera hasta su pequeña oficina del tercer piso.
Era revisor y editor periodístico y literario.
En su oficina había más libros que empapelado.
Sobre el suelo, revistas y periódicos yacían abiertos, pero no muertos, como si conversaran entre sí.
Me senté en su glorios silla giratoria y di vueltas.
Mientras que el trabajó sobre algunos artículos, diagramó otros, marcó con lápiz rojo algunas frases. En fin, su rutina cotidiana.
Más tarde, fuimos a la biblioteca, al cuarto de revelado, y al bar del periódico.
Cuanto más nos internábamos dentro del edificio, tanto más audible era el zumbido de actividad.
Bajamos la escalera hasta la redacción. Allí me recibió un ruidoso diluvio: el parloteo de la televisión, teléfonos que sonaban a todo volumen, y las teclas de las máquinas de escribir.
Los cadetes corrían por toda la redacción.
Los editores gritaban en sus teléfonos.
Los fotógrafos se llamaban entre sí (a los gritos).
Los tubos neumáticos, ¡que antigüedad!, trasladaban texto a las oficinas de planta alta.
Los redactores calzaban grandes rollos de papel en sus Olympias y empezaban a tipear con dos o tres dedos.
En el aire flotaba la dura sensación de que cualquier cosa importante había ocurrido exactamente cinco minutos atrás.
Mi padre me guió bajo el destello de los tubos fluorescentes, ante el escritorio de artículos generales, el de noticias, el de deportes.
Vestía un traje gris, una camisa blanca, una corbata roja, con el extremo arrugado en el sitio en que solía mordérsela. Los mensajeros le llenaron las manos de sobres.
Sus colegas periodistas alzaban los ojos de sus escritorios, lo saludaban con una inclinación de cabeza, con un guiño, charlaban. Todos intercambiaban apretones de mano.
Hombres y mujeres sacudían mi pelo.
Al fondo de la redacción me alzó y me sentó sobre uno de los largos escritorios de madera.
-Ahora escúchame -me dijo. Hazte un favor...
-¿Sí...?
-¿Ves todo esto?
Yo balanceaba las piernas sobre un costado del escritorio. Él hizo una pausa por un momento.
-Escúchame. No seas periodista.
Se metió el extremo de la corbata en la boca y lo masticó. Incluso en ese momento, a esa edad, supe que era bueno en su trabajo, que en todas las oficinas lo querían y que traía a casa un buen salario.
Y me gustó la música del lugar, la máquina de télex, los dictáfonos, la campanita que marcaba el retorno de los carros de las máquinas de escribir, veinte o treinta sonando a la vez.
-¿Por qué, papá?
-Por nada -me dijo-, tan sólo trata de no ser periodista.
Me dio unas palmaditas en la cabeza y miró hacia otro lado.
Había otro ruido de fondo, el profundo zumbido de una máquina que venía de atrás de las oficinas. Mi padre me alzó para bajarme del escritorio, me tomó de la mano, me condujo fuera de la redacción, por una escalera, a través de una serie de puertas batientes de color rojo.
La sala de impresión tenía la longitud de varias canchas de fútbol.
Una especie de oscuridad en todas partes, el aire viscoso por la tinta.
Avanzamos por las pasarelas metálicas bajo compresores gigantes y ventiladores que giraban. Las cintas transportadoras rodaban sobre nuestras cabezas. Los pistones iban y venían. Enormes cilindros de metal giraban en el aire.
Abajo, en el nivel del suelo de la imprenta, las páginas se componían, las planchas de tipografía volvían atrás como algún extraño jeroglífico.
Mi padre se agachó para acercarse a mí y me gritó algo al oído, pero no alcancé a oír lo que me dijo. Era como si, al acercarse, estuviera muy lejos.
Parecía más pequeño ahora, en este lugar enorme. Le aferré la mano mientras caminábamos entre las rotativas. Un capataz estaba sentado en una jaula en el centro de la sala. Un delgado muchacho pasó junto a nosotros, por la pasarela, llevando una bandeja con tazas de té: no parecía mucho mayor que yo. Otros hombres pasaban a nuestro lado por las pasarelas, gritándose entre sí en medio del estrépito. Parecían oscuras sombras que desaparecían entre las máquinas.
De pronto advertí que estos hombres eran muy distintos a mi padre. Había en ellos cierta dureza. Cierta crudeza. Y se vestían de manera diferente. Todos tenían puestos overoles azules. Sus manos estaban oscurecidas por la tinta. Hablaban con un cerrado acento irlandés. Sus cuerpos ocupaban otra clase de espacio. Mi padre se movía suavemente entre ellos con su traje bien cortado. Nadie se reía ni bromeaba ni me alborotaba el pelo. Avanzamos por la pasarela metálica siguiendo la línea de producción de un periódico hasta la guillotina, donde los diarios eran apilados y atados y lanzados a los acoplados de los camiones.
Afuera, más bullicio. Motociclistas. Repartidores. Personal de seguridad.
Para un chico de nueve años, la novedad del día fue lo grande que se había hecho el mundo de repente, y lo diferente que podían ser los hombres, y cómo la gente parecía tener su propio rinconcito, y cada rincón era un mundo.
Miré a mi padre, de pie bajo el sol en la calle Poolbeg, y fue algo semejante a hacerme mayor, algo semejante a un alejamiento.
Crecí en los suburbios. Mi padre tenía un jardín de rosas. Lo adoraba: mil rosas tan estrechamente apiñadas que uno podía oler su fragancia desde la calle, a cincuenta metros de distancia. Cumplía su turno en el periódico y después volvía en auto a casa, se servía una copa de vino y salía por la puerta trasera a conversar con sus rosas. Era su momento de liberación: la necesidad de un trabajo que trascendiera las palabras. Más tarde se calzaba sus botas forradas en piel, su anorak Garden News, sus pantalones viejos y rasgados, y cavaba o cortaba el césped, o recortaba el seto, o arreglaba las ventanas del invernadero, o hacía la polinización cruzada de las semillas que había cultivado con tanto cuidado.
Trabajaba la tierra como si deseara que lo dejara agotado.
Dos veces por año hacía traer un enorme cargamento de estiércol de una granja vecina, para fertilizar las rosas. Lo dejaban caer, hediondo, en una pila en nuestro jardín delantero. Se lo olía en toda la calle. Nada le gustaba más que calzarse sus botas de jardinería y, con una horquilla, cargar una carretilla tras otra, dejando que el estiércol volara en el aire. Mis hermanos y hermanas procuraban evitar el día en que llegaba la mierda, para que no nos pidiera que lo ayudáramos.
Una vez encontramos un diminuto ternero muerto entre el estiércol, no más grande que una caja de zapatos. Mi padre lo arrojó lejos y reanudó alegremente su trabajo.
Recortaba los bordes de los canteros. Cultivaba rosales floribundos. Desarrolló flamantes variedades de rosas miniatura. Las etiquetaba y las cultivaba. Podaba los tallos. Desmalezaba. Mataba los pulgones aplastándolos entre sus dedos. Las noches de verano se quedaba afuera hasta que el cielo se oscurecía sobre él. Los fines de semana se pasaba el día entero en el jardín o nos llevaba a Dun Laoghaire a una exhibición de flores.
Tenía también otra pasión: el fútbol. Había sido futbolista profesional en Charlton Athletic cuando era muy joven, y aunque le dolía vernos jugar al fútbol en el jardín de Dublín, jamás nos lo impidió, nunca. Yo solía pegar con cinta adhesiva transparente las rosas cuando la pelota quebraba algún tallo. Una vez él cortó la rosa que habíamos quebrado y se la llevó a mi madre para que la pusiera en un florero, tras haberle quitado la cinta adhesiva con todo cuidado.
En realidad nunca entendí su pasión por la jardinería, pero mientras estaba entre sus rosas mi padre me parecía el primer hombre del mundo que había silbado.
Trece años más tarde, tuve la oportunidad de volver a ver a los impresores entregados a su tarea. Era en ese momento un periodista principiante, y aún suficientemente joven como para que me emocionara ver uno de mis artículos saliendo de las rotativas.
Salí de la redacción y me quedé de pie en la pasarela metálica.
En general trataba de evitar a mi padre en el trabajo: solamente por el simple hecho de que quería evitar cualquier rumor de nepotismo en el diario. Había conseguido el empleo de manera justa y merecida -incluso había ganado el premio del año al Periodista Joven- pero no quería escuchar los comentarios envidiosos. Y la admonición de mi padre no dejaba de resonar en mis oídos: No seas periodista. Y cuanto más grande me hacía, tanto más me daba cuenta de la importancia de mi padre en los círculos literarios de Dublín. Era famoso por ocuparse de los escritores jóvenes. Había creado una página especial exclusivamente para periodistas mujeres, algo bastante radical en esa época. Le pagaba bien a todo el mundo. Alentaba a la gente. Incluso había fundado, junto con David Marcus, la New Irish Writing Page, donde habían publicado a todo el mundo, desde Edna O´Brien hasta Ben Kiely, John McGahern y Neil Jordan.
Una tarde me encontraba en la sala de impresión y lo vi venir bajando la escalera hacia lo que se conocía como la piedra, donde se apilaban los periódicos. Avanzó a través de la entintada penumbra. Tenía un lápiz tras la oreja y una regla metálica en las manos. Parecía llevar puesto el mismo traje gris que vestía años atrás. Su corbata aún estaba húmeda en el sitio en que la mascaba. Para entonces, yo me había enamorado del lenguaje y no había ningún lugar mejor para las palabras que la sala de impresión: la caja del infierno, la caja del Diablo, la caja de la barra espaciadora. Las viudas, los huérfanos, los espacios compensados. Las galeras, los clichés, la guillotina. Recuerdo haber pensado: ahí está mi padre entre los hombres de piedra.
Sus páginas ya estaban compuestas y listas para imprimir. Él las releyó para corregir errores y el estilo. Era capaz de leer de abajo hacia arriba y de derecha a izquierda. Los años de práctica lo habían vuelto experto en leer en cualquier sentido y dirección. Lo observé mientras terminaba su tarea, con cuidado y meticulosamente. Parecía apurado. Embutió unos papeles en su maletín marrón y se fue, a casa, sin duda directamente a sus rosales.
Cuando el turno de los impresores terminó, un grupo de ellos -linotipistas y correctores- salieron por la puerta de atrás a la calle Poolbeg. Yo fui tras ellos. No sé por qué quise seguirlos, lo hice por instinto. Había en mí una suerte de melancolía... en ese momento estaba pensando en marcharme de Irlanda, abandonar mi trabajo, irme a América, tal vez incluso irme lejos para intentar escribir una novela.
A poca distancia se encontraba Mulligan´s, un antiguo y bello pub instalado tras una fachada de doscientos años de antigüedad. Los impresores conocían muy bien el lugar. Entraron a través de la bruma de humo de cigarrillo y aserrín. Los impresores no me conocían... yo era tan sólo un rostro más en la multitud. Me senté cerca de ellos y escuché. Alguien pidió un "rozziner". "Sírvanos un "rozziner", por favor". La palabra fue repetida un par de veces, con su dura música dublinesa.
-¿Qué es un "rozziner"? -le pregunté a uno de los hombres.
-El primer trago del día -me dijo.
Me llevó años darme cuenta de que hablaban de la resina (en inglés, rosin ) que hay que pasar por el arco de un violín antes de tocar.
Si el juego es la sombra del trabajo, tal vez el trabajo sea la sombra del juego.
A principios de 2009, tras terminar una nueva novela, volví a Dublín desde mi hogar de Nueva York. El jardín de mi padre parecía en buena forma a los ojos de un amateur , pero para él estaba hecho un desastre. Simplemente, había demasiado trabajo que hacer. Muchos rosales habían sido arrancados y los canteros, cubiertos con grava. La tierra estaba ahogada por malezas. Los setos estaban estropeados. Él observaba todo desde la ventana de la cocina, con la cara larga porque ya no podía atender su jardín.
Hacía mucho tiempo que se había retirado del periódico. De hecho, el periódico mismo hacía mucho que se había retirado del mundo... todo el grupo Irish Press había quebrado en la década de 1990.
Salí al jardín y empecé a arrancar las malezas. Cuando un escritor termina una novela no hay nada mejor que el duro trabajo físico para curarlo del fracaso. La tarea me resultó refrescante. Mi padre permaneció en la ventana de la planta baja casi todo el tiempo, pero al final del primer día ya estaba afuera, de pie en el umbral. "Por dios, ¿puedes dejar de hacer eso?", me dijo, mirando las profundas cortaduras en mis manos, en mis brazos, en mi cuero cabelludo. Al día siguiente salió al jardín, apoyado en un andador azul bajo la llovizna, mientras yo andaba entre las rosas, lastimándome otra vez con las espinas. "Se ve mejor -dijo él- pero por Dios, no tienes que hacerlo, podemos contratar a alguien, tú tienes otras cosas que hacer, simplemente déjalo."
Al día siguiente, tenía una copa de vino en las manos. Al quinto día, cuando el jardín ya había empezado a parecer nuevo -y por lo tanto antiguo-, mi padre literalmente se puso en cuatro patas y empezó a desmalezar un cantero a mi lado.
La culpa del emigrante... desmalezar el jardín de tu padre.
Podría haberse convertido en parodia -por dios que el viejo sabía manejar una pala, igual que su propio viejo- pero había en ello algo profundo, el deseo de volver a casa, de impulsar el cuerpo en una dirección distinta a la de la mente, la necesidad de cansarme junto a él aunque fuera de una manera poco importante.
Un mes más tarde, de regreso en Nueva York, terminé sufriendo una osteomielitis, una infección ósea que me tuvo hospitalizado durante un par de semanas. Los médicos dijeron que posiblemente me la había pescado por una herida en las manos.
No importa. La vida nos reserva sus pequeñas y oscuras ironías.
En el hospital -volteado por la morfina- tuve la oportunidad de releer el Ulises . Volví a entrar en esas páginas. Uno recupera las palabras, su vieja piel. La novela me devolvió a Dublín, por supuesto, al Dublín de mi abuelo, al Dublín de mi padre, a mi propio Dublín, incluso a la calle Poolbeg, a los hombres entintados y la piedra, y a las voces que pedían un "rozziner". Marcaba pasajes de la novela y a la noche me quedaba dormido bajo el cosquilleo del suero antibiótico y a la mañana me despertaba con la novela abierta sobre el pecho.
Una tarde vino mi hijo y me preguntó por qué había escrito en los márgenes del libro. Mi hijo de seis años. Siempre hacen preguntas.

miércoles, marzo 11, 2015

Tanque Instructivo

Raúl Lemesoff, un loco necesario. Lindo, leído. Saludable.

jueves, mayo 22, 2014

Tips para no cansarse


El miércoles 28 de mayo a las 19 horas, tendrá lugar la presentación del libro “El cansancio de los buenos”, en la librería “Un amor diferente”, Irigoyen 361 de Gaiman.
La entrada será libre y gratuita.


El evento contará con la presencia del autor del libro, Roberto Almada, médico psiquiatra
y logoterapeuta.


“Ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien” - Pablo de Tarso

Se ha escrito mucho sobre el desaliento profesional o burn out,desde que en 1974, Herbert Freudeberger introdujera este concepto en la literatura médica. En todos estos años se hizo evidente que trabajar en el área de la salud, la docencia, el trabajo social, obras sociales, el voluntariado, la asistencia espiritual, supone riesgos. Y muchos por cierto ..
Reconocer el peligro de desempeñarse en situaciones de tensión emocional, hizo que muchas instituciones y trabajadores comenzaran a tomar medidas para prevenir el agotamiento profesional.
Sin embargo, y a pese a la difusión del tema, infinidad de instituciones, siguen estructuradas con mecanismos inadecuados, que facilitan este desgaste, conocido como “burn out”.

Por este motivo, el número de los afectados por el síndrome crece año tras año, y aumenta también la lista de las profesiones vulnerables. Se trata de una verdadera epidemia. Y la realidad de los afectados, nos habla de un sufrimiento personal cuya profundidad la conocen bien únicamente las personas que lo padecen.

Roberto Almada, el autor de “El cansancio de los buenos”, viene trabajando en los últimos 20 años, asistendo psicológicamente a hombres y mujeres que por su decisión de ejercer profesiones de ayuda, transitan momentos de estrés, desaliento, desilusión y deseos de abandonar el compromiso emprendido.

En estas dos décadas aprendió de la propia experiencia, de sus pacientes y de congresos sobre la temática, concluyendo que se descuidaron algunos factores determinantes en el desarrollo del síndrome, y como consecuencia, en su prevención y tratamiento no se han aplicado todos los recursos posibles.
El cansancio de los buenos, como libro,puede ser un valioso instrumento de trabajo para aquellos que se encuentran en profesiones de ayuda humanitaria. Su lectura provee elementos para la prevención y la auto-cura en la situación de desgaste profesional, sin reemplazar (de ninguna manera) a un buen terapeuta.

De allí la importancia de esta presentación. La expresión “el cansancio de los buenos” fue utilizada por varias personalidades:el papa Pío XII solía decir, durante los tiempos de la guerra fría “no tengo miedo a la acción de los malos, sino al cansancio de los buenos”. Martin Luther King manifestaba:“más que a las palabras de los violentos, temo al silencio de los buenos”.

Quienes deseen profundizar en la temática, el propio autor, dirigirá un seminario taller de 20 hs., en el Salón de Seros Trelew, entre el jueves 29 y el sábado 31 de mayo, titulado “Descubriendo recursos alternativos al burn out”.

Para mayores detalles, llamar a los teléfonos 0280 442 93 15, 0280 154 40 78 39, o al mail tallerburnout@gmail.com.-

lunes, marzo 24, 2014

Un Evangelio según Francisco

Adelantandonos a la visita del Rabino Sergio Bergman, conversamos con el, y la pasamos al aire grabada el sábado 22 de marzo de 2014. No pudimos hablar en vivo, por el shabat.

Recordamos que visitará Trelew y Puerto Madryn entre el jueves 27 y viernes 28 de marzo.

Esto nos decía:



Compartimos el audio del programa completo:

miércoles, noviembre 27, 2013

Un 27 de noviembre

8 a.C. Muere Horacio, poeta y sabio, autor de la alocución que da nombre a esta bitácora.
1520 Fernando de Magallanes cruza un estrecho, y le da su nombre.
1895 Alfred Nobel dispone que las rentas de su herencia se distribuyan entre cinco Premios Nobel/ Muere Alejandro Dumas.
1919 Nace Alberto Girri, poeta y escritor.
1934 Nace Luis Palau, evangelista.
1936 Muere Edward Bach, médico florido.
1940 Viene al mundo Bruce Lee. Dicen que nació con el cinturón (negro) puesto.

1942 Nace Jimi Hendrix.

1967 Se lanza en EE.UU. el Long Play de los Beatles "Magical Mistery Tour". También el simple Hello Goodbye/ I am the walrus.

1970 George Harrison publica "All things must pass".

1976 Queen, "Somebody to Love".

1985 Se nos va Fernand Braudel, historiador impar.

miércoles, septiembre 18, 2013

Día del bibliotecario

En la edición del jueves 13 de septiembre de 1810 de la Gazeta de Buenos Aires, se publica un artículo titulado “Educación”,firmado con el seudónimo Veritas.
El opúsculo reza: “... ha resuelto la Junta formar una Biblioteca Pública, en que se facilite a los amantes de las letras un recurso seguro para aumentar sus conocimientos. Las utilidades consiguientes a una Biblioteca Pública son tan notorias, que sería excusado detenernos en indicarlas... por fortuna tenemos libros bastantes para dar principio a una obra, que crecerá en proporción del sucesivo engrandecimiento de este pueblo. La Junta ha resuelto fomentar este establecimiento...”
Se contaba sólo con un local y dos bibliotecarios. Eran cinco habitaciones en los altos de la esquina de las hoy calles Moreno y Perú. Por entonces eran las calles de la Biblioteca y de los Representantes. Los dos bibliotecarios, en orden jerárquico: Fray Cayetano Rodríguez y Presbítero Saturnino Segurola. A los pocos meses, en 1811, otro sacerdote, Luis José Chorroarín, reemplazó a Cayetano Rodríguez. Los cargos se denominaban primer y segundo bibliotecario. Y esto era todo; a partir de allí el ingenio tendría que ser el principal capital. Y lo fue.

El decreto 17650/54 establece que el 13 de septiembre se conmemore en todo el país el “DÍA DEL BIBLIOTECARIO”, como un homenaje a la labor de los bibliotecarios en favor de la comunidad. El presidente Dr. Arturo Illía, mediante decreto 3114/64 complementa el anterior.
¿Es importante la función de estas personas, en tiempos de internet, donde “todo está al alcance de la mano”?

Consideramos que ahora es aún mas importante, porque altri tempi, el bibliotecario acercaba información. Hoy no solo acerca, sino que nos ayuda a seleccionar en medio de la maraña de medios cuya hiperabundancia nos abruma y confunde. El bibliotecario, infunde seguridad al lector, y en la medida que haya un mutuo conocimiento, el profesional de la info, probablemente acerque al lector obras o adelantos de las mismas vía correo electrónico, en función de gustos e intereses. Y esta sinergia no tiene parangón.
Las bibliotecas son lugares que describen a la perfección la cocina interna de un lugar. Nada mejor para conocer una casa de altos estudios, que acercarse, antes que al aula magna o salones de eventos, a la biblioteca del lugar, ver sus instalaciones, y conversar con las personas que asisten a los lectores. Esto da una idea, acerca del espíritu de la organización.
Es inevitable referirse a la Biblioteca Nacional, sita en Agüero y Las Heras, monumental obra que naciera de la imaginación de Clorindo Testa, otro genial artista recientemente fallecido. Sus muebles, el hormigón armado y su privilegiada ubicación en una barranca porteña, son meros condimentos de la magia esencial de los libros y su fuerte interacción con los lectores. Un sitio mágico, ideal para recorrer, conjuntamente con la Plaza del lector o el vecino Museo del Libro y de la Lengua.
Es menester, reconocer que la mala fama que adquirieron los asiduos asistentes a las bibliotecas, intitulados cual despreciables roedores de las mismas, constituyeron mala fama, y no honran al universo que estos seres construyen. Lectores y bibliotecarios conforman una unidad de díficil superación. E infinidad de veces, los bibliotecarios lograron despertar no solo curiosidad en sus clientes lectores, sino que posibilitaron afianzar u orientar vocaciones.

Por todo esto: ¡feliz día caros y nobles bibliotecarios!

miércoles, junio 19, 2013

Deleite oral

Así podríamos resumir el espectáculo (literalmente hablando), que anoche, martes 18 de junio ofreciera la narradora Ana María Bovo, en el cine teatro Auditorium de la litoraleña Puerto Madryn. El escenario despojado casi por completo. Solo la artista, vestida con una sobriedad ibérica, una silla y el telón de fondo. Micrófono en mano, Ana María tomó a cada uno de los 100 espectadores, y empezamos su derrotero con cuentos breves. Visitamos barrios varios de París, con el factor común de la sencillez y la sensibilidad.
Por mas actuación que fuere, siempre hay mucho de autobiográfico, y descubrimos no solo los genes de sus ancestros, sino de sus descendientes.
Anduvimos por Montmartre, ferias varias, y navegamos por el Sena. Sacamos fotos y descubrimos el brillo de la luz, precisamente en la cité lumiére.

La narradora aclaró que en breve, dejarían de ser necesarios los aplausos a intervalos cortos, cuestión que oficiaba de cortina entre relatos. No forzados, sino espontáneos.
Luego vendrían narraciones de película, en todo sentido, porque se dió el lujo de llevarnos al cine Sarmiento.
Aquel de la cordobesa ciudad de San Francisco, donde un tio suyo que trabajaba allí, introdujo en el mundo del celuloide a varios miembros de la familia, en particular a los mas pequeños. Visitamos la fila 21, el maní con chocolate, y las interpeladoras pregunta de un ser querible, que los hizo viajar a los mundos del neorrealismo italiano, a Hollywood y al cine argentino de otra época.
Narró, nos tomó el tiempo, tuvo el sentido exacto del tiempo de cada espectador, cuestión que la delató como excelente lectora de los silentes gestos de cada espectador.
Su única escenografía es la silla, aquella que arrancara como un gajo de las rondas de cuentos de los que fue partícipe durante su infancia.
Y como lo logró! Pese a los denodados esfuerzos comunicativos del s.XXI, donde todo es urgente, y hasta en el reducto mas mínimo, llegan las (malditas) señales de los teléfonos móviles.
Una irrupción. Detuvo su narración. El espectador cortó, e ipso pucho, hubo un redial. Nuevo corte (y confección). Ana María invita a apagarlos, o atenderlos fuera de la sala, si era la llamada para atender un parto .. Sigue el alumbramiento de historias, y en medio de un western de Hollywood, aparece una misteriosa conversación que se entremezcla con el espectáculo. Todos asombrados, espectadores, organizadores, y la propia artista con gran enojo, que supo disimular (profesionalmente). Corte de la narración, y explicación acerca de la concentración que necesita, etc. Stop and go. No se identifica la procedencia irruptiva. Reaparece lejana, pero aún audible.
Así y todo, la Bovo retoma el espectáculo con velocidad, virulencia y convicción profunda. Dispuesta a quitar de las cabezas espectadoras, el diálogo interpuesto, volvemos al celuloide.
Y concluye el relato dejando en claro el amor a la butaca, al disfrute colectivo, al vínculo que supo forjar el tío que adoptó a sus sobrinos como hijos.
Yendo de la cama al living. De Leonardo Favio, a Nothing Hill, pasando por Gian Franco Pagliaro.
El amor a las funciones especiales de los martes, y como estos días se transformaban en sábados, casi automáticamente una vez finalizado el cole..

Cerramos el cine, y Ana María, subió el telón.
Proyectó fotos y vino lo mejor del espectáculo.
El viaje a una localidad cercana a Almería, de ande era su abuelo, hombre que aprendió a capturar el viento, instalando molinos en tierras argentas.

Ana regresó al poblado de sus ancestros, Alboloduy, en 1986, y tomó contacto con una sobrina de su abuelo,Anita María. Una joven de 86 años, soltera, entera y llena de vida.
Mostró no solo fotos, sino cartas de aquella mujer que tan solo había cursado hasta tercer grado, pero siguió eternamente en la escuela de la vida.
En cada carta una oración, un soneto de agradecimiento.
Una luz cegadora, que con sus destellos iluminó toda la sala.
Allí se enteró que todo el pueblo concurría a la casa de la dama. Las señoras para rezar, los grandes en busca de escucha y consejos de una octogenaria, y los chicos, en busca de historias que ella (genialmente) narraba.
Mendel y la genética no mintieron. Hay dones que se llevan en la sangre. No deben estar escondidos.
Hay que sacarlos afuera, regarlos y cuidarlos.
Aquella plantita, sembrada un cuarto de siglo ha, hoy es un vergel, casi una selva tropical.
Si no fuera por sus relatos, de esta realidad no nos salva ni Tarzán.
Fueron 90 minutos de disfrute, de sinceridad, sin chabacanerías. Sino conectando desde lo mas profundo de las historias, reviviendo aquel género, mágico, como el de los relatos.
Estabamos en la platea, pero era casi una ronda.
Tan solo faltó el fuego, ese que puso la sobrina narradora, que no en vano lleva el mismo nombre.

Gracias a Osde por tan feliz iniciativa.

lunes, septiembre 17, 2012

V Jornadas Bibliotecarias del Chubut

Charlamos con Pablo Jones de la Bugap, con motivo de una nueva ediciòn de las jornadas . Gente picante y laburadora.


viernes, agosto 24, 2012

Dìa del lector

Fijese como identificar a los peligrosos seres adictos a los libros, he aquí algunas útiles sugerencias, mas que atinadas en este día (del lector).

Borges

Nacio un 24 de agosto de 1899. Se lo conoce como Jorge Luis, pero su nombre completo era Jorge Franciso Isidoro Luis Borges.
Un escritor que supo crear pequeños universos, haciendo viajar a sus lectores en tiempo y espacio.
Conocedor de varios idiomas, y cultor de lenguas muertas, unio las palabras, con su historia y evolucion, y las condimento con la mitologia.

Ser polemico, ironico y agudo. Publico ensayos, cuentos  y poemas.
Se destaco en narraciones policiales, al haber escrito junto a Adolfo Bioy Casares, bajo el seudonimo de Honorio Bustos Domecq. Nombre que tomaron de los respectivos bisabuelos de ambos.

Quizá se recuerden mas sus polémicas declaraciones, donde siempre deslizaba metamensajes, en forma de humor, o haciendo afirmaciones antojadizas, bajo el mote de "ignorante".
Cultor de un estilo difícil de reproducir, porque es necesario un amplio conocimiento en infinidad de temas: mitología nórdica, matemática, lenguas antiguas, y lunfardo entre otros.

Como perla va una anécdota de un encuentro entre Borges y Enrique Estrázulas, que fueron a una lechería de Maipu y Cordoba. Al rato, Estrázulas, ve pasar por la calle a Alfredo Zitarrosa y lo invita a unirse a la reunión. Alfredo aceptó solo por la presencia de Estrázulas, y no por la de Borges. Cuando este le pregunta a Zitarrosa a que se dedica, Alfredo respondió, "soy cantor popular". Inmediatamente Borges le preguntó si ese título se lo había propuesto el mismo, o se lo había asignado Perón.
La reunión siguió animadamente entre los tres por largo rato, narrando chistes sobre uruguayos y argentinos. Ocurrente tríada!

Ajedrez




I

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

martes, agosto 14, 2012

Reunión

La última vez que vi a mi padre fue en la Estación Gran Central. Yo iba de la casa de mi abuela, en los Adirondack, a un cottage en el Cabo alquilado por mi madre. Le escribí a mi padre que estaría en Nueva York, entre dos trenes, durante una hora y media, y le pregunté si podíamos almorzar juntos. Su secretaria me escribió diciendo que él se encontraría conmigo a mediodía frente al mostrador de información, y a las doce en punto lo vi venir entre la gente. Para mí era un desconocido –mi madre se había divorciado de él hace tres años y desde entonces no lo había visto- pero apenas lo vi sentí que era mi padre, un ser de mi propia sangre, mi futuro y mi condenación. Supe que cuando creciera me parecería a él; tendría que planear mis campañas ateniéndome a sus limitaciones. Era un hombre alto y apuesto, y me complació enormemente volver a verlo. Me palmeó la espalda y estrechó mi mano.
-Hola, Charlie –dijo-. Hola, hijo. Me agradaría llevarte a mi club, pero está en la calle 60, y si tienes que tomar el tren será mejor que comamos aquí. – Me pasó el brazo sobre los hombros, y yo olí a mi padre del mismo modo que mi madre huele una rosa. Era una intensa mezcla de whisky, loción de afeitar, pomada de zapatos, lanas y el olor de un varón maduro. Abrigué la esperanza de que alguien nos viera juntos. Deseé que pudiéramos fotografiarnos. Quería conservar un recuerdo de nuestra reunión.
Salimos de la estación, entramos por una calle lateral y entramos en un restaurante. Aún era temprano y el local estaba vacío. El barman estaba discutiendo con un repartidor y al lado de la puerta de la cocina había un camarero muy viejo con una chaqueta roja. Nos sentamos, y mi padre llamó en alta voz al camarero.

-Kellner! –gritó-. Garçon! Cameriere! ¡Usted! –En el restaurante vacío su estridencia parecía fuera de lugar. -¡Alguien que pueda atendernos! –gritó-. Chop-chop. –Después batió las palmas. Así atrajo la atención del camarero, que arrastrando los pies se acercó a nuestra mesa.

-¿Usted golpeó las manos para llamarme? –preguntó.

-Cálmese, cálmese, Sommelier –dijo mi padre-. Si no es demasiado pedirle... si no significa imponerle una obligación excesiva, desearíamos un par de Gibson.

-No me gusta que me llamen golpeando las manos –dijo el camarero.

-Tendría que haber traído mi silbato –dijo mi padre-. Tengo un silbato que es audible sólo para los camareros viejos. Bien, prepare su anotador y su lapicito y vea si puede escribirlo bien: Dos Gibson. Repita conmigo: Dos Gibson.

-Será mejor que vaya a otro lugar –dijo en voz baja el camarero.

-Ésa –dijo mi padre- es una de las sugerencias más brillantes que he oído jamás. Vamos, Charlie, salgamos de esta covacha.

Salí del restaurante con mi padre y entramos en otro. Esta vez no se mostró tan ruidoso. Llegaron las bebidas, y me interrogó acerca de la temporada del campeonato de béisbol. Después, golpeó con el cuchillo el borde de la copa vacía y de nuevo empezó a gritar.

-Garçon! Kellner! Cameriere! ¡Usted! Puede molestarse en traernos dos más de lo mismo.

-¿Qué edad tiene el muchacho? – preguntó el camarero.

-Eso –dijo mi padre- qué mierda le importa.

-Lo siento, señor –dijo el camarero- pero no le serviré otra bebida al muchacho.

-Bien, tengo algo que decirle –dijo mi padre-. Tengo algo muy interesante que decirle. Ocurre que no es el único restaurante en Nueva York. Abrieron otro en la esquina. Vamos, Charlie.

Pagó la cuenta y salimos de ese restaurante y entramos en otro. Aquí, los camareros tenían chaquetas rosadas, como cazadores, y de las paredes colgaban diferentes arreos. Nos sentamos, y mi padre empezó a gritar otra vez.

-¡Perrero mayor! Iujuuú, y todo eso. Queremos beber algo para el estribo. A saber, dos Bibson.

-¿Dos Bibson? –preguntó el camarero, sonriendo.

-Maldito sea, sabe muy bien lo que deseo –dijo irritado mi padre-. Quiero dos Gibson, y de prisa. Las cosas han cambiado en la vieja y alegre Inglaterra. Así me dice mi amigo el duque. Veamos qué puede darnos Inglaterra cuando pedimos un cóctel.

-No estamos en Inglaterra –dijo el camarero.

-No discuta conmigo –replicó mi padre-. Haga lo que le ordenan.

-Pensé que tal vez desearía saber dónde está –dijo el camarero.

-Si hay algo que no puedo tolerar –dijo mi padre-, es a los criados insolentes. Vamos, Charlie.

El cuarto lugar era italiano.

Buon giorno –dijo mi padre-. Per favore, possiamo avere due cocktail americani, forti, forti. Molto gin, poco vermut.

-No entiendo italiano –dijo el camarero.

-Oh, vamos –dijo mi padre-. Entiende italiano, y claro que lo entiende. Vogliamo due cocktail americani. Subito.

El camarero se retiró y habló con su jefe, que se acercó a nuestra mesa y dijo:

-Lo siento, señor, pero esta mesa está reservada.

-Muy bien –dijo mi padre-. Denos otra mesa.

-Todas las mesas están reservadas –dijo el jefe de camareros.

-Entiendo –dijo mi padre-. No desean servirnos. ¿Es así? Bien, váyase a la mierda. Vada all´inferno. Vamos, Charlie.

-Tengo que tomar mi tren –dije.

-Lo siento, hijito –dijo mi padre-. Lo siento muchísimo. –Me pasó el brazo sobre los hombros y me apretó contra su cuerpo. –Te acompañaré a la estación. Si hubiéramos tenido tiempo de ir a mi club.

-Está bien, papá –dije.

-Te compraré un diario –dijo-. Te compraré un diario para que leas en el tren. Se acercó a un puesto de periódicos y dijo:

-Amable señor, ¿tendría la bondad de hacerme el favor de venderme uno de sus malditos diarios vespertinos, esos que no sirven para nada y cuestan diez centavos? –El empleado se apartó de él y miró fijamente la tapa de una revista. -¿Es mucho pedir, bondadoso señor –dijo mi padre-, es mucho pedir que me venda de esos asquerosos especímenes del periodismo amarillo?

-Tengo que irme, papá –dije-. Es tarde.

-Vamos, espera un momento, hijito –dijo-. Nada más que un segundo. Quiero que este tipo me conteste.

-Adiós, papá –dije, y bajé la escalera y abordé mi tren. Fue la última vez que vi a mi padre.
__________________________________________________

Si os gustó esta historia, ahondad en la obra del buen John Cheever.

miércoles, agosto 01, 2012

Juan Filloy, el escritor escondido

Compartimos reportaje de Mónica Ambort

De palíndromos y el número 7

"Yo aconsejo que se practiquen frases palindrómicas, el
entretenimiento de los griegos cultos"

[...]

–Dígame, ¿no bromea cuando asegura que es recordman mundial de palindromía?
–Para nada. Los argentinos somos campeones de fútbol, pero muy pocos saben
que tengo el récord mundial de palindromía. En ninguna lengua ni en ningún lugar
existe alguien que haya escrito tantos palíndromos como yo. Soy autor de un
volumen, Karcino, editado por la SADE de Río Cuarto y el Fondo Nacional de las
Artes, que es un tratado único en el mundo. Parte del primer palindromista de la
historia, un griego llamado Sotades. E incluye dos mil de mis palíndromos. Mientras,
ya estoy preparando el otro volumen, que tendrá ocho mil, algunos de los cuales son
pequeños diálogos, relatos, poemas, apólogos, etcétera.
–Dificilísimo... ¿Cómo hace?
–Miro las palabras y enseguida sé si son palindrómicas o no; tengo la visión
retrospectiva... ¿No ha visto a los linotipistas, que leen los lingotes de atrás para
adelante con total facilidad? Mire, antes de que usted llegara escribí estas dos
oraciones: "Acaso hubo búhos acá" y "Sólo dí sol a los ídolos". Significativas, por
cierto. Examínelas. Y le digo otra: "Allí tápase Menem esa patilla", y una más,
vinculada también a la política: "Libe don Italo Lúder: crédulo latino débil". El
español es el idioma más palindrómico del mundo; pero hasta hace poco no se sabía
más que una frase. En el año 1964 llevé al secretario perpetuo de la Academia
Española, don Julio Casares, mi libro Estafen, que tiene cien frases palindrómicas. El
campeón mundial era hasta entonces un emperador de Oriente, León VI, que publicó
28. Confrontando este volumen, dicha performance es ridícula. "¡Coño! –me dijo don
Casares–, yo no conozco más que una: Dábale arroz a la zorra el abad". La misma
que tenía popularidad cuando éramos muchachos. Ya entonces yo había detectado
dos o tres en latín e italiano. Como me gustaban mucho los juegos de inteligencia,
me puse a estudiar las palabras. Hay que conocer muy profundamente su morfología
para hacer palíndromos. Y es necesaria una gran dosis de paciencia.
–¿Pero qué valor literario tiene hacer palíndromos?
–Es un entretenimiento lexicográfico que han practicado grandes figuras de la
literatura mundial, empezando por Dante. Para mí fue un trabajo de preso, resultado

de haber aprovechado durante sesenta años los intersticios que el tiempo le da a un
autor, y recopilado simultáneamente información en universidades y bibliotecas
europeas y norteamericanas. Yo aconsejo que se practiquen frases palindrómicas, el
entretenimiento de los griegos cultos. Palíndromo, en griego, significa "que corre de
nuevo". El juego popular de ese pueblo es el "astrágalos", equivalente a la taba
argentina. Con la palindromía completaríamos nuestro parecido con los griegos.
Claro que me doy cuenta que en el mundo, no hay otro zonzo como yo que haga
estas cosas.
–¿Y ademas quién los lee? Me parece que Karcino no debe ser para matar el
tiempo en la parada del colectivo...
–No crea. Existen lectores. A la gente le gusta leer palíndromos, para ver si son
ciertos. Pero comprendo su inquietud. Karcino es un libro muy erudito. Mire, es casi
un tratado de lingüística; por eso lo quiero mandar a la Academia Española y a todas
las universidades del continente. ¿Sabe que yo mismo diagramé el texto y las tapas?
Una imagen de la mitología romana, Janus, hombre de dos caras, decora sus
páginas. Por eso estas frases también se llaman "jánicas". En griego, Karcino quiere
decir cangrejo, animal que camina al sesgo formando zig zags, casi en la forma en
que se leen los palíndromos.
–Karcino... Siete letras... No deja de encontrar una palabra de siete letras,
apropiada para titular sus obras... Qué afortunado.
–Ah, no... el diccionario está lleno de palabras de siete letras, adecuadas a
cualquier propósito. Usted puede elegir hasta cansarse...
–¿Por qué siempre siete?
–Por comodidad; me gustan los nombres cortos... También por algo un poco
cabalístico...

[...]

POLÉMICO FILLOY

Sodoma, Gomorra y Homofobia

"... el auge de la droga, el alcohol y la
degeneración homosexual trajo aparejado esa
especie de maldición bíblica."

–¿Y el SIDA? Hervé Guibert, poco antes de morir de SIDA ha escrito una obra
considerada trascendente en la literatura francesa actual, El amigo que no me salvó
la vida, donde habla de su enfermedad y la cercanía de la muerte.
–Claro, es un tema importante. Yo también lo toco.
–Efectivamente, he visto que en algunos relatos de Gentuza usted lo incorpora.
–Sí, y ahora en Sex Amor hay una especie de apéndice dedicado al SIDA. El libro
fue terminado de escribir precisamente el día en que se descubrió el virus. Sex
Amor, cuya primera parte es la historia de un amor blanco, completamente limpio de
toda escoria viciosa o pornográfica, concluye con esta contrafigura del avance del
SIDA, precisamente a pocos días de haberse celebrado en los Estados Unidos la
glorificación del gay, el 23 de junio. La enfermedad aparece casi simultáneamente, y
ensombrece todo el destino norteamericano. En Norteamérica hay 20 millones de
putos, hablando rápido y bien.
–Entonces cuando usted dice que no hay temas nuevos, debo entender que se
trata de ausencia de formas nuevas de escribir temas de siempre.
–La existencia de temas, es algo que corresponde al continuum de la vida, a la
continuidad de la vida. Todos los días, hay un tema nuevo para explotar. Pero los
temas que irrogan grandes preocupaciones sociales, aparecen de vez en cuando.
Tienen su manifestación en grandes eclosiones humanas a lo largo de la historia.
Hasta finales del siglo pasado, se explotaron casi exhaustivamente todos los
problemas de índole revolucionario, político, económico, industrial, científico... Con
las dos guerras mundiales de este siglo y las guerras civiles en diversos países,
evidentemente se reavivó el tema bélico, pero terminadas, se agotaron los temas
que fueron clásicos, amén del más clásico de todos, el amor. Al margen de esto,
aparecen a lo largo de la vida una sucesión de cuestiones que preocupan a la
humanidad Entre ellos, el SIDA. Su historia se remonta a 1957, cuando fue
detectado en Uganda, hasta hacerse patética su instalación en otros países,
especialmente en Estados Unidos, donde el auge de la droga, el alcohol y la
degeneración homosexual trajo aparejado esa especie de maldición bíblica. El dios
bíblico, un dios arcaico, irascible, punía las maldades de los pueblos, con grandes
maldiciones. La primera, la del agua: los diluvios, los cataclismos. Cataclismo, en
griego quiere decir inundaciones. Si no, por medio del fuego, quemando ciudades
enteras como quemó Jehová, ciudades de la Pentápolis antigua en la cual estaban
Sodoma, Gomorra y otras más. Lo que los griegos llaman un verdadero holocausto.
Fueron calcinados sus habitantes y las ciudades desmanteladas por el fuego.
–¿Por qué habla de la degeneración homosexual? La Organización Mundial de la
Salud ha dicho que la homosexualidad es uno de los modos de la sexualidad.
–Esa es la disculpa de los homosexuales norteamericanos. Ellos se absuelven de
culpa y cargo, diciendo que no son culpables de ninguna degeneración. Que la
homosexualidad es una cosa que está en los orígenes mismos de la especie humana.
–¿Y no es así?
–Yo creo que no. Y tenemos la experiencia de 10.000 años de civilización.
–Siempre hubo homosexuales. Célebres por sus bondades, muchos de ellos.
–Sí, pero con características muy distintas a las actuales. Incluso la pederastia

griega tenía rasgos de amor hacia los efebos. Mientras que ahora la homosexualidad
norteamericana proviene del abuso de la droga, del alcohol, y del vicio de la
concupiscencia, vale decir, de todas las utilizaciones del organismo humano ajenas a
la procreación. En Norteamérica la homosexualidad es una plaga. Se presume que
sobre una población de 250 millones, hay 20 millones de homosexuales. Parece que
con esa enfermedad misteriosa en el organismo humano, se cumpliera la maldición
bíblica. En la última década han muerto 80.000 personas de SIDA en Norteamérica.
Se calcula que muere un gay cada diez minutos.
–¿Entonces hay que marginarlos?
–No. Curarlos. Usted ve que toda la investigación mundial está orientada a
encontrar una solución para esa enfermedad y para el cáncer.
–El SIDA no es una enfermedad exclusiva de homosexuales.
–Claro que no. Actualmente la vida está muy circunscripta por el riesgo que
apareja; obliga a la gente a desusados esfuerzos de prevención del mal, pero no
obstante, como es una maldición misteriosa, casi simbólica, un virus tan insidioso, la
amenaza acrece; el mundo actual está indefenso.
–La Corte Suprema de Justicia, finalmente le dio la personería a la Comunidad
Homosexual Argentina, pero en un primer momento se la había negado. ¿Estaba de
acuerdo con esa decisión?
–Totalmente.
–El primer fallo había sido muy criticado; como una decisión fascista de la Corte...
–Ah, no. Con ese argumento podría presentarse la sociedad de consumidores de
ácido lisérgico... y de otras anomalías que sin tener las características de la
homosexualidad, son punibles para los códigos morales de la Nación.
–¿Nunca tuvo amigos homosexuales? Excelentes escritores lo fueron.
–Nunca. Nunca.
–Algunos homosexuales sufren mucho don Juan. Su condición y su marginalidad.
La homosexualidad no depende de la voluntad.
–Sí, y van a sufrir más todavía. Imagínese en Estados Unidos, un profesor de un
liceo de señoritas. ¿Usted mandaría su hija allí? La adolescencia es un estado
transitorio, sumamente peligroso. El sexo no está definido. Ni bien se sale de la
pubertad, no se sabe si va a ser hombre o mujer. Es muy susceptible a todas las
influencias. Por eso los profesores gay en Estados Unidos están permanentemente en
pugna con las autoridades.

[...]

LA LITERATURA ARGENTINA

Borges, Hernández... y uno de nombre turco

"Borges tuvo una educación muy limitada, a cargo de
gobernantas inglesas y francesas. Su visión sobre la vida
nacional fue muy rudimentaria..."

–Volvamos a la literatura latinoamericana. Dice que ve obras que continúen la
tradición del boom.
–Desgraciadamente, la literatura que enraíza en la virtud creadora está en plena
decadencia, a nivel mundial. Ahora hay una literatura que obedece a la industria
cultural de los bestsellers. Un oportunista le dice, "escríbase un libro sobre la mula
de seis patas" y el tipo le escribe un libro de 400 páginas sobre la mula de seis patas
que es un éxito editorial. Pero usted mire... en la literatura francesa de hoy, por
ejemplo, no existe un literato que valga la pena leer. Los temas ya fueron agotados.
La literatura universal está en crisis. No hay autores que hagan un cultivo virtuoso
de la lengua. Dígame en qué país hay actualmente un escritor de la talla de Gide. En
Argentina, después de 1960, ¿qué autor se ha destacado? Borges fue muy hábil en
reimprimir sus libros publicados veinte años antes; intercalaba poesías y relatos de
otros volúmenes añejos y aparecía un libro en el que solamente una fracción era
original. Lo demás, recopilación de realizaciones anteriores.

[...]

–Bueno, volvamos a la literatura. Algunos temas que nos quedaron pendientes.
Recién nombró a Borges. ¿No le parece que haya sido un gran escritor?
–Evidentemente, evidentemente. Eso es indiscutible. Pero ha escrito poco. No
tiene una novela. Tampoco la tiene Lugones. Sobre novelística argentina Borges
jamás opinó; prefirió identificarse con el tango... Esto, y su devoción al suburbio y
sus malevos, encarnan inclinaciones sin mayor importancia, porque no son sinceras.
El no se ha dedicado, ni remotamente, a investigar la literatura nacional con la
fruición con que lo ha hecho respecto de la inglesa.
–¿Usted dijo alguna vez que Borges era un escritor de laboratorio, al que le había
faltado vida?
–Claro, ésa es su falla básica porque tuvo una educación muy limitada, a cargo de
gobernantas inglesas y francesas. Su visión sobre la vida nacional fue muy
rudimentaria; le faltó contaminación con la realidad y el paisaje, con la tradición
popular argentina. Así como escribió con tenacidad literatura inglesa, tuvo un criterio
despectivo sobre el Martín Fierro.
–Ya que estamos, ¿cuál es su opinión acerca del Martín Fierro?
–Creo que es una obra fundamental que nos representa y que permanecerá firme.
Para toda la muchachada que lo leímos, Martín Fierro fue una figura rebelde que
coincidió plenamente con nuestras vehemencias juveniles; que participó en la
gestación del espíritu nacional porque iluminó una época en la que h nación no
estaba aún consolidada.
Es un poema épico, realizado con una gran habilidad, con versos netamente
argentinos, sin alusión ni semejanza con el romancero español. Está escrito en
quintillas o sextinas típicamente suyas, con una combinación métrica perfecta. Tiene
sus incorrecciones y licencias, por cierto, pero en general son versos muy correctos.
Todo esto con una magnífica inspiración y acopio de experiencias para describir los
caracteres humanos...

Borges equiparaba a Fierro con Juan Moreira. Error flagrante. Son arquetipos
distintos. Martín Fierro es un personaje discutible pero simbólico. Moreira, un matón
de comité. Aquél prevalecerá porque tuvo rebeldías valiosas y ciertos impulsos
cuestionadores. Por lo demás, amén de la genialidad condensada en su Martín Fierro,
José Hernández fue un escritor que hizo todo lo posible por exaltar las industrias
agrarias del país. Ambos afanes son deudas que no caducan.
–¿Qué sabía Hernández de los hombres que encarnó en su personaje? ¿No
pertenecía a una clase social acomodada?
–Todo lo contrario. Fue hombre de estancia y posteriormente funcionario público.
Estuvo en Entre Ríos y después, perseguido por cuestiones políticas, vivió en Brasil
Se cree que allí escribió la mayor parte del Martín Fierro. Conocía el campo. Y
pensaba que el gaucho, el pueblo argentino, debían evolucionar, mejorar su
idiosincrasia.
–¿Y Don Segundo Sombra qué tal?
–Bueno, ahí lo tiene. Es una obra sumamente literaturizada No se deben bañar y
engominar gauchos y paisanos todos los días. Güiraldes lo ha hecho,
descaracterizándolos. A don Segundo solo le falta hablar francés... Para mí, su libro
más bello es Xamaica: allí está él. Solo. Sin la criollidad castrada de aquel espécimen
tan distinto al de Hernández y al Viejo Vizcacha, por ejemplo... Los temas nativos
hay que abordarlos con autenticidad. Como en el Martín Fierro, hecho con un criterio
aleccionador. Una obra, literariamente, de gran volumen, de una integración bien
mantenida. Pero además, con la preocupación de mejorar las condiciones de vida del
hombre de campo cuando en la Argentina todavía no se había obrado sobre el
gaucho para convertirlo en ciudadano.
–Para su Elvirus de L'Ambigú...
–... L'Ambigú, una novela dialogada de punta a punta, única en el mundo...
Disculpe, ¿qué me decía?
–Que para Elvirus, el crítico literario de L 'Ambigú, Sarmiento y Hernández son lo
más significativo de la literatura argentina del Siglo XIX. ¿Quiénes, para usted, en el
Siglo XX?
–Lugones y Almafuerte son notas capitales, pilares. Borges también. Y después
tiene una cantidad de elementos satélites, de real mérito, como Pedro Miguel
Obligado, Canal Feijóo, el viejo Korn... Otros que valen son el sanjuanino Juan Pablo
Echagüe, Ángel Estrada hijo...
–¿Roberto Arlt?
–No, no me agrada, lo he leído poco.
–¿Julio Cortázar?
–Ah, Cortázar, claro, claro. Le gustaba mucho mi Caterva, sus atorrantes
personajes. Me nombra en La vuelta al día en ochenta mundos, pero a pesar de la
admiración que tenía por mi libro, nunca me mandó nada. No nos conocimos. Sólo lo
vi en París cuando coincidimos en una conferencia de Borges.
–¿Está de acuerdo con quienes opinan que la cuentística argentina debe
considerarse antes y después de Cortázar?
–No, no... es un buen escritor pero no tanto... no tanto. No es una piedra liminar
como Lugones, ni como Payró o Benito Lynch. Horacio Quiroga sigue en punta.
–¿De la literatura argentina más reciente, realmente no rescata nada?
–Los libros que he leído de la gente joven que está surgiendo son muy deficientes.
Cuando usted lee a los que le menciono, a Mallea... los saborea. Lee los libros del
autor de Rayuela y los saborea, pero las últimas producciones argentinas no le dejan
memoria, a la semana se olvidan.
Además, ahora está lleno de futurólogos, politicólogos, gente que escribe
literatura periodística. Prevalecen una cantidad de artículos que tienen una
actualidad momentánea, artículos completamente amorfos, sin calidad literaria; sólo

pinceladas, con el facilismo que da el periodismo. Someta diez revistas a una lectura
valorativa sistemática y verá que tienen semejanza estructural. Además ahora todo
el mundo está capacitado para abordar cualquier tema.

[...]

–Retomando la pregunta sobre la literatura argentina. Nada rescatable
últimamente, según usted. El año pasado, sin embargo, hubo una suerte de movida
literaria en Buenos Aires; junto a autores ya conocidos, gente joven, que escribe y
vende su obra.
–Sí, han aparecido algunos escritores, a mi criterio de poca monta literaria. En
este momento no me acuerdo. Uno de nombre turco...
–Asís... pero yo le hablo de otros más recientes.
–Sí, Asís ha tenido mucho éxito. También un libro sobre Juan Domingo Perón...
–La novela de Perón, de Tomás Eloy Martínez.
–Y las tres novelas de Aguinis que ha publicado Planeta.
–¿Esos no le parecen buenos escritores?
–Ah, sí. Lo de Aguinis me parece uno de los más serios aportes a la literatura
nacional.
–¿Y Tomás Eloy Martínez, que usted mismo mencionó?
–También.
–Le nombro algunos de los que el año pasado editaron y recibieron críticas muy
elogiosas. Bueno, además de Tomás Eloy Martínez, Belgrano Rawson, Dalmiro
Sáenz, Forn, Fresán, Fogwill...
–No conozco ninguna de sus obras.
–¿Y Osvaldo Soriano, que es famoso?
–Tampoco. Soriano, solamente el actor teatral. Muy, muy bueno.
–Le sigo nombrando. Laiseca, Futoransky...
–No los conozco...
–¿Y Abelardo Castillo?
–Lo que he leído de él no me gustó. Como aporte, valoro lo de Marcos Aguinis.
También ha aparecido, en Río Cuarto, un novelista de altos valores, Joaquín
Bustamante. Tiene dos novelas que me parecen muy positivas; realmente
constituyen un aporte a la literatura nacional.

[...]

miércoles, abril 04, 2012

Como vivir

Nos lo cuenta el genial Carlitos Páez.

Con el conversaremos el domingo 8 de abril, cerca de las 10 y media de la matina en A mi manera.

lunes, marzo 26, 2012

Los rabinos de Malvinas

Conversamos con Hernan Dobry, autor del libro "Los rabinos de Malvinas", que se presentará el martes 27 de marzo a las 19 hs. en la librería Cúspide de Recoleta.
Interesante temática y poco difundida. Estáis invitados.

miércoles, marzo 21, 2012

Isaac Bashevis

Interesante obra sobre el ecritor polaco.
Pensador profundo, un tipo ecuménico.
Isaac postulaba que arrancar el día leyendo los diarios, es como desayunar con veneno.

miércoles, diciembre 14, 2011

Brolis

Apetecible libro, un clásico.
Que buen material producen algunas editoriales. Hoy existen infinidad de ellas, pero hay que estar con la lupa a mano. Evidentemente, había un proceso de depuración mucho mas preciso años ha. Recuperemoslo, para no poblar el urbe de basura impresa o digital.
Es un texto ideal para un curso introductorio al cálculo, o para desarrollar/disfrutar en los últimos tres años de un secundario.